el veinticinco de octubre - 1 Tesalonicenses 4, Isaías 20-22 y Salmo 115

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La vida que agrada a Dios

1 Tesalonicenses 4 1Ahora, hermanos, les rogamos y encargamos esto en el nombre del Señor Jesús: que sigan ustedes progresando cada día más en la manera de comportarse que aprendieron de nosotros para agradar a Dios, como ya lo están haciendo.
2Ustedes conocen las instrucciones que les dimos por la autoridad del Señor Jesús. 3Lo que Dios quiere es que ustedes lleven una vida santa, que nadie cometa inmoralidades sexuales 4y que cada uno sepa dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa, 5no con pasión y malos deseos como las gentes que no conocen a Dios. 6Que nadie abuse ni engañe en este asunto a su prójimo, porque el Señor castiga duramente todo esto, como ya les hemos advertido. 7Pues Dios no nos ha llamado a vivir en impureza, sino en santidad. 8Así pues, el que desprecia estas enseñanzas no desprecia a ningún hombre, sino a Dios, que les ha dado a ustedes su Espíritu Santo.
9En cuanto al amor entre hermanos, no tienen necesidad de que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. 10Pues así hacen ustedes con todos los hermanos que viven en toda Macedonia. Pero les rogamos, hermanos, que su amor aumente todavía más. 11Procuren vivir tranquilos y ocupados en sus propios asuntos, trabajando con sus manos como les hemos encargado, 12para que los respeten los de fuera y ustedes no tengan que depender de nadie.

El regreso del Señor

13Hermanos, no queremos que se queden sin saber lo que pasa con los muertos, para que ustedes no se entristezcan como los otros, los que no tienen esperanza. 14Así como creemos que Jesús murió y resucitó, así también creemos que Dios va a resucitar con Jesús a los que murieron creyendo en él.
15Por esto les decimos a ustedes, como enseñanza del Señor, que nosotros, los que quedemos vivos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que murieron. 16Porque se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo. Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; 17después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre. 18Anímense, pues, unos a otros con estas palabras.


Asiria conquistará a Egipto y Etiopía

Isaías 20 1En cierta ocasión, el rey Sargón de Asiria envió a un alto oficial a la ciudad de Asdod, y el oficial atacó a la ciudad y la conquistó. 2Por ese tiempo habló el Señor por medio de Isaías, hijo de Amós, y le dijo: "Quítate esa ropa áspera que llevas puesta y el calzado que tienes en los pies."
Isaías lo hizo así y se quedó descalzo y medio desnudo. 3Entonces dijo el Señor: "Mi siervo Isaías ha estado descalzo y medio desnudo durante tres años, como señal y anuncio para Egipto y Etiopía. 4Así también el rey de Asiria llevará al destierro a los egipcios y a los etiopes, sean viejos o jóvenes, descalzos y desnudos, con el trasero al aire para su vergüenza. 5La gente se llenará de miedo y sentirá vergüenza de Etiopía, que era su esperanza, y de Egipto, que era su orgullo. 6En ese tiempo dirán todos los que viven en aquella costa: 'Miren en lo que vino a parar el que era nuestra esperanza, al que acudíamos a pedir auxilio, para que nos librara del rey de Asiria. ¿Cómo vamos a salvarnos ahora?'  "

Profecía sobre la caída de Babilonia

Isaías 21 1Profecía acerca del desierto:
Como huracanes que avanzan por el sur,
vienen del desierto, lugar espantoso.
2Terrible es la visión que Dios me ha mostrado:
el traidor traiciona,
el destructor destruye.
¡Levántate, Elam!
¡Medos, al asalto!
¡No permito más quejas!
3Mi cuerpo se estremece,
me retuerzo de dolor como mujer de parto,
la angustia no me deja oir,
el terror me impide ver.
4Tengo la mente confundida,
me estremezco de terror.
El fresco del atardecer, que tanto me gustaba,
se ha vuelto para mí algo terrible.
5La mesa ya está puesta, tendidas las alfombras,
el banquete ha comenzado.
¡De pie, capitanes: saquen brillo a los escudos!
6Porque el Señor me ha dicho:
"Ve y coloca un centinela
que dé aviso de todo cuanto vea.
7Si ve carros tirados por parejas de caballos
o gente montada en asnos o camellos,
que mire con mucha atención."

8Y el que vigilaba gritó:
"En mi puesto, Señor,
permanezco todo el día,
y noche tras noche me mantengo vigilante.
9Y veo venir un carro tirado por un par de caballos."
Alguien dijo entonces:
"¡Cayó, cayó Babilonia!
Todas las estatuas de sus dioses
quedaron por el suelo hechas pedazos."

10Pueblo mío, pisoteado como el trigo,
yo te anuncio lo que escuché
del Señor todopoderoso, el Dios de Israel.

Profecía contra Edom

11Profecía contra Edom:
Alguien me grita desde Seír:
"Centinela, ¿qué horas de la noche son?
Centinela, ¿qué horas de la noche son?"
12Y el centinela responde:
"Ya viene la mañana,
pero también la noche.
Si quieren preguntar, pregunten,
y vuelvan otra vez."

Profecía en el desierto

13Profecía en el desierto:
Caravanas de Dedán, que pasan la noche
en los matorrales del desierto,
14salgan al encuentro del que tiene sed
y ofrézcanle agua.
Habitantes del país de Temá,
salgan al paso del que huye
y ofrézcanle alimento.
15Porque huyen de la espada,
de la espada afilada,
del arco listo para disparar
y del furor de la batalla.

16El Señor me dijo:
"Dentro de un año,
tal como lo cuenta un obrero que vive de su salario,
se habrá terminado toda la grandeza de Quedar.
17Y pocos serán los arcos
que les quedarán a los guerreros de Quedar."
El Señor, el Dios de Israel, lo ha dicho.

Profecía acerca de Jerusalén

Isaías 22 1Profecía acerca del valle de la visión:
¿Qué pasa, que todos suben a las azoteas?
2Ciudad llena de alboroto y bulla,
ciudad amiga de las diversiones,
tus muertos no cayeron a filo de espada,
no murieron en la guerra;
3tus jefes salieron todos corriendo,
y al huir de los arcos los pusieron presos.
Tus hombres más valientes huyeron lejos,
pero los pusieron presos.
4Por eso dije: Apártense de mí,
que quiero llorar con amargura;
no traten de consolarme
de la catástrofe de mi pueblo.
5Porque el Señor todopoderoso
ha decretado que llegue un día de pánico,
de destrucción y aturdimiento
en el valle de la visión.
Están derribando las murallas;
llegan los gritos hasta las montañas.

6Los elamitas prepararon ya sus flechas,
y están montados en sus carros y caballos;
los de Quir sacaron sus escudos.
7Tus valles más hermosos están llenos de carros,
y la caballería ataca la puerta de la ciudad.
8La defensa de Judá quedó desamparada.

En ese día ustedes se fijaron en el depósito de armas de la Casa del Bosque, 9vieron las muchas grietas que había en la Ciudad de David y llenaron de agua el estanque inferior; 10inspeccionaron las casas de Jerusalén y derribaron algunas para reforzar la muralla. 11Entre las dos murallas hicieron una cisterna para el agua del estanque viejo. Pero no se fijaron en el que hizo todo aquello, el que desde hace mucho tiempo lo preparó.

12Ese día el Señor todopoderoso
los invitó a ustedes a llorar y a lamentarse,
a raparse la cabeza
y a ponerse ropas ásperas en señal de dolor.
13Pero lo que hay es diversión y alegría,
matar vacas y ovejas,
comer carne y beber vino.
"Comamos y bebamos,
que mañana moriremos" --dicen.
14Y el Señor todopoderoso se me apareció
y me aseguró al oído:
"No voy a perdonarles este pecado;
antes de eso morirán ustedes."
Son palabras del Señor todopoderoso.

Contra el funcionario encargado del palacio

15El Señor todopoderoso me dijo: "Ve a ver a Sebná, mayordomo de palacio, y dile:

16'¿Qué negocio tienes aquí, o quién te dio el derecho
de construirte aquí un sepulcro,
de hacerte una tumba en la parte alta
y cavarte en la roca un lugar de reposo?
17El Señor te va a arrojar muy lejos,
como lo hace un hombre robusto.
Te agarrará con fuerza,
18te hará rodar como una pelota
y te arrojará a una tierra inmensa.
Allá morirás,
allá pararán los carros que eran tu gloria,
y serás la vergüenza del palacio de tu señor.
19Yo te quitaré de tu puesto,
te retiraré de tu oficio.

20'En ese día llamaré a mi siervo,
a Eliaquim, hijo de Hilquías;
21lo vestiré con tu túnica,
le pondré tu cinturón de honor
y le daré tu autoridad.
Será como un padre para los habitantes de Jerusalén
y para el pueblo de Judá.
22En sus hombros le pondré
la llave de la casa de David;
nadie podrá cerrar lo que él abra
ni abrir lo que él cierre.
23Él será como un trono de honor
para la familia de su padre.
Yo haré que quede firme en su lugar,
como si fuera un clavo.
24En él se podrá colgar todo lo que haya de valioso
en la familia de su padre
y de toda su descendencia,
toda clase de vajilla pequeña,
desde copas hasta jarros.

25'En ese día,
cederá el clavo que estaba clavado firmemente en su lugar;
será arrancado y se caerá,
y todas las cosas que de él estaban colgadas, se romperán.'  "
Lo afirma el Señor todopoderoso.


SALMO 115 (113b)

Nuestro Dios está en el cielo

1Señor, glorifícate a ti mismo, y no a nosotros;
¡glorifícate, por tu amor y tu verdad!
2¿Por qué han de preguntar los paganos
dónde está nuestro Dios?
3Nuestro Dios está en el cielo;
él ha hecho todo lo que quiso.

4Los ídolos de los paganos son oro y plata,
objetos que el hombre fabrica con sus manos:
5tienen boca, pero no pueden hablar;
tienen ojos, pero no pueden ver;
6tienen orejas, pero no pueden oir;
tienen narices, pero no pueden oler;
7tienen manos, pero no pueden tocar;
tienen pies, pero no pueden andar;
¡ni un solo sonido sale de su garganta!
8Iguales a esos ídolos son quienes los fabrican
y quienes en ellos creen.

9Israelitas, ¡confíen en el Señor!
Él nos ayuda y nos protege.
10Sacerdotes, ¡confíen en el Señor!
Él nos ayuda y nos protege.
11Ustedes que honran al Señor, ¡confíen en él!
Él nos ayuda y nos protege.

12¡El Señor se ha acordado de nosotros
y nos bendecirá!
Bendecirá a los israelitas,
bendecirá a los sacerdotes,
13bendecirá a los que lo honran,
a grandes y pequeños.

14¡Que el Señor les aumente la descendencia
a ustedes y a sus hijos!
15¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra,
les dé a ustedes su bendición!

16El cielo pertenece al Señor,
y al hombre le dio la tierra.
17Los que han bajado al mundo del silencio,
los que ya han muerto, no pueden alabar al Señor;
18pero nosotros lo alabaremos
ahora y siempre.

¡Aleluya!

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