el trece de octubre - Apocalipsis 13, Ester 3-4 y Salmo 106.1-23

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El monstruo del mar

Apocalipsis 13 1Vi subir del mar un monstruo que tenía siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una corona, y en las cabezas tenía nombres ofensivos contra Dios. 2Este monstruo que yo vi, parecía un leopardo; y tenía patas como de oso, y boca como de león. El dragón le dio su poder y su trono, y mucha autoridad. 3Una de las cabezas del monstruo parecía tener una herida mortal; pero la herida fue curada, y el mundo entero se llenó de asombro y siguió al monstruo. 4Adoraron al dragón porque había dado autoridad al monstruo, y adoraron también al monstruo, diciendo: "¿Quién hay como este monstruo, y quién podrá luchar contra él?"
5También se le permitió al monstruo decir cosas arrogantes y ofensivas contra Dios, y tener autoridad durante cuarenta y dos meses. 6Y así lo hizo; habló contra Dios, y dijo cosas ofensivas contra él y su santuario y contra los que están en el cielo. 7También se le permitió hacer guerra contra el pueblo santo, hasta vencerlo; y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8A ese monstruo lo adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue sacrificado.

9Si alguno tiene oídos, oiga:
10"A los que deban ir presos,
se los llevarán presos;
y a los que deban morir a filo de espada,
a filo de espada los matarán."

Aquí se verá la fortaleza y la fe del pueblo santo.

El monstruo de la tierra

11Después vi otro monstruo, que subía de la tierra. Tenía dos cuernos que parecían de cordero, pero hablaba como un dragón. 12Y tenía toda la autoridad del primer monstruo, en su presencia, y hacía que la tierra y sus habitantes adoraran al primer monstruo, el que había sido curado de su herida mortal. 13También hacía grandes señales milagrosas. Hasta hacía caer fuego del cielo a la tierra, a la vista de la gente. 14Y por medio de esas señales que se le permitía hacer en presencia del primer monstruo, engañó a los habitantes de la tierra y les mandó que hicieran una imagen de aquel monstruo que seguía vivo a pesar de haber sido herido a filo de espada. 15Y al segundo monstruo se le dio el poder de dar vida a la imagen del primer monstruo, para que aquella imagen hablara e hiciera matar a todos los que no la adorasen. 16Además, hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, les pusieran una marca en la mano derecha o en la frente. 17Y nadie podía comprar ni vender, si no tenía la marca o el nombre del monstruo, o el número de su nombre.
18Aquí se verá la sabiduría; el que entienda, calcule el número del monstruo, que es un número de hombre. Ese número es el seiscientos sesenta y seis.


Mardoqueo y Amán

Ester 3 1Algún tiempo después, el rey Asuero elevó a Amán, hijo de Hamedata, descendiente de Agag, al cargo de jefe de gobierno de la nación. 2Todos los que servían al rey en su palacio, se ponían de rodillas e inclinaban la cabeza cuando Amán pasaba o cuando estaban delante de él, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo no quiso obedecer esta orden.
3Entonces los funcionarios del rey preguntaron a Mardoqueo por qué no cumplía la orden dada por el rey. 4Y todos los días le preguntaban lo mismo, pero él no les hacía caso. Entonces fueron a contárselo a Amán, para ver si Mardoqueo sostendría sus palabras, pues ya les había dicho que era judío. 5Y cuando Amán comprobó que Mardoqueo no se arrodillaba ni inclinaba la cabeza cuando él pasaba, se llenó de indignación; 6pero como ya le habían dicho de qué raza era Mardoqueo, le pareció que no bastaría con castigarlo solo a él, y empezó a pensar en cómo acabar con todos los judíos que vivían en el reino de Asuero.

Decreto para destruir a los judíos


7El primer mes del año, o sea el mes de Nisán, en el año decimosegundo del reinado de Asuero, se echaron suertes en presencia de Amán para fijar el día y el mes en que convenía llevar a cabo su plan, y salió el día trece del mes doce, o sea el mes de Adar. 8Entonces dijo Amán al rey Asuero:
--Entre todos los pueblos que componen las provincias del reino de Su Majestad, hay uno que vive separado de los demás; tiene leyes distintas de las de otros pueblos, y no cumple las órdenes de Su Majestad. No conviene a Su Majestad que este pueblo siga viviendo en su reino. 9Por lo tanto, si a Su Majestad le parece bien, publíquese un decreto que ordene su exterminio, y yo por mi parte entregaré a los funcionarios de hacienda trescientos treinta mil kilos de plata para el tesoro real.
10Entonces el rey se quitó su anillo y se lo dio a Amán, enemigo de los judíos, 11diciéndole:
--Puedes quedarte con la plata. En cuanto a ese pueblo, haz con él lo que mejor te parezca.
12El día trece del primer mes del año fueron llamados los secretarios del rey, los cuales escribieron las órdenes de Amán a los gobernadores regionales y provinciales y a las autoridades de cada nación. Estas órdenes fueron escritas en la escritura y la lengua propias de cada provincia y pueblo, y firmadas en nombre del rey Asuero y selladas con el sello real, 13y enviadas luego por medio de correos a todas las provincias del reino. En ellas se ordenaba destruir por completo, y en un solo día, a todos los judíos, fueran jóvenes o viejos, niños o mujeres, y apoderarse de todos sus bienes. El día señalado era el trece del mes doce, o sea el mes de Adar. 14La copia de este decreto fue publicada como ley y dada a conocer en todas las provincias y pueblos, a fin de que estuvieran preparados para ese día. 15Los correos partieron inmediatamente por orden del rey, y el decreto fue publicado en la ciudadela de Susa. Y mientras el rey y Amán se sentaban a brindar, en Susa reinaba la confusión.

Tristeza de los judíos por el edicto


Ester 4 1Cuando Mardoqueo supo todo lo que había pasado, se rasgó la ropa en señal de dolor, se vistió con ropas ásperas, se echó ceniza sobre la cabeza y empezó a recorrer la ciudad dando gritos llenos de amargura. 2Así llegó hasta la entrada del palacio real, pues no se permitía que entrara nadie vestido de tal manera. 3También en cada provincia adonde llegaban la orden y el edicto del rey, hubo gran aflicción entre los judíos, los cuales manifestaban su tristeza con ayunos, lágrimas y lamentos, y muchos de ellos se acostaron sobre ceniza y se vistieron con ropas ásperas.

La intervención de Ester

4Las criadas que estaban al servicio de la reina Ester y los hombres que formaban su guardia personal, comunicaron a esta lo que estaba sucediendo. Entonces la reina se llenó de angustia y envió ropa a Mardoqueo para que se cambiara la ropa áspera que tenía puesta, pero él no quiso aceptarla. 5Ester llamó entonces a Hatac, que era oficial de la guardia real, y le ordenó que fuera a ver a Mardoqueo y le preguntara qué estaba sucediendo y por qué hacía todo aquello. 6Hatac fue a hablar con Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del palacio real, 7y Mardoqueo lo puso al corriente de lo que pasaba y de la cantidad de plata que Amán había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fueran exterminados. 8También le entregó una copia del decreto de exterminación publicado en Susa, para que se la diera a Ester y así pudiera ella estar informada de todo. También le recomendaba a Ester que hablara personalmente con el rey y le suplicara que interviniera en favor de su pueblo.
9Hatac regresó y le contó a Ester lo que Mardoqueo le había dicho. 10Entonces Ester envió nuevamente a Hatac con la siguiente respuesta para Mardoqueo: 11"Todos los que sirven al rey, y los habitantes de las provincias bajo su gobierno, saben que hay una ley que condena a muerte a todo hombre o mujer que entre en el patio interior del palacio para ver al rey sin que él lo haya llamado, a no ser que el rey tienda su cetro de oro hacia esa persona en señal de clemencia, y le perdone así la vida. Por lo que a mí toca, hace ya treinta días que no he sido llamada por el rey."
12Cuando Mardoqueo recibió la respuesta de Ester, 13le envió a su vez este mensaje: "No creas que tú, por estar en el palacio real, vas a ser la única judía que salve la vida. 14Si ahora callas y no dices nada, la liberación de los judíos vendrá de otra parte, pero tú y la familia de tu padre morirán. ¡A lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!"
15Entonces Ester envió esta respuesta a Mardoqueo: 16"Ve y reúne a todos los judíos de Susa, para que ayunen por mí. Que no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya contra la ley. Y si me matan, que me maten."
17Entonces Mardoqueo se fue y cumplió todas las indicaciones de Ester.


SALMO 106 (105)

La constante rebeldía de Israel

1¡Aleluya!

Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2¿Quién podrá describir las victorias del Señor?
¿Quién podrá alabarlo como merece?
3Felices los que practican la justicia
y hacen siempre lo que es justo.
4Acuérdate de mí, Señor, cuando hagas bien a tu pueblo;
tenme presente cuando vengas a salvar,
5para que vea yo la dicha de tus escogidos,
para que me alegre y enorgullezca
con el pueblo que te pertenece.

6Hemos pecado igual que nuestros padres;
nos hemos pervertido; hemos hecho lo malo.
7Nuestros padres, allá en Egipto,
no dieron importancia a tus grandes hechos;
se olvidaron de tu gran amor,
y junto al Mar Rojo se rebelaron contra ti.

8Pero Dios los salvó, y dio a conocer su poder
haciendo honor a su nombre.
9Reprendió al Mar Rojo y lo dejó seco.
Los hizo pasar por el fondo del mar
como por un desierto.
10Así los salvó de sus enemigos,
del poder de quienes los odiaban.
11El agua cubrió a sus rivales
y ni uno de ellos quedó con vida.
12Entonces creyeron en las promesas de Dios
y le cantaron alabanzas.

13Pero muy pronto olvidaron los hechos de Dios,
y no esperaron a conocer sus planes.
14Allá, en la soledad del desierto,
pusieron a prueba a Dios
exigiéndole que les cumpliera sus deseos.
15Y Dios les dio lo que pidieron,
pero les mandó una enfermedad mortal.

16En el campamento tuvieron envidia de Moisés,
y también de Aarón, el consagrado del Señor.
17Entonces se abrió la tierra y se tragó a Datán,
y también a la pandilla de Abiram.
18¡El fuego ardió contra todos ellos!
¡Las llamas quemaron a los malvados!

19En el monte Horeb hicieron un becerro,
un ídolo de oro fundido, y lo adoraron:
20¡cambiaron al Dios glorioso
por la imagen de un buey que come hierba!
21Olvidaron a Dios, su Salvador,
que había hecho grandes cosas en Egipto,
22que había hecho maravillas en el país de Cam
y cosas sorprendentes en el Mar Rojo.
23Dios habló de destruirlos;
pero Moisés, su escogido, se interpuso
y calmó el furor de Dios,
evitando que los destruyera.

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