el veintiséis de septiembre - 1 Juan 4, Esdras 1-2 y Salmo 91

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La verdadera fe

1 Juan 4 1Queridos hermanos, no crean ustedes a todos los que dicen estar inspirados por Dios, sino pónganlos a prueba, a ver si el espíritu que hay en ellos es de Dios o no. Porque el mundo está lleno de falsos profetas. 2De esta manera pueden ustedes saber quién tiene el Espíritu de Dios: todo el que reconoce que Jesucristo vino como hombre verdadero, tiene el Espíritu de Dios. 3El que no reconoce así a Jesús, no tiene el Espíritu de Dios; al contrario, tiene el espíritu del Anticristo. Ustedes han oído que ese espíritu ha de venir; pues bien, ya está en el mundo.
4Hijitos, ustedes son de Dios y han vencido a esos mentirosos, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. 5Ellos son del mundo; por eso hablan de las cosas del mundo, y los que son del mundo los escuchan. 6En cambio, nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, pero el que no es de Dios no nos escucha. En esto, pues, podemos conocer quién tiene el espíritu de la verdad y quién tiene el espíritu del engaño.

El amor, señal de nuestra comunión con Dios

7Queridos hermanos, debemos amarnos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. 8El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. 9Dios mostró su amor hacia nosotros al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él. 10El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.
11Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros. 12A Dios nunca lo ha visto nadie; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros. 13La prueba de que nosotros vivimos en Dios y de que él vive en nosotros, es que nos ha dado su Espíritu. 14Y nosotros mismos hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para salvar al mundo. 15Cualquiera que reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, vive en Dios y Dios en él.
16Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él. 17De esta manera se hace realidad el amor en nosotros, para que en el día del juicio tengamos confianza; porque nosotros somos en este mundo tal como es Jesucristo. 18Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente.
19Nosotros amamos porque él nos amó primero. 20Si alguno dice: "Yo amo a Dios", y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve. 21Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.


ESDRAS

El decreto de Ciro
(2  Cr 36.22-23)

Esdras 1 1En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, y para que se cumpliera la palabra del Señor anunciada por Jeremías, el Señor impulsó a Ciro a que en todo su reino promulgara, de palabra y por escrito, este decreto: 2"Ciro, rey de Persia, declara lo siguiente: El Señor, Dios de los cielos, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le construya un templo en Jerusalén, que está en la región de Judá. 3Así que, a cualquiera de ustedes que pertenezca al pueblo del Señor, que Dios lo ayude, y vaya a Jerusalén, que está en Judá, a construir el templo del Señor, el Dios de Israel, que es el Dios que habita en Jerusalén. 4Y a cualquiera de los sobrevivientes que emigre del lugar donde ahora vive, que le ayuden sus vecinos con plata, oro, bienes y ganado, además de donativos para el templo de Dios en Jerusalén."

Los israelitas vuelven a Jerusalén

5Los jefes de las familias de Judá y Benjamín, y los sacerdotes y los levitas, o sea todos los que habían sido animados por Dios, se prepararon para ir a Jerusalén y reconstruir el templo del Señor. 6Todos sus vecinos les ayudaron con plata, oro, bienes, ganado y objetos valiosos, además de toda clase de ofrendas voluntarias. 7El rey Ciro, por su parte, hizo entrega de los utensilios del templo del Señor, que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén y llevado al templo de sus dioses. 8Ciro los devolvió por conducto de Mitrídates, el tesorero, quien después de contarlos los entregó a Sesbasar, gobernador de Judá. 9La cuenta de los objetos fue la siguiente: treinta tazones de oro, mil tazones de plata, veintinueve cuchillos, 10treinta tazas de oro, cuatrocientas diez tazas de plata de inferior calidad, y mil objetos más. 11El total de objetos de oro y plata fue de cinco mil cuatrocientos. Todo esto lo llevó Sesbasar de vuelta a Jerusalén, al regresar de Babilonia con los desterrados.

Los que regresaron de Babilonia
(Neh 7.5-73)

Esdras 2 1-2Esta es la lista de los israelitas nacidos en Judá que fueron desterrados a Babilonia por el rey Nabucodonosor, y que después del destierro volvieron a Jerusalén y a otros lugares de Judá, cada cual a su población, encabezados por Zorobabel, Josué, Nehemías, Seraías, Reelaías, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvai, Rehúm y Baaná:
3Los descendientes de Parós, dos mil ciento setenta y dos;
4los de Sefatías, trescientos setenta y dos;
5los de Árah, setecientos setenta y cinco;
6los de Pahat-moab, o sea, de Josué y Joab, dos mil ochocientos doce;
7los de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;
8los de Zatú, novecientos cuarenta y cinco;
9los de Zacai, setecientos sesenta;
10los de Binuy, seiscientos cuarenta y dos;
11los de Bebai, seiscientos veintitrés;
12los de Azgad, mil doscientos veintidós;
13los de Adonicam, seiscientos sesenta y seis;
14los de Bigvai, dos mil cincuenta y seis;
15los de Adín, cuatrocientos cincuenta y cuatro;
16los de Ater, o sea de Ezequías, noventa y ocho;
17los de Besai, trescientos veintitrés;
18los de Jorá, ciento doce;
19los de Hasum, doscientos veintitrés;
20los de Guibar, noventa y cinco;
21los de Belén, ciento veintitrés.
22Los hombres de Netofá, cincuenta y seis;
23los de Anatot, ciento veintiocho.
24Los descendientes de Bet-azmávet, cuarenta y dos;
25los de Quiriat-jearim, Quefirá y Beerot, setecientos cuarenta y tres;
26los de Ramá y Gueba, seiscientos veintiuno.
27Los hombres de Micmás, ciento veintidós;
28los de Betel y Ai, doscientos veintitrés.
29Los descendientes de Nebo, cincuenta y dos;
30los de Magbís, ciento cincuenta y seis;
31los del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro;
32los de Harim, trescientos veinte;
33los de Lod, Hadid y Onó, setecientos veinticinco;
34los de Jericó, trescientos cuarenta y cinco;
35los de Senaá, tres mil seiscientos treinta.
36Los sacerdotes descendientes de Jedaías, de la familia de Josué, novecientos setenta y tres;
37los descendientes de Imer, mil cincuenta y dos;
38los de Pashur, mil doscientos cuarenta y siete;
39los de Harim, mil diecisiete.
40Los levitas descendientes de Josué y de Cadmiel, que a su vez eran descendientes de Hodavías, setenta y cuatro.
41Los cantores, descendientes de Asaf, ciento veintiocho.
42Los porteros eran los descendientes de Salum, los de Ater, los de Talmón, los de Acub, los de Hatitá y los de Sobai. En total, ciento treinta y nueve.
43Los sirvientes del templo eran los descendientes de Sihá, los de Hasufá, los de Tabaot, 44los de Querós, los de Siahá, los de Padón, 45los de Lebaná, los de Hagabá, los de Acub, 46los de Hagab, los de Salmai, los de Hanán, 47los de Guidel, los de Gáhar, los de Reaías, 48los de Resín, los de Necodá, los de Gazam, 49los de Uzá, los de Paséah, los de Besai, 50los de Asná, los de Meunim, los de Nefusim, 51los de Bacbuc, los de Hacufá, los de Harhur, 52los de Baslut, los de Mehidá, los de Harsá, 53los de Barcós, los de Sísara, los de Temá, 54los de Nesíah y los de Hatifá.
55Los descendientes de los sirvientes de Salomón eran los descendientes de Sotai, los de Soféret, los de Perudá, 56los de Jaalá, los de Darcón, los de Guidel, 57los de Sefatías, los de Hatil, los de Poquéret-hasebaím y los de Amón. 58El total de los sirvientes del templo y de los descendientes de los sirvientes de Salomón era de trescientos noventa y dos.
59Los que llegaron de Tel-mélah, Tel-harsá, Querub, Adón e Imer, y que no pudieron demostrar si eran israelitas de raza o por parentesco, fueron los siguientes: 60los descendientes de Delaías, los de Tobías y los de Necodá, que eran seiscientos cincuenta y dos. 61Y de los parientes de los sacerdotes: los descendientes de Hobaías, los de Cos y los de Barzilai, el cual se casó con una de las hijas de Barzilai, el de Galaad, y tomó el nombre de ellos. 62Estos buscaron su nombre en el registro familiar, pero como no lo encontraron allí, fueron excluidos del sacerdocio. 63Además, el gobernador les ordenó que no comieran de los alimentos consagrados hasta que un sacerdote decidiera la cuestión por medio del Urim y el Tumim.
64La comunidad se componía de un total de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 65sin contar sus esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientas treinta y siete personas. Tenían también doscientos cantores y cantoras. 66Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 67cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos.
68Algunos jefes de familia, al llegar al templo del Señor en Jerusalén, entregaron donativos para reconstruir en su sitio el templo de Dios. 69Y dieron para el fondo de reconstrucción, conforme a sus posibilidades, cuatrocientos ochenta y ocho kilos de oro, dos mil setecientos cincuenta kilos de plata y cien túnicas sacerdotales.
70Los sacerdotes, los levitas y algunos del pueblo se quedaron a vivir en Jerusalén, y los cantores, porteros y sirvientes del templo, y los demás israelitas, se quedaron en sus propias ciudades.


SALMO 91 (90)

El Señor es nuestro refugio

1El que vive bajo la sombra protectora
del Altísimo y Todopoderoso,
2dice al Señor: "Tú eres mi refugio,
mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!"

3Solo él puede librarte
de trampas ocultas y plagas mortales,
4pues te cubrirá con sus alas,
y bajo ellas estarás seguro.
¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!
5No tengas miedo a los peligros nocturnos,
ni a las flechas lanzadas de día,
6ni a las plagas que llegan con la oscuridad,
ni a las que destruyen a pleno sol;
7pues mil caerán muertos a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
pero a ti nada te pasará.
8Solamente lo habrás de presenciar:
verás a los malvados recibir su merecido.

9Ya que has hecho del Señor tu refugio,
del Altísimo tu lugar de protección,
10no te sobrevendrá ningún mal
ni la enfermedad llegará a tu casa;
11pues él mandará que sus ángeles
te cuiden por dondequiera que vayas.
12Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con piedra alguna.
13Podrás andar entre leones,
entre monstruos y serpientes.

14"Yo lo pondré a salvo,
fuera del alcance de todos,
porque él me ama y me conoce.
15Cuando me llame, le contestaré;
¡yo mismo estaré con él!
Lo libraré de la angustia
y lo colmaré de honores;
16lo haré disfrutar de una larga vida:
¡lo haré gozar de mi salvación!"

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