el veintiuno de septiembre - San Juan 20.19-31, 2 Crónicas 32 y Salmo 88

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Jesús se aparece a los discípulos
(Mt 28.16-20; Mc 16.14-18; Lc 24.36-49)

San Juan 20 19Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
--¡Paz a ustedes!
20Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. 21Luego Jesús les dijo otra vez:
--¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
22Y sopló sobre ellos, y les dijo:
--Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Tomás ve al Señor resucitado

24Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25Después los otros discípulos le dijeron:
--Hemos visto al Señor.
Pero Tomás les contestó:
--Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.
26Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo:
--¡Paz a ustedes!
27Luego dijo a Tomás:
--Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
28Tomás entonces exclamó:
--¡Mi Señor y mi Dios!
29Jesús le dijo:
--¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!

El porqué de este libro

30Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.


Senaquerib invade Judá
(2  R 18.13--19.37; Is 36--37)

2 Crónicas 32 1Después de estas cosas y de esta muestra de fidelidad, llegó Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá y puso cerco a las ciudades fortificadas, con intención de conquistarlas.
2Al ver Ezequías que Senaquerib había llegado resuelto a atacar a Jerusalén, 3consultó a sus jefes civiles y militares y les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad, y ellos estuvieron de acuerdo. 4Entonces se reunió mucha gente y cegaron todos los manantiales, así como el canal subterráneo, para que cuando llegaran los reyes de Asiria no encontraran agua abundante.
5Ezequías se armó de ánimo y reconstruyó la muralla, y también construyó torres sobre ella y una muralla exterior. Fortificó además el terraplén de la Ciudad de David, y fabricó buena cantidad de lanzas y escudos. 6Luego puso oficiales al mando de la gente, los reunió en la explanada de la puerta de la ciudad y les dio ánimo, diciéndoles: 7"¡Sean fuertes y valientes! No tengan miedo ni se desanimen ante el rey de Asiria y todo el numeroso ejército que lo acompaña, porque nosotros tenemos más que él. 8Él cuenta con la fuerza de los hombres, pero con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos a luchar nuestras batallas." Al oir las palabras del rey Ezequías, el pueblo se sintió animado.
9Después el rey Senaquerib de Asiria, quien se encontraba atacando a Laquis con todas sus tropas, mandó a Jerusalén unos oficiales suyos, para comunicar a Ezequías, rey de Judá, y a todos los habitantes de Jerusalén que estaban en Jerusalén, el siguiente mensaje:
10"Senaquerib, rey de Asiria, manda a decirles: '¿Por qué se sienten tan seguros, que se quedan en Jerusalén a pesar de estar cercados? 11Si Ezequías les dice que el Señor su Dios los librará de mis manos, los está engañando y los está exponiendo a ustedes a morir de hambre y sed. 12¿Acaso no suprimió Ezequías los lugares de culto y los altares de ese Dios, y ordenó que la gente de Judá y Jerusalén le diera culto y le ofreciera incienso solamente en un altar? 13¿No saben lo que yo y mis antepasados hemos hecho con todos los pueblos de los otros países? ¿Acaso pudieron los dioses de esas naciones librarlos de mi poder? 14¿Cuál de todos los dioses de esas naciones que destruyeron mis antepasados, pudo salvar a su país de mi poder? ¿Por qué piensan que su Dios puede salvarlos? 15Por tanto, no se dejen engañar ni embaucar por Ezequías; no le crean, pues si ningún dios de ninguna de esas naciones fue capaz de librar a su pueblo de mi poder y del poder de mis antepasados, ¡mucho menos podrá el Dios de ustedes librarlos de mi poder!'  "
16Esto, y más todavía, dijeron los oficiales del rey de Asiria contra Dios, el Señor, y contra su siervo Ezequías. 17Senaquerib escribió además cartas en que insultaba al Señor, Dios de Israel, y en que decía contra él: "Así como los dioses de los pueblos de otros países no pudieron librarlos de mi poder, tampoco el Dios de Ezequías podrá librar de mi poder a su pueblo."
18Los oficiales de Senaquerib, dirigiéndose a la gente de Jerusalén que estaba en la muralla, gritaron bien fuerte en hebreo para asustarlos y aterrorizarlos, y así poder conquistar la ciudad. 19Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de las otras naciones de la tierra, que son dioses hechos por los hombres.
20En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y pidieron ayuda al cielo. 21Entonces el Señor envió un ángel que exterminó a todos los soldados, capitanes y comandantes del campamento del rey de Asiria, quien tuvo que volverse a su país lleno de vergüenza. Y cuando entró en el templo de su dios, allí mismo lo asesinaron sus propios hijos.
22De este modo, el Señor libró a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén del poder de Senaquerib, rey de Asiria, y del poder de todos los demás, y les concedió paz con todos sus vecinos. 23Entonces hubo muchos que llevaron a Jerusalén ofrendas para el Señor, y regalos valiosos para Ezequías, rey de Judá. Y a partir de entonces, su prestigio aumentó frente a las demás naciones.

Enfermedad y curación de Ezequías
(2  R 20.1-11; Is 38.1-22)

24Por aquel tiempo, Ezequías cayó gravemente enfermo; pero oró al Señor, quien le contestó por medio de una señal milagrosa. 25Pero, a pesar del beneficio que había recibido, Ezequías no fue agradecido, sino que se llenó de orgullo, por lo cual el Señor se enojó con él y también con Judá y Jerusalén.
26Sin embargo, a pesar de su orgullo, Ezequías se humilló ante Dios, y lo mismo hicieron los habitantes de Jerusalén, y el Señor no descargó su ira sobre ellos mientras Ezequías vivió.

Prosperidad de Ezequías

27Ezequías gozó de grandes riquezas y honores, y llegó a acumular grandes cantidades de plata, oro, piedras preciosas, perfumes, escudos y toda clase de objetos valiosos. 28Construyó también almacenes para guardar los cereales, el vino y el aceite, y establos para toda clase de ganado, y rediles para los rebaños. 29Además hizo construir ciudades, y tuvo mucho ganado mayor y menor, pues Dios le concedió muchísimos bienes.
30Ezequías fue también quien mandó cegar la salida del agua por la parte de arriba del manantial de Guihón, y la canalizó hacia abajo, hacia el lado occidental de la Ciudad de David. Así que Ezequías tuvo éxito en todo lo que emprendió.

Ezequías recibe a los enviados de Babilonia
(2  R 20.12-19; Is 39.1-8)

31Así sucedió también cuando las autoridades de Babilonia enviaron a unos para visitarlo e informarse del milagro que había ocurrido en el país. Dios dejó solo a Ezequías, para probarlo y conocer a fondo su manera de pensar.

Muerte de Ezequías
(2  R 20.20-21)

32El resto de la historia de Ezequías y de sus obras piadosas, está escrito en la revelación del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 33Cuando murió Ezequías, lo enterraron en la parte superior del panteón de la familia de David. Todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores; y reinó en su lugar su hijo Manasés.


SALMO 88 (87)

Señor, ¿por qué me desprecias?

1Señor, mi Dios y Salvador,
día y noche te pido ayuda,
2¡acepta mi oración!,
¡atiende a mi plegaria!

3Tanto es el mal que ha caído sobre mí,
que me encuentro al borde de la muerte;
4¡ya me pueden contar entre los muertos,
pues me he quedado sin fuerzas!
5Estoy abandonado entre difuntos;
soy como los que han muerto en combate
y ya han sido enterrados;
como los que han perdido tu protección
y ya han sido olvidados por ti.
6Me has echado en lo más hondo del hoyo,
en lugares oscuros y profundos.
7Has descargado tu enojo sobre mí,
¡me has hundido bajo el peso de tus olas!
8Has hecho que mis amigos me abandonen;
me has hecho insoportable para ellos.
¡Soy como un preso que no puede escapar!
9De tanto llorar me estoy quedando ciego.
¡Todos los días clamo a ti, Señor,
y a ti levanto las manos!
10¿Acaso harás milagros por los muertos?
¿Acaso podrán los muertos darte gracias?
11¿Acaso se hablará de tu verdad y de tu amor
en el sepulcro, en el reino de la muerte?
12En las sombras de la muerte, donde todo se olvida,
¿habrá quién reconozca tu rectitud y maravillas?

13Pero yo, Señor, a ti clamo;
de mañana elevo a ti mi oración.
14¿Por qué me desprecias, Señor?
¿Por qué te escondes de mí?
15Desde los días de mi juventud
he estado afligido y al borde de la muerte;
he soportado cosas terribles de tu parte,
y ya no puedo más.
16Tu furor terrible ha pasado sobre mí,
y me ha vencido;
17me rodea por completo a todas horas,
como una inundación.
18Has alejado de mí amigos y compañeros,
y ahora solo tengo amistad con las tinieblas.

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