el primero de noviembre - 1 Timoteo 3, Isaías 36-37 y Salmo 119.97-120

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1 Timoteo 3 1Esto es muy cierto.

Cómo deben ser los que presiden

Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira. 2Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible. Debe ser esposo de una sola mujer y llevar una vida seria, juiciosa y respetable. Debe estar siempre dispuesto a hospedar gente en su casa; debe ser apto para enseñar; 3no debe ser borracho ni amigo de peleas, sino bondadoso, pacífico y desinteresado en cuanto al dinero. 4Debe saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos sean obedientes y de conducta digna; 5porque si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? 6Por lo tanto, el dirigente no debe ser un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en que cayó el diablo. 7También debe ser respetado entre los no creyentes, para que no caiga en deshonra y en alguna trampa del diablo.

Cómo deben ser los diáconos

8Asimismo, los diáconos deben ser hombres respetables, que nunca falten a su palabra ni sean dados a emborracharse ni a desear ganancias mal habidas. 9Deben apegarse a la verdad revelada en la cual creemos, y vivir con conciencia limpia. 10Primero deben pasar un periodo de prueba, y después, si no hay nada en contra de ellos, podrán servir como diáconos. 11Igualmente, las mujeres deben ser respetables, no chismosas, serias y fieles en todo. 12Un diácono debe ser esposo de una sola mujer, y saber gobernar bien a sus hijos y su propia casa. 13Porque los diáconos que realizan bien su trabajo, se hacen dignos de un lugar de honor, y podrán gozar de gran tranquilidad gracias a su fe en Cristo Jesús.

La verdad revelada de nuestra religión

14Espero ir pronto a verte; pero te escribo esto 15para que, si me retraso, sepas cómo debe portarse uno en la familia de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, la cual sostiene y defiende la verdad. 16No hay duda de que la verdad revelada de nuestra religión es algo muy grande:

Cristo se manifestó en su condición de hombre,
triunfó en su condición de espíritu
y fue visto por los ángeles.
Fue anunciado a las naciones,
creído en el mundo
y recibido en la gloria.


La invasión de Senaquerib
(2  R 18.13-37; 2  Cr 32.1-19)

Isaías 36 1En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó a todas las ciudades fortificadas de Judá y las tomó. 2Desde Laquis envió a un alto oficial, con un poderoso ejército, a ver al rey Ezequías en Jerusalén, y se colocaron junto al canal del estanque superior, en el camino que va al campo del Lavador de Paños. 3Allá salieron a su encuentro Eliaquim, hijo de Hilquías, que era mayordomo de palacio; el cronista Sebná; y Joah, hijo de Asaf, el secretario del rey. 4El oficial asirio les dijo:
--Comuniquen a Ezequías este mensaje del gran rey, el rey de Asiria: '¿De qué te sientes tan seguro? 5¿Piensas acaso que las palabras bonitas valen lo mismo que la táctica y la fuerza para hacer la guerra? ¿En quién confías para rebelarte contra mí? 6Veo que confías en el apoyo de Egipto. Pues bien, Egipto es una caña astillada, que si uno se apoya en ella, se le clava y le atraviesa la mano. Eso es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él. 7Y si me dices: Nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios, ¿acaso no suprimió Ezequías los lugares de culto y los altares de ese Dios, y ordenó que la gente de Judá y Jerusalén le diera culto solamente en un altar? 8Haz un trato con mi amo, el rey de Asiria: yo te doy dos mil caballos, si consigues jinetes para ellos. 9Tú no eres capaz de hacer huir ni al más insignificante de los oficiales asirios, ¿y esperas conseguir jinetes y caballos en Egipto? 10Además, ¿crees que yo he venido a atacar y destruir este país sin contar con el Señor? ¡Él fue quien me ordenó atacarlo y destruirlo!'
11Eliaquim, Sebná y Joah respondieron al oficial asirio:
--Por favor, háblenos usted en arameo, pues nosotros lo entendemos. No nos hable usted en hebreo, pues toda la gente que hay en la muralla está escuchando.
12Pero el oficial asirio dijo:
--No fue a tu amo, ni a ustedes, a quienes el rey de Asiria me mandó que dijera esto. Fue precisamente a la gente que está sobre la muralla, pues ellos, lo mismo que ustedes, tendrán que comerse su propio estiércol y beberse sus propios orines.
13Entonces el oficial, de pie, gritó bien fuerte en hebreo:
--Oigan lo que les dice el gran rey, el rey de Asiria: 14'No se dejen engañar por Ezequías; él no puede salvarlos.' 15Si Ezequías quiere convencerlos de que confíen en el Señor, y les dice: 'El Señor ciertamente nos salvará; él no permitirá que esta ciudad caiga en poder del rey de Asiria', 16no le hagan caso. El rey de Asiria me manda a decirles que hagan las paces con él, y que se rindan, y así cada uno podrá comer del producto de su viñedo y de su higuera y beber el agua de su propia cisterna. 17Después los llevará a un país parecido al de ustedes, un país de trigales y viñedos, para hacer pan y vino. 18Si Ezequías les dice que el Señor los va a salvar, no se dejen engañar por él. ¿Acaso alguno de los dioses de los otros pueblos pudo salvar a su país del poder del rey de Asiria? 19¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arpad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso pudieron salvar del poder de Asiria a Samaria? 20¿Cuál de todos los dioses de esos países pudo salvar a su nación del poder del rey de Asiria? ¿Por qué piensan que el Señor puede salvar a Jerusalén?
21Ellos se quedaron callados y no le respondieron ni una palabra, porque el rey había ordenado que no respondieran nada. 22Entonces, afligidos, Eliaquim, mayordomo de palacio; Sebná, cronista; y Joah, secretario del rey, se rasgaron la ropa y se fueron a ver a Ezequías para contarle lo que había dicho el comandante asirio.

El Señor libra a Judá del invasor
(2  R 19.1-37; 2  Cr 32.20-23)

Isaías 37 1Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de dolor y se fue al templo del Señor. 2Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, al cronista Sebná y a los sacerdotes más ancianos, con ropas ásperas en señal de dolor, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, 3y a decirle de parte del rey: "Hoy estamos en una situación de angustia, castigo y humillación; como una mujer que, a punto de dar a luz, se quedara sin fuerzas. 4Ojalá el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios viviente, y ojalá lo castigue por las cosas que el Señor mismo, tu Dios, habrá oído. Ofrece, pues, una oración por los que aún quedan."
5Los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, 6e Isaías les encargó que respondieran a su amo: "El Señor dice: 'No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria. 7Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que lo obligue a volver a su país, y allí lo haré morir asesinado.'  "
8El oficial asirio se enteró de que el rey de Asiria se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén, y encontró al rey de Asiria atacando a Libná. 9Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tirhaca de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle: 10"Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él. 11Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y te vas a salvar tú? 12¿Acaso los dioses salvaron a los otros pueblos que mis antepasados destruyeron: a Gozán, a Harán, a Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar? 13¿Dónde están los reyes de Hamat, de Arpad, de Sefarvaim, de Hená y de Ivá?"
14Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor, 15oró así: 16"Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines, tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra. 17Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente. 18Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras, 19y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron. 20Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios."
21Entonces Isaías mandó a decir a Ezequías: "Esto dice el Señor, Dios de Israel: 'Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.'  "
22Estas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria:

"La ciudad de Sión, como una muchacha,
se ríe de ti, Senaquerib.
Jerusalén mueve burlonamente la cabeza
cuando tú te retiras.
23¿A quién has ofendido e insultado?
¿Contra quién alzaste la voz
y levantaste los ojos altaneramente?
¡Contra el Dios Santo de Israel!
24Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor.
Dijiste:
'Con mis innumerables carros de guerra
subí a las cumbres de los montes,
a lo más empinado del Líbano.
Corté sus cedros más altos,
sus pinos más bellos.
Alcancé sus cumbres más altas,
y sus bosques, que parecen jardines.
25En tierras extrañas
cavé pozos y bebí de esa agua,
y con las plantas de mis pies
sequé todos los ríos de Egipto.'
26¿Pero no sabías que soy yo, el Señor,
quien ha dispuesto todas estas cosas?
Desde tiempos antiguos lo había planeado,
y ahora lo he realizado;
por eso tú destruyes ciudades fortificadas
y las conviertes en montones de ruinas.
27Sus habitantes, impotentes,
llenos de miedo y vergüenza,
han sido como hierba del campo,
como pasto verde,
como hierba que crece en los tejados
y que es quemada por el viento del este.
28Yo conozco todos tus movimientos
y todas tus acciones;
yo sé que te has enfurecido contra mí.
29Y como conozco tu furia y tu arrogancia,
voy a ponerte una argolla en la nariz,
un freno en la boca,
y te haré volver por el camino
por donde viniste."

30Isaías dijo entonces a Ezequías:
"Esta será una señal de lo que va a suceder:
este año y el siguiente comerán ustedes
el trigo que nace por sí solo,
pero al tercer año podrán sembrar y cosechar,
plantar viñedos y comer de sus frutos.
31Los sobrevivientes de Judá serán como plantas:
echarán raíces y producirán fruto,
32porque un resto quedará en Jerusalén;
en el monte Sión habrá sobrevivientes.
Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

33"Acerca del rey de Asiria dice el Señor:
'No entrará en Jerusalén,
no le disparará ni una flecha,
no la atacará con escudos
ni construirá una rampa a su alrededor.
34Por el mismo camino por donde vino, se volverá;
no entrará en esta ciudad.
Yo, el Señor, doy mi palabra.
35Yo protegeré esta ciudad
y la salvaré,
por consideración a mi siervo David
y a mí mismo.'  "

36Y el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio; al día siguiente, todos amanecieron muertos. 37Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive. 38Y un día, cuando estaba adorando en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo asesinaron, y huyeron a la región de Ararat. Después reinó en su lugar su hijo Esarhadón.


SALMO 119 (118)

97¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
98Tus mandamientos son míos para siempre;
me han hecho más sabio que mis enemigos.
99Entiendo más que todos mis maestros
porque pienso mucho en tus mandatos.
100Entiendo más que los ancianos
porque obedezco tus preceptos.
101He alejado mis pies de todo mal camino
para cumplir tu palabra.
102No me he apartado de tus decretos
porque tú eres quien me enseña.
103Tu promesa es más dulce a mi paladar
que la miel a mi boca.
104De tus preceptos he sacado entendimiento;
por eso odio toda conducta falsa.


105Tu palabra es una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino.
106Hice un juramento, y lo voy a cumplir:
¡pondré en práctica tus justos decretos!
107Señor, me siento muy afligido;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
108Acepta, Señor, las ofrendas de mis labios,
y enséñame tus decretos.
109Siempre estoy en peligro de muerte,
pero no me olvido de tu enseñanza.
110Los malvados me ponen trampas,
pero no me aparto de tus preceptos.
111Mi herencia eterna son tus mandatos,
porque ellos me alegran el corazón.
112De corazón he decidido practicar tus leyes,
para siempre y hasta el fin.


113Odio a la gente hipócrita,
pero amo tu enseñanza.
114Tú eres quien me ampara y me protege;
en tu palabra he puesto mi esperanza.
115¡Aléjense de mí, malvados,
que quiero cumplir los mandatos de mi Dios!
116Dame fuerzas, conforme a tu promesa, y viviré;
¡no defraudes mi esperanza!
117Ayúdame, y estaré a salvo;
así cumpliré siempre tus leyes.
118Tú desprecias a los que se apartan de tus leyes,
porque sus pensamientos no tienen sentido.
119Los malvados de la tierra son para ti como basura;
por eso yo amo tus mandatos.
120Mi cuerpo tiembla de temor delante de ti;
¡siento reverencia por tus decretos!

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