el nueve de septiembre - San Juan 13.1-20, 2 Crónicas 18 y Salmo 78.21-37

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Jesús lava los pies de sus discípulos

San Juan 13 1Era antes de la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que había llegado la hora de que él dejara este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin.
2-4El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Jesús sabía que había venido de Dios, que iba a volver a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad; así que, mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. 5Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
6Cuando iba a lavarle los pies a Simón Pedro, este le dijo:
--Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí?
7Jesús le contestó:
--Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás.
8Pedro le dijo:
--¡Jamás permitiré que me laves los pies!
Respondió Jesús:
--Si no te los lavo, no podrás ser de los míos.
9Simón Pedro le dijo:
--¡Entonces, Señor, no me laves solamente los pies, sino también las manos y la cabeza!
10Pero Jesús le contestó:
--El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11Dijo: "No están limpios todos", porque sabía quién lo iba a traicionar.
12Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo:
--¿Entienden ustedes lo que les he hecho? 13Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. 14Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. 16Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. 17Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.
18"No estoy hablando de todos ustedes; yo sé quiénes son los que he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: 'El que come conmigo, se ha vuelto contra mí.' 19Les digo esto de antemano para que, cuando suceda, ustedes crean que Yo Soy. 20Les aseguro que el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado."


Micaías anuncia la derrota de Ahab
(1  R 22.1-40)

2 Crónicas 18 1Josafat consiguió grandes riquezas y honores, y llegó a ser consuegro de Ahab.
2Después de algunos años, Josafat fue a Samaria a visitar a Ahab, el cual, para festejar a Josafat y a sus acompañantes, mató muchas ovejas y reses, y trató de incitarlo a atacar a Ramot de Galaad. 3En efecto, Ahab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá:
--¿Quieres acompañarme a marchar contra Ramot de Galaad?
Josafat le respondió:
--Yo, lo mismo que mi ejército, estamos contigo y con tu gente para ir a la guerra. 4Pero antes consulta la voluntad del Señor.
5El rey de Israel reunió a los profetas, que eran cuatrocientos, y les preguntó:
--¿Debemos atacar a Ramot de Galaad, o no?
Y ellos respondieron:
--Atácala, porque Dios te la va a entregar.
6Pero Josafat preguntó:
--¿No hay por aquí algún otro profeta del Señor a quien también podamos consultar?
7El rey de Israel contestó a Josafat:
--Hay uno más, por medio del cual podemos consultar al Señor. Es Micaías, hijo de Imlá. Pero lo aborrezco, porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas.
Pero Josafat le dijo:
--No digas eso.
8En seguida el rey de Israel llamó a un oficial, y le ordenó:
--¡Pronto, que venga Micaías, hijo de Imlá!
9Tanto el rey de Israel como Josafat, el rey de Judá, tenían puesta su armadura y estaban sentados en sus tronos en la explanada a la entrada de Samaria, y todos los profetas caían en trance profético delante de ellos. 10Sedequías, hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y gritaba: "¡Así ha dicho el Señor: 'Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta exterminarlos!'  "
11Todos los profetas anunciaban lo mismo. Decían al rey: "Ataca a Ramot de Galaad y obtendrás la victoria, pues el Señor va a entregarte la ciudad."
12El mensajero que había ido a llamar a Micaías, le dijo a este:
--Todos los profetas, sin excepción, han dado una respuesta favorable al rey. Así pues, te ruego que hables como todos ellos, y anuncies algo favorable.
13Micaías le contestó:
--¡Juro por el Señor que solo diré lo que mi Dios me ordene decir!
14Luego se presentó ante el rey, y el rey le preguntó:
--Micaías, ¿debemos atacar a Ramot de Galaad, o no?
Y Micaías dijo:
--Atáquenla, y obtendrán la victoria, pues Dios se la va a entregar.
15Pero el rey le respondió:
--¿Cuántas veces te he de decir que bajo juramento me declares solo la verdad en el nombre del Señor?
16Entonces Micaías dijo:

"He visto a todos los israelitas
desparramados por los montes,
como ovejas sin pastor.
Y el Señor ha dicho:
'Estos no tienen dueño;
que cada uno vuelva en paz a su casa.'  "

17El rey de Israel dijo a Josafat:
--¿No te he dicho que este hombre nunca me anuncia cosas buenas, sino solo cosas malas?
18Micaías añadió:
--Por eso que has dicho, oigan ustedes la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono, y a todo el ejército del cielo, que estaba de pie, junto a él, a su derecha y a su izquierda. 19Entonces el Señor preguntó quién iría a incitar a Ahab, rey de Israel, para que atacara a Ramot de Galaad y cayera allí. Unos decían una cosa y otros otra. 20Pero un espíritu se presentó delante del Señor y dijo que él lo haría. El Señor le preguntó cómo lo iba a hacer, 21y el espíritu respondió que iba a inspirar mentiras en todos los profetas del rey. Entonces el Señor le dijo que, en efecto, conseguiría engañarlo, y que fuera a hacerlo. 22Y ahora ya sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en labios de estos profetas tuyos, y que ha determinado tu ruina.
23Entonces Sedequías, hijo de Quenaaná, acercándose a Micaías le dio una bofetada y dijo:
--¿Por dónde se me fue el espíritu del Señor para hablarte a ti?
24Y Micaías le respondió:
--Lo sabrás el día en que andes escondiéndote de habitación en habitación.
25Entonces el rey de Israel ordenó:
--¡Agarren a Micaías y llévenlo preso ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo! 26Díganles que yo ordeno que lo metan en la cárcel y lo tengan a ración escasa de pan y agua, hasta que yo regrese sano y salvo.
27Todavía añadió Micaías:

"Si tú vuelves sano y salvo,
el Señor no ha hablado por medio de mí."

28Así pues, el rey de Israel, y Josafat, el rey de Judá, avanzaron contra Ramot de Galaad. 29Y el rey de Israel dijo a Josafat:
--Yo voy a entrar en la batalla disfrazado, y tú te pondrás mi ropa.
Así el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en combate. 30Pero el rey de Siria había ordenado a los capitanes de sus carros de combate que no atacaran a nadie que no fuera el rey de Israel. 31Y cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron que él era el rey de Israel y lo rodearon para atacarlo. Entonces Josafat gritó pidiendo ayuda, y el Señor le ayudó. Dios los apartó de él, 32pues al ver ellos que no era al rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33Pero un soldado disparó su arco al azar, e hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Entonces este le ordenó al conductor del carro:
--Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido.
34La batalla fue dura aquel día, y el rey de Israel tuvo que mantenerse en pie en su carro, haciendo frente a los sirios hasta la tarde, y murió al ponerse el sol.


Salmo 78 21Cuando el Señor oyó esto, se enojó;
¡su furor, como un fuego,
se encendió contra Jacob!
22Porque no confiaron en Dios
ni creyeron en su ayuda.
23Sin embargo, Dios dio órdenes a las nubes
y abrió las puertas del cielo;
24¡hizo llover sobre su pueblo el maná,
trigo del cielo, para que comieran!
25¡El hombre comió pan de ángeles!
¡Dios les dio de comer en abundancia!
26El viento del este y el viento del sur
soplaron en el cielo;
¡Dios los trajo con su poder!
27Hizo llover carne sobre su pueblo;
¡llovieron aves como arena del mar!
28Dios las hizo caer en medio del campamento
y alrededor de las tiendas de campaña.
29Y comieron hasta hartarse,
y así Dios les cumplió su deseo.
30Pero aún no habían calmado su apetito,
todavía tenían la comida en la boca,
31cuando el furor de Dios cayó sobre ellos
y mató a los hombres más fuertes.
¡Hizo morir a los mejores hombres de Israel!

32A pesar de todo, volvieron a pecar;
no creyeron en las maravillas de Dios.
33Por eso Dios puso fin a sus vidas
como si fueran un suspiro
y en medio de un terror espantoso.
34Si Dios los hacía morir, entonces lo buscaban;
se volvían a él y lo buscaban sin descanso;
35entonces se acordaban del Dios altísimo
que los protegía y los rescataba.
36Pero con su boca y su lengua
le decían hermosas mentiras,
37pues nunca le fueron sinceros
ni fieles a su alianza.

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