el veintisiete de septiembre - 1 Juan 5, Esdras 3-4 y Salmo 92

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La fe, raíz del amor

1 Juan 5 1Todo el que tiene fe en que Jesús es el Mesías, es hijo de Dios; y el que ama a un padre, ama también a los hijos de ese padre. 2Cuando amamos a Dios y hacemos lo que él manda, sabemos que amamos también a los hijos de Dios. 3El amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga, 4porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo. Y nuestra fe nos ha dado la victoria sobre el mundo. 5El que cree que Jesús es el Hijo de Dios, vence al mundo.
6La venida de Jesucristo quedó señalada con agua y sangre; no solo con agua, sino con agua y sangre. El Espíritu mismo es testigo de esto, y el Espíritu es la verdad. 7Tres son los testigos: 8el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo. 9Aceptamos el testimonio de los hombres, pero el testimonio de Dios es de mucho más valor, porque consiste en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 10El que cree en el Hijo de Dios, lleva este testimonio en su propio corazón; el que no cree en Dios, lo hace aparecer como mentiroso, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11Este testimonio es que Dios nos ha dado vida eterna, y que esta vida está en su Hijo. 12El que tiene al Hijo de Dios, tiene también esta vida; pero el que no tiene al Hijo de Dios, no la tiene.

Despedida

13Les escribo esto a ustedes que creen en el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.
14Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. 15Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido.
16Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, debe orar, y Dios dará vida al hermano, si se trata de un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte, y por ese pecado no digo que se deba orar. 17Toda maldad es pecado; pero hay pecado que no lleva a la muerte.
18Sabemos que el que tiene a Dios como Padre, no sigue pecando, porque el Hijo de Dios lo cuida, y el maligno no lo toca. 19Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. 20Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al Dios verdadero. Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. 21Hijitos, cuídense de los dioses falsos.


Se reorganiza el culto

Esdras 3 1Cuando llegó el mes séptimo, y los israelitas se habían instalado ya en sus poblaciones, todo el pueblo se reunió en Jerusalén. 2Entonces Josué, hijo de Josadac, y sus compañeros los sacerdotes, así como Zorobabel, hijo de Salatiel, y sus parientes, se pusieron a construir el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él los holocaustos que ordena la ley de Moisés, hombre de Dios. 3Construyeron el altar bien firme, porque tenían miedo de la gente de la región, y cada mañana y cada tarde ofrecían sobre él holocaustos en honor del Señor. 4Celebraron además la fiesta de las Enramadas, conforme a la ley escrita, ofreciendo diariamente los holocaustos acostumbrados, según la cantidad correspondiente a cada día, 5así como los holocaustos diarios y de luna nueva, los correspondientes a las fiestas sagradas del Señor, y los que alguien ofrecía voluntariamente al Señor. 6Desde el primer día del mes séptimo empezaron a ofrecer holocaustos al Señor, aun cuando el templo del Señor no se había comenzado a reconstruir. 7Luego dieron dinero a los albañiles y carpinteros, y comida, bebida y aceite a la gente de Tiro y Sidón, para que desde el Líbano llevaran por mar madera de cedro hasta Jope, según el permiso que les había dado Ciro, rey de Persia.

Comienza la reconstrucción del templo

8Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué, hijo de Josadac, junto con sus compañeros los sacerdotes y levitas, y con todos los desterrados que volvieron a Jerusalén, iniciaron la reconstrucción del templo de Dios en el mes segundo del segundo año de su llegada a Jerusalén, dejando la dirección de las obras en manos de los levitas mayores de veinte años. 9Josué y sus hijos y hermanos formaron un solo grupo con Cadmiel y sus hijos, que eran descendientes de Judá, y con los descendientes e hijos y hermanos de Henadad, que eran levitas, para dirigir a los que trabajaban en el templo de Dios.
10Cuando los constructores echaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes se pusieron de pie, vestidos para la ocasión y con trompetas. Los levitas descendientes de Asaf llevaban platillos para alabar al Señor, según lo ordenado por David, rey de Israel. 11Unos cantaban alabanzas, y otros respondían: "Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor por Israel es eterno." Y todo el pueblo gritaba de alegría y alababa al Señor, porque ya se había comenzado a reconstruir el templo del Señor. 12Y muchos de los sacerdotes, levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y que habían visto el primer templo, lloraban en alta voz porque veían que se comenzaba a construir este nuevo templo. Al mismo tiempo, muchos otros gritaban de alegría. 13Nadie podía distinguir entre los gritos de alegría y el llanto de la gente, pues gritaban tanto que desde muy lejos se oía el alboroto.

Los enemigos obligan a interrumpir las obras

Esdras 4 1Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín supieron que los que habían vuelto del destierro estaban reconstruyendo el templo del Señor, Dios de Israel, 2fueron a ver a Zorobabel y a Josué y a los jefes de familia, y les dijeron:
--Permitan ustedes que les ayudemos en la construcción, porque nosotros, como ustedes, también hemos recurrido a su Dios y le hemos ofrecido sacrificios desde el tiempo de Esarhadón, rey de Asiria, que nos trajo hasta aquí.
3Pero Zorobabel, Josué y los otros jefes de familia israelitas les respondieron:
--No podemos reconstruir junto con ustedes el templo de nuestro Dios. Lo tenemos que reconstruir nosotros solos para el Señor, Dios de Israel, pues así nos lo ordenó Ciro, rey de Persia.
4Entonces la gente de la región se dedicó a desanimar a la gente de Judá y a no dejarlos construir. 5Además sobornaron a ciertos funcionarios del gobierno, y estos se opusieron a sus propósitos durante todo el tiempo que Ciro fue rey de Persia, y hasta el reinado de Darío, rey de Persia. 6En los comienzos del reinado de Asuero presentaron una acusación contra los habitantes de Judá y de Jerusalén. 7Y en la época de Artajerjes, rey de Persia, Bislam, Mitrídates, Tabeel y sus demás compañeros escribieron a Artajerjes. La carta estaba escrita en arameo, con su traducción correspondiente. 8Rehúm, que era el comandante, y Simsai, el secretario, escribieron al rey Artajerjes una carta en contra de los habitantes de Jerusalén. 9-11Esta es la carta que le enviaron Rehúm el comandante, Simsai el secretario, y sus compañeros los jueces, generales y funcionarios de Persia, Érec, Babilonia y Susa, o sea Elam, y el resto de las naciones que el grande e ilustre Asnapar llevó desterradas e instaló en las ciudades de Samaria y en el resto de la provincia al oeste del río Éufrates:

"Al rey Artajerjes, de parte de sus siervos de la provincia al oeste del río Éufrates:
12"Hacemos del conocimiento de Su Majestad que los judíos que de parte de Su Majestad vinieron a nosotros, han llegado a Jerusalén y están reconstruyendo esta ciudad rebelde y perversa. Ya han comenzado a levantar las murallas y a reparar los cimientos. 13Y hacemos también del conocimiento de Su Majestad que si esta ciudad es reconstruida y levantada su muralla, esa gente no va a querer pagar tributo ni impuestos ni derechos, con lo que el tesoro real sufrirá pérdidas. 14Y como nosotros estamos al servicio de Su Majestad, no podemos permitir que se ofenda a Su Majestad de tal manera. Por eso enviamos a Su Majestad esta información, 15para que se investigue en los archivos de los antepasados de Su Majestad. Por lo que allí se diga, Su Majestad podrá comprobar que esta ciudad es rebelde y peligrosa para los reyes y para las otras provincias, y que ya en otros tiempos se organizaron rebeliones en ella, y que por eso fue destruida. 16Por lo tanto, hacemos saber a Su Majestad que si esta ciudad es reconstruida, y terminada de reparar su muralla, Su Majestad perderá el dominio sobre la provincia al oeste del río Éufrates."


17Entonces el rey Artajerjes les envió la siguiente respuesta:

"A Rehúm el comandante, a Simsai el secretario, y a sus compañeros que viven en Samaria y en el resto de la provincia al oeste del río Éufrates: saludos.
"En relación 18con la carta que ustedes me han enviado, y cuya traducción ha sido leída en mi presencia, 19ordené que se hiciera una investigación. Se ha encontrado, en efecto, que esa ciudad se ha rebelado anteriormente contra los reyes, que se han organizado en ella revueltas y rebeliones, 20y que hubo en Jerusalén reyes poderosos que dominaron en la provincia al oeste del río Éufrates, a los cuales se pagaba tributo, impuestos y derechos. 21Por lo tanto, ordenen a esos hombres que detengan las obras y que, hasta nueva orden mía, no se reconstruya la ciudad. 22No descuiden este asunto, para que no aumente el mal en perjuicio del reino."


23Cuando la carta del rey Artajerjes fue leída en presencia de Rehúm, de Simsai el secretario, y de sus compañeros, todos ellos fueron inmediatamente a Jerusalén, y por la fuerza obligaron a los judíos a detener las obras. 24De esta manera, la reconstrucción del templo de Dios en Jerusalén quedó suspendida hasta el segundo año del reinado de Darío de Persia.


SALMO 92 (91)

Un canto de alabanza

1Altísimo Señor, ¡qué bueno es darte gracias
y cantar himnos en tu honor!
2Anunciar por la mañana y por la noche
tu gran amor y fidelidad,
3al son de instrumentos de cuerda,
con música suave de arpa y de salterio.

4Oh Señor, ¡tú me has hecho feliz con tus acciones!
¡Tus obras me llenan de alegría!
5Oh Señor, ¡qué grandes son tus obras!,
¡qué profundos tus pensamientos!
6¡Solo los necios no pueden entenderlo!
7Si los malvados y malhechores
crecen como la hierba, y prosperan,
es solo para ser destruidos para siempre.
8Pero tú, Señor, por siempre estás en lo alto.
9Una cosa es cierta, Señor:
que tus enemigos serán destruidos;
que todos los malhechores serán dispersados.

10Tú aumentas mis fuerzas
como las fuerzas de un toro,
y viertes perfume sobre mi cabeza.
11He de ver cómo caen mis enemigos;
¡he de oir las quejas de esos malvados!

12Los buenos florecen como las palmas
y crecen como los cedros del Líbano.
13Están plantados en el templo del Señor;
florecen en los atrios de nuestro Dios.
14Aun en su vejez, darán fruto;
siempre estarán fuertes y lozanos,
15y anunciarán que el Señor, mi protector,
es recto y no hay en él injusticia.

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