el quince de octubre - Apocalipsis 15, Ester 7-8 y Salmo 107.1-22

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Siete ángeles con siete calamidades

Apocalipsis 15 1Vi en el cielo otra señal grande y asombrosa: siete ángeles con las siete últimas calamidades, con las cuales llegaba a su fin la ira de Dios.

Las siete copas

2Vi también lo que parecía ser un mar de cristal mezclado con fuego; junto a ese mar de cristal estaban de pie, con arpas que Dios les había dado, los que habían alcanzado la victoria sobre el monstruo y su imagen, y sobre el número de su nombre. 3Y cantaban el canto de Moisés, siervo de Dios, y el canto del Cordero. Decían:

"Grande y maravilloso es todo lo que has hecho,
Señor, Dios todopoderoso;
rectos y verdaderos son tus caminos,
oh Rey de las naciones.
4¿Quién no te temerá, oh Señor?
¿Quién no te alabará?
Pues solamente tú eres santo;
todas las naciones vendrán y te adorarán,
porque tus juicios han sido manifestados."

5Después de esto, miré y vi abrirse en el cielo el santuario, la tienda de la alianza. 6Del santuario salieron aquellos siete ángeles que llevaban las siete calamidades. Iban vestidos de lino limpio y brillante, y llevaban cinturones de oro a la altura del pecho. 7Uno de los cuatro seres vivientes dio a cada uno de los siete ángeles una copa de oro llena de la ira de Dios, el cual vive por todos los siglos. 8Y el santuario se llenó del humo procedente de la grandeza y del poder de Dios, y nadie podía entrar en él hasta que hubieran terminado las siete calamidades que llevaban los siete ángeles.


Amán es condenado a muerte

Ester 7 1El rey y Amán fueron al banquete, 2y también en este segundo día dijo el rey a Ester durante el banquete:
--¡Pídeme lo que quieras, y te lo concederé, aun si me pides la mitad de mi reino!
3Y Ester le respondió:
--Si Su Majestad me tiene cariño, y si le parece bien, lo único que deseo y pido es que Su Majestad me perdone la vida y la de mi pueblo; 4pues tanto a mi pueblo como a mí se nos ha vendido para ser destruidos por completo. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos, yo no diría nada, porque el enemigo no causaría entonces tanto daño a los intereses de Su Majestad.
5Entonces Asuero preguntó:
--¿Quién es y dónde está el que ha pensado hacer semejante cosa?
6--¡El enemigo y adversario es este malvado Amán! --respondió Ester.
Al oir esto, Amán se quedó paralizado de miedo ante el rey y la reina. 7Asuero se levantó lleno de ira y, abandonando la sala donde estaban celebrando el banquete, salió al jardín del palacio. Pero Amán, al darse cuenta de que el rey había decidido condenarlo a muerte, se quedó en la sala para rogar a la reina Ester que le salvara la vida. 8-9Cuando el rey volvió del jardín y entró en la sala del banquete, vio a Amán de rodillas junto al diván en que estaba recostada Ester, y exclamó:
--¿Acaso quieres también deshonrar a la reina en mi presencia y en mi propia casa?
Tan pronto como el rey hubo pronunciado estas palabras, unos oficiales de su guardia personal cubrieron la cara de Amán. Y uno de ellos, llamado Harboná, dijo:
--En casa de Amán está lista una horca, como de veintidós metros, que él mandó construir para Mardoqueo, el hombre que tan buen informe dio a Su Majestad.
--¡Pues cuélguenlo en ella! --ordenó el rey.
10Y así Amán fue colgado en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. Con eso se calmó la ira del rey.

Decreto en favor de los judíos

Ester 8 1Aquel mismo día, el rey Asuero regaló a la reina Ester la casa de Amán, enemigo de los judíos, y Mardoqueo se presentó ante el rey, pues ya Ester le había dicho que Mardoqueo era su primo. 2Entonces el rey se quitó el anillo que había recobrado de Amán, y se lo dio a Mardoqueo. Ester, por su parte, lo nombró administrador de todos los bienes que habían sido de Amán. 3Luego Ester habló nuevamente con el rey y, echándose a sus pies y con lágrimas en los ojos, le suplicó que anulara la malvada orden de Amán y que no se llevaran a cabo sus planes contra los judíos. 4El rey tendió hacia Ester su cetro de oro. Ella se levantó, y de pie ante él 5dijo:
--Si a Su Majestad le parece bien y cree que mi petición es justa, y si realmente Su Majestad me quiere y siente cariño por mí, que se escriba una orden que anule las cartas que Amán envió con la orden de exterminar a los judíos de todas las provincias del reino. 6Pues ¿cómo podré soportar la desgracia que está por caer sobre mi pueblo, y la exterminación de mi propia familia?
7El rey Asuero contestó entonces a la reina Ester y a Mardoqueo, el judío:
--Yo le he dado ya a Ester la casa de Amán, y a este lo han colgado en la horca por haber atentado contra la vida de los judíos. 8Ahora los autorizo a escribir, en mi nombre, lo que mejor les parezca en favor de los judíos. ¡Y sellen las cartas con el sello real!
(Una carta firmada en nombre del rey, y sellada con su sello, no se puede anular.)
9Los secretarios del rey fueron llamados inmediatamente. Era el día veintitrés del mes tercero, o sea el de Siván, y todo lo que ordenó Mardoqueo fue escrito a los judíos, a los gobernadores regionales y provinciales y a las demás autoridades de las ciento veintisiete provincias que se extendían desde la India hasta Etiopía, en la lengua y escritura propias de cada provincia. También a los judíos se les escribió en su lengua y escritura. 10Las cartas fueron firmadas en nombre del rey Asuero y, después de sellarlas con el sello real, fueron enviadas por medio de correos que montaban veloces caballos de las caballerizas del rey. 11En ellas el rey autorizaba a los judíos, en cualquier ciudad donde vivieran, a reunirse para defender sus vidas, y a matar, destruir, exterminar y apoderarse de los bienes de la gente armada de cualquier pueblo o provincia que les atacara, sin respetar a las mujeres ni a los niños. 12Todo esto debería hacerse en un mismo día en todas las provincias del rey Asuero; el día señalado era el trece del mes doce, o sea el mes de Adar. 13Una copia de la orden debía ser publicada como ley y dada a conocer en todas las poblaciones y provincias, para que los judíos estuvieran preparados aquel día para vengarse de sus enemigos. 14Por orden del rey, los correos partieron a toda prisa y en caballos de sus caballerizas, y el edicto fue publicado también en la ciudadela de Susa.
15Mardoqueo salió del palacio vestido con una túnica real de color azul y blanco, una gran corona de oro y un manto de lino y púrpura. Toda la ciudad de Susa dio gritos de alegría, 16y para los judíos todo fue luz, gozo, alegría y honra. 17En todas las provincias, ciudades y lugares adonde llegaba el decreto real, los judíos se llenaron de gozo y alegría, y celebraron banquetes y fiestas. Además, entre la gente del país hubo muchos que se hicieron judíos, porque el miedo a los judíos se había apoderado de ellos.


LIBRO 5
(Salmos 107--150)

SALMO 107 (106)
El constante amor del Señor

1Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2Díganlo los que el Señor ha salvado,
los que salvó del poder del enemigo,
3los que reunió de entre los países
del norte y del sur, del este y del oeste.

4Andaban perdidos por el desierto arenoso,
sin hallar el camino a una ciudad donde vivir;
5tenían hambre y sed,
¡estaban a punto de morir!
6Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los libró de la aflicción.
7Después los puso en el buen camino
hacia una ciudad donde vivir.

8Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
9Pues él apaga la sed del sediento
y da abundante comida al hambriento.

10Vivían en profunda oscuridad,
presos de la tristeza y las cadenas,
11por rebelarse contra las órdenes del Señor,
por despreciar los planes del Altísimo.
12Dios los sometió a duros trabajos;
tropezaban, y nadie los ayudaba.
13Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
14los sacó de la profunda oscuridad
y los libró de las cadenas.

15Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
16¡Él hizo pedazos puertas de bronce!
¡Él hizo pedazos barras de hierro!

17Enfermos y afligidos
por sus propias maldades y pecados,
18no soportaban ningún alimento;
¡ya estaban a las puertas de la muerte!
19Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
20envió su palabra, y los sanó;
¡los libró del sepulcro!

21Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
22Ofrézcanle sacrificios de gratitud
y hablen con alegría de sus actos.

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