Siete
ángeles con siete calamidades
Apocalipsis 15 1Vi en el
cielo otra señal grande y asombrosa: siete ángeles con
las siete últimas calamidades, con las cuales llegaba a
su fin la ira de Dios.
Las siete copas
2Vi también lo que parecía ser un mar de
cristal mezclado con fuego; junto a ese mar de cristal
estaban de pie, con arpas que Dios les había dado, los
que habían alcanzado la victoria sobre el monstruo y su
imagen, y sobre el número de su nombre. 3Y
cantaban el canto de Moisés, siervo de Dios, y el canto
del Cordero. Decían:
"Grande
y maravilloso es todo lo que has hecho,
Señor,
Dios todopoderoso;
rectos
y verdaderos son tus caminos,
oh
Rey de las naciones.
4¿Quién
no te temerá, oh Señor?
¿Quién
no te alabará?
Pues
solamente tú eres santo;
todas
las naciones vendrán y te adorarán,
porque
tus juicios han sido manifestados."
5Después
de esto, miré y vi abrirse en el cielo el santuario, la
tienda de la alianza. 6Del santuario salieron
aquellos siete ángeles que llevaban las siete
calamidades. Iban vestidos de lino limpio y brillante, y
llevaban cinturones de oro a la altura del pecho. 7Uno
de los cuatro seres vivientes dio a cada uno de los siete
ángeles una copa de oro llena de la ira de Dios, el cual
vive por todos los siglos. 8Y el santuario se
llenó del humo procedente de la grandeza y del poder de
Dios, y nadie podía entrar en él hasta que hubieran
terminado las siete calamidades que llevaban los siete
ángeles.
Amán es condenado a muerte
Ester 7 1El rey y
Amán fueron al banquete, 2y también en este
segundo día dijo el rey a Ester durante el banquete:
--¡Pídeme lo que quieras, y te lo concederé, aun si me
pides la mitad de mi reino!
3Y
Ester le respondió:
--Si Su Majestad me tiene cariño, y si le parece bien,
lo único que deseo y pido es que Su Majestad me perdone
la vida y la de mi pueblo; 4pues tanto a mi
pueblo como a mí se nos ha vendido para ser destruidos
por completo. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos,
yo no diría nada, porque el enemigo no causaría
entonces tanto daño a los intereses de Su Majestad.
5Entonces
Asuero preguntó:
--¿Quién es y dónde está el que ha pensado hacer
semejante cosa?
6--¡El
enemigo y adversario es este malvado Amán! --respondió
Ester.
Al oir esto, Amán se quedó paralizado de miedo ante el
rey y la reina. 7Asuero se levantó lleno de
ira y, abandonando la sala donde estaban celebrando el
banquete, salió al jardín del palacio. Pero Amán, al
darse cuenta de que el rey había decidido condenarlo a
muerte, se quedó en la sala para rogar a la reina Ester
que le salvara la vida. 8-9Cuando el rey
volvió del jardín y entró en la sala del banquete, vio
a Amán de rodillas junto al diván en que estaba
recostada Ester, y exclamó:
--¿Acaso quieres también deshonrar a la reina en mi
presencia y en mi propia casa?
Tan pronto como el rey hubo pronunciado estas palabras,
unos oficiales de su guardia personal cubrieron la cara
de Amán. Y uno de ellos, llamado Harboná, dijo:
--En casa de Amán está lista una horca, como de
veintidós metros, que él mandó construir para
Mardoqueo, el hombre que tan buen informe dio a Su
Majestad.
--¡Pues cuélguenlo en ella! --ordenó el rey.
10Y
así Amán fue colgado en la misma horca que había
preparado para Mardoqueo. Con eso se calmó la ira del
rey.
Decreto en favor de los judíos
Ester 8 1Aquel
mismo día, el rey Asuero regaló a la reina Ester la
casa de Amán, enemigo de los judíos, y Mardoqueo se
presentó ante el rey, pues ya Ester le había dicho que
Mardoqueo era su primo. 2Entonces el rey se
quitó el anillo que había recobrado de Amán, y se lo
dio a Mardoqueo. Ester, por su parte, lo nombró
administrador de todos los bienes que habían sido de
Amán. 3Luego Ester habló nuevamente con el
rey y, echándose a sus pies y con lágrimas en los ojos,
le suplicó que anulara la malvada orden de Amán y que
no se llevaran a cabo sus planes contra los judíos. 4El
rey tendió hacia Ester su cetro de oro. Ella se
levantó, y de pie ante él 5dijo:
--Si a Su Majestad le parece bien y cree que mi petición
es justa, y si realmente Su Majestad me quiere y siente
cariño por mí, que se escriba una orden que anule las
cartas que Amán envió con la orden de exterminar a los
judíos de todas las provincias del reino. 6Pues
¿cómo podré soportar la desgracia que está por caer
sobre mi pueblo, y la exterminación de mi propia
familia?
7El
rey Asuero contestó entonces a la reina Ester y a
Mardoqueo, el judío:
--Yo le he dado ya a Ester la casa de Amán, y a este lo
han colgado en la horca por haber atentado contra la vida
de los judíos. 8Ahora los autorizo a
escribir, en mi nombre, lo que mejor les parezca en favor
de los judíos. ¡Y sellen las cartas con el sello real!
(Una carta firmada en nombre del rey, y sellada con su
sello, no se puede anular.)
9Los
secretarios del rey fueron llamados inmediatamente. Era
el día veintitrés del mes tercero, o sea el de Siván,
y todo lo que ordenó Mardoqueo fue escrito a los
judíos, a los gobernadores regionales y provinciales y a
las demás autoridades de las ciento veintisiete
provincias que se extendían desde la India hasta
Etiopía, en la lengua y escritura propias de cada
provincia. También a los judíos se les escribió en su
lengua y escritura. 10Las cartas fueron
firmadas en nombre del rey Asuero y, después de
sellarlas con el sello real, fueron enviadas por medio de
correos que montaban veloces caballos de las caballerizas
del rey. 11En ellas el rey autorizaba a los
judíos, en cualquier ciudad donde vivieran, a reunirse
para defender sus vidas, y a matar, destruir, exterminar
y apoderarse de los bienes de la gente armada de
cualquier pueblo o provincia que les atacara, sin
respetar a las mujeres ni a los niños. 12Todo
esto debería hacerse en un mismo día en todas las
provincias del rey Asuero; el día señalado era el trece
del mes doce, o sea el mes de Adar. 13Una
copia de la orden debía ser publicada como ley y dada a
conocer en todas las poblaciones y provincias, para que
los judíos estuvieran preparados aquel día para
vengarse de sus enemigos. 14Por orden del rey,
los correos partieron a toda prisa y en caballos de sus
caballerizas, y el edicto fue publicado también en la
ciudadela de Susa.
15Mardoqueo
salió del palacio vestido con una túnica real de color
azul y blanco, una gran corona de oro y un manto de lino
y púrpura. Toda la ciudad de Susa dio gritos de
alegría, 16y para los judíos todo fue luz,
gozo, alegría y honra. 17En todas las
provincias, ciudades y lugares adonde llegaba el decreto
real, los judíos se llenaron de gozo y alegría, y
celebraron banquetes y fiestas. Además, entre la gente
del país hubo muchos que se hicieron judíos, porque el
miedo a los judíos se había apoderado de ellos.
LIBRO 5
(Salmos 107--150)
SALMO 107 (106)
El constante amor del Señor
1Den
gracias al Señor, porque él es bueno,
porque
su amor es eterno.
2Díganlo
los que el Señor ha salvado,
los
que salvó del poder del enemigo,
3los
que reunió de entre los países
del
norte y del sur, del este y del oeste.
4Andaban
perdidos por el desierto arenoso,
sin
hallar el camino a una ciudad donde vivir;
5tenían
hambre y sed,
¡estaban
a punto de morir!
6Pero
en su angustia clamaron al Señor,
y
él los libró de la aflicción.
7Después
los puso en el buen camino
hacia
una ciudad donde vivir.
8 Den
gracias al Señor por su amor,
¡por
lo que hace en favor de los hombres!
9 Pues
él apaga la sed del sediento
y
da abundante comida al hambriento.
10Vivían
en profunda oscuridad,
presos
de la tristeza y las cadenas,
11por
rebelarse contra las órdenes del Señor,
por
despreciar los planes del Altísimo.
12Dios
los sometió a duros trabajos;
tropezaban,
y nadie los ayudaba.
13Pero
en su angustia clamaron al Señor,
y
él los salvó de la aflicción;
14los
sacó de la profunda oscuridad
y
los libró de las cadenas.
15 Den
gracias al Señor por su amor,
¡por
lo que hace en favor de los hombres!
16 ¡Él
hizo pedazos puertas de bronce!
¡Él
hizo pedazos barras de hierro!
17Enfermos
y afligidos
por
sus propias maldades y pecados,
18no
soportaban ningún alimento;
¡ya
estaban a las puertas de la muerte!
19Pero
en su angustia clamaron al Señor,
y
él los salvó de la aflicción;
20envió
su palabra, y los sanó;
¡los
libró del sepulcro!
21 Den
gracias al Señor por su amor,
¡por
lo que hace en favor de los hombres!
22 Ofrézcanle
sacrificios de gratitud
y
hablen con alegría de sus actos.
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