Lo que simbolizan Agar y Sara
Gálatas 4 21Díganme una cosa, ustedes, los que quieren someterse a la ley: ¿Acaso no han escuchado lo que la ley dice?
22Pues dice que Abraham tuvo dos hijos: uno de una esclava, y el otro de su propia esposa, que era libre.
23El hijo de la esclava nació de modo puramente humano; pero el hijo de la libre nació para que se cumpliera lo que Dios había prometido.
24Esto tiene un sentido simbólico; las dos mujeres representan dos alianzas: una es la del monte Sinaí, y está representada por Agar, que fue la madre del que habría de ser esclavo.
25Pues Agar representa el monte Sinaí, en Arabia, que corresponde a la actual Jerusalén, ya que esta ciudad está sometida a esclavitud junto con sus hijos.
26Pero la Jerusalén celestial es libre, y nosotros somos hijos suyos.
27Porque la Escritura dice:
"Alégrate, mujer estéril, tú que no tienes hijos;
grita de alegría, tú que no conoces los dolores de parto.
Porque la mujer que fue abandonada tendrá más hijos
que la mujer que tiene esposo."
28Hermanos, ustedes son como Isaac: son los hijos que Dios había prometido.
29Pero así como en aquel tiempo el hijo que nació de modo puramente humano perseguía al hijo que nació por obra del Espíritu, así sucede también ahora.
30Pero ¿qué dice la Escritura? Pues dice: "Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no puede compartir la herencia con el hijo de la libre."
31De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Tercer lamento Lamentaciones 3
1Yo soy el que ha experimentado el sufrimiento
bajo los golpes de la furia del Señor.
2Me ha llevado a regiones oscuras,
me ha hecho andar por caminos sin luz;
3una y otra vez, a todas horas,
descarga su mano sobre mí.
4Ha hecho envejecer mi carne y mi piel,
ha hecho pedazos mis huesos;
5ha levantado a mi alrededor
un cerco de amargura y sufrimientos;
6me ha hecho vivir en las sombras,
como los que murieron hace tiempo.
7Me encerró en un cerco sin salida;
me oprimió con pesadas cadenas;
8aunque grité pidiendo ayuda,
no hizo caso de mis ruegos;
9me cerró el paso con muros de piedra,
¡cambió el curso de mis senderos!
10Él ha sido para mí como un león escondido,
como un oso a punto de atacarme.
11Me ha desviado del camino, me ha desgarrado,
¡me ha dejado lleno de terror!
12¡Tensó el arco y me puso
como blanco de sus flechas!
13Las flechas lanzadas por el Señor
se me han clavado muy hondo.
14Toda mi gente se burla de mí;
a todas horas soy el tema de sus burlas.
15El Señor me ha llenado de amarguras;
amarga es la bebida que me ha dado.
16Me estrelló los dientes contra el suelo;
me hizo morder el polvo.
17De mí se ha alejado la paz
y he olvidado ya lo que es la dicha.
18Hasta he llegado a pensar que ha muerto
mi firme esperanza en el Señor.
19Recuerdo mi tristeza y soledad,
mi amargura y sufrimiento;
20me pongo a pensar en ello
y el ánimo se me viene abajo.
21Pero una cosa quiero tener presente
y poner en ella mi esperanza:
22El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
23Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
24Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
por eso en él confío!
25El Señor es bueno con los que en él confían,
con los que a él recurren.
26Es mejor esperar en silencio
a que el Señor nos ayude.
27Es mejor que el hombre se someta
desde su juventud.
28El hombre debe quedarse solo y callado
cuando el Señor se lo impone;
29debe, humillado, besar el suelo,
pues tal vez aún haya esperanza;
30debe ofrecer la mejilla a quien le hiera,
y recibir el máximo de ofensas.
31El Señor no ha de abandonarnos
para siempre.
32Aunque hace sufrir, también se compadece,
porque su amor es inmenso.
33Realmente no le agrada afligir
ni causar dolor a los hombres.
34El pisotear sin compasión
a los prisioneros del país,
35el violar los derechos de un hombre
en la propia cara del Altísimo,
36el torcer la justicia de un proceso,
son cosas que el Señor condena.
37Cuando algo se dice, cuando algo pasa,
es porque el Señor lo ha ordenado.
38Tanto los bienes como los males
vienen porque el Altísimo así lo dispone.
39Siendo el hombre un pecador,
¿de qué se queja en esta vida?
40Reflexionemos seriamente en nuestra conducta,
y volvamos nuevamente al Señor.
41Elevemos al Dios del cielo
nuestros pensamientos y oraciones.
42Nosotros pecamos y fuimos rebeldes,
y tú no perdonaste.
43Nos rodeaste con tu furia, nos perseguiste,
¡nos quitaste la vida sin miramientos!
44Te envolviste en una nube
para no escuchar nuestros ruegos.
45Nos has tratado como a vil basura
delante de toda la gente.
46Todos nuestros enemigos
abren la boca en contra de nosotros;
47temores, trampas, destrucción y ruina,
¡eso es lo que nos ha tocado!
48Ríos de lágrimas brotan de mis ojos
ante la destrucción de mi amada ciudad.
49Lloran mis ojos sin descanso,
pues no habrá alivio
50hasta que el Señor del cielo
nos mire desde lo alto.
51Me duelen los ojos hasta el alma,
por lo ocurrido a las hijas de mi ciudad.
52Sin tener ningún motivo,
mis enemigos me han cazado como a un ave;
53me enterraron vivo en un pozo,
y con una piedra taparon la salida.
54El agua me ha cubierto por completo,
y he pensado: "Estoy perdido."
55Yo, Señor, invoco tu nombre
desde lo más profundo del pozo:
56tú escuchas mi voz,
y no dejas de atender a mis ruegos.
57El día que te llamo, vienes a mí,
y me dices: "No tengas miedo."
58Tú me defiendes, Señor, en mi lucha,
tú rescatas mi vida.
59Tú ves, Señor, las injusticias que sufro,
¡hazme justicia!
60Tú ves sus deseos de venganza
y todos los planes que hacen contra mí.
61Escucha, Señor, sus ofensas
y todos los planes que hacen contra mí;
62las habladurías de mis enemigos,
que a todas horas hablan en contra mía.
63¡Mira cómo en todas sus acciones
soy objeto de sus burlas!
64Dales, Señor, su merecido,
dales lo que sus hechos merecen.
65Enduréceles el entendimiento,
y pon sobre ellos tu maldición.
66Persíguelos con furia, Señor,
¡haz que desaparezcan de este mundo!
Cuarto lamento Lamentaciones 4
1¡Cómo se ha empañado el oro!
¡Cómo perdió su brillo el oro fino!
¡Esparcidas por todas las esquinas
están las piedras del santuario!
2Los habitantes de Sión, tan estimados,
los que valían su peso en oro,
ahora son tratados como ollas de barro
hechas por un simple alfarero.
3Hasta las hembras de los chacales dan la teta
y amamantan a sus cachorros,
pero la capital de mi pueblo es cruel,
cruel como un avestruz del desierto.
4Tienen tanta sed los niños de pecho
que la lengua se les pega al paladar.
Piden los niños pan,
pero no hay nadie que se lo dé.
5Los que antes comían en abundancia,
ahora mueren de hambre por las calles.
Los que crecieron en medio de lujos,
ahora viven en los muladares.
6La maldad de la capital de mi pueblo
es mayor que el pecado de Sodoma,
la cual fue destruida en un instante
sin que nadie la atacara.
7Más blancos que la nieve eran sus hombres escogidos,
más blancos que la leche;
su cuerpo, más rojizo que el coral;
su porte, hermoso como el zafiro.
8Pero ahora se ven más sombríos que las tinieblas;
nadie en la calle podría reconocerlos.
La piel se les pega a los huesos,
¡la tienen seca como leña!
9Mejor les fue a los que murieron en batalla
que a los que murieron de hambre,
porque estos murieron lentamente
al faltarles los frutos de la tierra.
10Con sus propias manos,
mujeres de buen corazón cocieron a sus hijos;
sus propios hijos les sirvieron de comida
al ser destruida la capital de mi pueblo.
11El Señor agotó su enojo,
dio rienda suelta al ardor de su furia;
le prendió fuego a Sión
y destruyó hasta sus cimientos.
12Jamás creyeron los reyes de la tierra,
todos los que reinaban en el mundo,
que el enemigo, el adversario,
entraría por las puertas de Jerusalén.
13¡Y todo por el pecado de sus profetas,
por la maldad de sus sacerdotes,
que dentro de la ciudad misma
derramaron sangre inocente!
14Caminan inseguros, como ciegos,
por las calles de la ciudad;
tan sucios están de sangre
que nadie se atreve a tocarles la ropa.
15"¡Apártense, apártense --les gritan--;
son gente impura, no los toquen!"
"Son vagabundos en fuga --dicen los paganos--,
no pueden seguir viviendo aquí."
16La presencia del Señor los dispersó,
y no volvió a dirigirles la mirada.
No hubo respeto para los sacerdotes
ni compasión para los ancianos.
17Con los ojos cansados, pero atentos,
en vano esperamos ayuda.
Pendientes estamos de la llegada
de un pueblo que no puede salvar.
18Vigilan todos nuestros pasos;
no podemos salir a la calle.
Nuestro fin está cerca, nos ha llegado la hora;
¡ha llegado nuestro fin!
19Más veloces que las águilas del cielo
son nuestros perseguidores;
nos persiguen por los montes,
¡nos ponen trampas en el desierto!
20Preso ha caído el escogido del Señor,
el que daba aliento a nuestra vida,
el rey de quien decíamos:
"A su sombra viviremos entre los pueblos."
21¡Ríete, alégrate, nación de Edom;
tú que reinas en la región de Us!
¡También a ti te llegará el trago amargo,
y quedarás borracha y desnuda!
22Tu castigo ha terminado, ciudad de Sión;
el Señor no volverá a desterrarte.
Pero castigará tu maldad, nación de Edom,
y pondrá al descubierto tus pecados.
SALMO 146 (145)
Alabanzas a los hechos de Dios
1¡Aleluya!
Alabaré al Señor con toda mi alma.
2Alabaré al Señor mientras yo viva;
cantaré himnos a mi Dios mientras yo exista.
3No pongan su confianza en hombres importantes,
en simples hombres que no pueden salvar,
4pues cuando mueren regresan al polvo,
y ese mismo día terminan sus proyectos.
5Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob,
quien pone su esperanza en el Señor su Dios.
6Él hizo cielo, tierra y mar,
y todo lo que hay en ellos.
Él siempre mantiene su palabra.
7Hace justicia a los oprimidos
y da de comer a los hambrientos.
El Señor da libertad a los presos;
8el Señor devuelve la vista a los ciegos;
el Señor levanta a los caídos;
el Señor ama a los hombres honrados;
9el Señor protege a los extranjeros
y sostiene a los huérfanos y a las viudas,
pero hace que los malvados pierdan el camino.
10Oh Sión, el Señor reinará por siempre;
tu Dios reinará por todos los siglos.
¡Aleluya!
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