el veinticinco de noviembre - 2 Pedro 3, Jeremías 45-46 y Salmo 141

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La segunda venida del Señor

2 Pedro 3 1Esta es, queridos hermanos, la segunda carta que les escribo. En las dos he querido, con mis consejos, hacerlos pensar rectamente. 2Acuérdense de lo que en otro tiempo dijeron los santos profetas; y del mandamiento del Señor y Salvador, que los apóstoles les enseñaron a ustedes.
3Sobre todo tengan esto en cuenta: que en los días últimos vendrá gente que vivirá de acuerdo con sus propios malos deseos, y que en son de burla 4preguntará: "¿Qué pasó con la promesa de que Cristo iba a volver? Ya murieron nuestros padres, y todo sigue igual desde que el mundo fue creado." 5Esa gente no quiere darse cuenta de que desde tiempos antiguos ya existía el cielo, y también la tierra, que Dios con su palabra hizo salir del agua y la mantiene en medio del agua. 6También por medio del agua del diluvio fue destruido el mundo de entonces. 7Pero los cielos y la tierra que ahora existen, están reservados para el fuego por el mismo mandato de Dios. Ese fuego los quemará en el día del juicio y de la perdición de los malos.
8Además, queridos hermanos, no olviden que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos suponen, sino que tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios.
10Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios.
11Puesto que todo va a ser destruido de esa manera, ¡con cuánta santidad y devoción deben vivir ustedes! 12Esperen la llegada del día de Dios, y hagan lo posible por apresurarla. Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán entre las llamas; 13pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los cuales todo será justo y bueno.
14Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estas cosas, hagan todo lo posible para que Dios los encuentre en paz, sin mancha ni culpa. 15Tengan en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación. Acerca de esto también les ha escrito a ustedes nuestro querido hermano Pablo, según la sabiduría que Dios le ha dado. 16En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles en la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras, para su propia condenación.

Conclusión

17Por eso, queridos hermanos, ya que ustedes saben de antemano estas cosas, cuídense, para que no sean arrastrados por los engaños de los malvados ni caigan de su firme posición. 18Pero conozcan mejor a nuestro Señor y Salvador Jesucristo y crezcan en su amor. ¡Gloria a él ahora y para siempre! Amén.


Promesas del Señor a Baruc

Jeremías 45 1El año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, mientras Baruc, hijo de Nerías, escribía lo que el profeta Jeremías le dictaba, dijo Jeremías a Baruc: 2-3"Tú, Baruc, dices: '¡Ay de mí! ¡El Señor no me da sino penas y dolores! Ya estoy cansado de llorar y no encuentro ningún alivio.' Pues el Señor dice respecto de ti, 4y me manda que te diga: 'Yo destruyo lo que construí, y arranco lo que planté. Y lo mismo haré con toda la tierra. 5¿Quieres pedir para ti algo extraordinario? Pues no lo pidas, porque yo voy a enviar calamidades sobre toda la humanidad. Pero al menos permitiré que conserves tu vida por dondequiera que vayas. Yo, el Señor, lo afirmo.'  "

Derrota de Egipto en Carquemis

Jeremías 46 1El Señor habló al profeta Jeremías acerca de las naciones. 2Este fue su mensaje acerca de Egipto, y en particular acerca del ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que se hallaba en Carquemis, junto al río Éufrates, y a quien el rey Nabucodonosor de Babilonia derrotó en el año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá:

3"¡Preparen los escudos!
¡Láncense al ataque!
4¡Ensillen los caballos!
¡Monten, jinetes!
¡Pónganse los cascos y formen líneas!
¡Afilen las lanzas!
¡Pónganse las corazas!

5"Pero ¿qué es lo que veo?
Retroceden llenos de terror.
Sus guerreros se dispersan derrotados;
salen corriendo, sin mirar atrás.
¡Hay terror por todas partes!
Yo, el Señor, lo afirmo.
6¡No pueden huir los más veloces,
ni escapar los más valientes!
En el norte, junto al río Éufrates,
tropiezan y caen.
7¿Quién es ese que crece como el Nilo,
como un río de aguas violentas?
8Es Egipto, que crece como el Nilo,
como un río de aguas violentas.
Egipto dice: 'Voy a crecer y a inundar la tierra,
voy a destruir las ciudades y sus habitantes.'

9"¡Que avance la caballería!
¡Adelante los carros!
¡Que se pongan en marcha los guerreros:
los soldados de Etiopía y de Libia,
armados de escudos;
los soldados de Lidia,
que manejan bien el arco!
10Este es el día del Señor todopoderoso,
el día en que va a vengarse de sus enemigos.
La espada herirá hasta saciarse,
hasta emborracharse de sangre.
Pues el Señor todopoderoso hará una matanza
en el país del norte, junto al Éufrates.

11"¡Pueblo de Egipto,
ve a Galaad en busca de medicinas!
¡Pero por más remedios que uses,
de nada te van a servir,
pues no hay remedio para ti!
12Las naciones ya saben que has sido humillado,
y en toda la tierra se te oye gritar;
chocan los guerreros unos contra otros,
y juntos ruedan por el suelo."

El ataque de Nabucodonosor a Egipto

13El Señor habló al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se dirigía a atacar a Egipto:

14"Anuncien en Egipto,
en Migdol, en Menfis y en Tafnes:
'¡Alerta, estén listos!
¡La espada hace estragos a tu alrededor!'
15¿Por qué huyó Apis, tu toro sagrado?
¿Por qué no pudo tenerse en pie?
Pues porque yo, el Señor, lo derribé.
16Tus soldados tropiezan y caen,
y unos a otros se dicen:
'¡Vámonos de aquí, volvamos a nuestra patria,
al país donde nacimos!
¡Huyamos de la violencia de la guerra!'

17"Pónganle este apodo al faraón, el rey de Egipto:
'Mucho ruido, pero a destiempo'.
18Yo, que soy el rey
y me llamo el Señor todopoderoso,
lo juro por mi vida:
Como el Tabor, que se destaca entre los montes,
y como el Carmelo, que se alza sobre el mar,
así es el enemigo que vendrá.
19Prepárense para el destierro,
habitantes de Egipto,
pues Menfis se convertirá en desierto,
en ruinas donde nadie vivirá.
20Egipto parece una hermosa novilla,
pero viene a picarle un tábano del norte.
21Sus soldados mercenarios
son como becerros gordos,
pero ellos también saldrán corriendo
y no podrán resistir,
porque llega el día de su desastre,
la hora de su castigo.
22Egipto huirá silbando como una serpiente
cuando se acerquen los ejércitos
y lo ataquen con hachas,
como si cortaran árboles.
23¡Cortarán sus espesos bosques!
Yo, el Señor, lo afirmo.
Eran más numerosos que las langostas,
y nadie los podía contar.
24Egipto será humillado,
y caerá en poder del pueblo del norte."

25El Señor todopoderoso, el Dios de Israel, dice: "Voy a castigar a Amón, el dios de Tebas, a Egipto con sus dioses y sus reyes, y al faraón y a los que en él confían. 26Haré que caigan en poder de sus enemigos mortales, de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de su gente. Pero al cabo de un tiempo, Egipto volverá a estar habitado como antes. Yo, el Señor, lo afirmo.

El Señor salvará a su pueblo
(Jer 30.10-11)


27"No temas, pueblo de Jacob, siervo mío;
no tengas miedo, Israel.
Pues a ti y a tus hijos los libraré
de ese país lejano donde están desterrados.
Volverás a vivir en paz,
tranquilo, sin que nadie te asuste.
28Yo, el Señor, afirmo:
No temas, pueblo de Jacob, siervo mío,
porque yo estoy contigo.
Destruiré todas las naciones
entre las cuales te dispersé.
Pero a ti no te destruiré;
solo te corregiré como mereces;
no te dejaré sin tu castigo."


SALMO 141 (140)

Mis ojos están puestos en ti


1A ti clamo, Señor: ¡ven pronto!,
¡escucha mi voz cuando te invoco!
2Sean mi oración como incienso en tu presencia,
y mis manos levantadas, como ofrenda de la tarde.

3Señor, ponle a mi boca un guardián;
vigílame cuando yo abra los labios.
4Aleja mi pensamiento de la maldad;
no me dejes andar en malas acciones
ni tomar parte en banquetes de malhechores.

5Es un favor que el hombre honrado me castigue,
un perfume delicado que me reprenda.
Tales cosas no rechazaré;
a pesar de sus golpes, seguiré orando.
6Los jefes de los malvados serán despeñados,
y verán que mis palabras eran agradables.
7Sus huesos serán esparcidos junto al sepulcro,
como cuando se abren surcos en la tierra.

8Señor, Señor, mis ojos están puestos en ti.
En ti busco protección: no me abandones.
9Líbrame de la trampa que me han puesto;
líbrame de la trampa de los malhechores.
10Que caigan los malvados en su propia red,
mientras yo sigo adelante.

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