el veintinueve de agosto - San Juan 8.1-20, 2 Crónicas 1.1-2.16 y Zacarías 14

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San Juan 8 1Pero Jesús se dirigió al Monte de los Olivos, 2y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él se sentó y comenzó a enseñarles.
3Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, 4y dijeron a Jesús:
--Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. 5En la ley, Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices?
6Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. 7Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo:
--Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.
8Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. 9Al oir esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, 10se enderezó y le preguntó:
--Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
11Ella le contestó:
--Ninguno, Señor.
Jesús le dijo:
--Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar.]

Jesús, la luz del mundo

12Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo:
--Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad.
13Los fariseos le dijeron:
--Tú estás dando testimonio a favor tuyo: ese testimonio no tiene valor.
14Jesús les contestó:
--Mi testimonio sí tiene valor, aunque lo dé yo mismo a mi favor. Pues yo sé de dónde vine y a dónde voy; en cambio, ustedes no lo saben. 15Ustedes juzgan según los criterios humanos. Yo no juzgo a nadie; 16pero si juzgo, mi juicio está de acuerdo con la verdad, porque no juzgo yo solo, sino que el Padre que me envió juzga conmigo. 17En la ley de ustedes está escrito que cuando dos testigos dicen lo mismo, su testimonio tiene valor. 18Pues bien, yo mismo soy un testigo a mi favor, y el Padre que me envió es el otro testigo.
19Le preguntaron:
--¿Dónde está tu padre?
Jesús les contestó:
--Ustedes no me conocen a mí, ni tampoco a mi Padre; si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre.
20Jesús dijo estas cosas mientras enseñaba en el templo, en el lugar donde estaban los cofres de las ofrendas. Pero nadie lo arrestó, porque todavía no había llegado su hora.


Salomón pide a Dios sabiduría
(1  R 3.3-15)

2 Crónicas 1 1Salomón, hijo de David, consiguió fortalecer su reinado con la ayuda del Señor, que aumentó muchísimo su poder. 2Entonces llamó a todo Israel: a los jefes militares, a los principales funcionarios y a todos los jefes de familia que tenían autoridad en Israel. 3Y con toda la gente que se había reunido fue al santuario que había en Gabaón, porque allí estaba la tienda del encuentro con Dios, que Moisés, siervo de Dios, había hecho en el desierto. 4Pero David había llevado el arca de Dios desde Quiriat-jearim hasta el sitio que le tenía preparado, pues le había levantado una tienda de campaña en Jerusalén. 5El altar de bronce que había hecho Besalel, hijo de Urí y nieto de Hur, también estaba en Gabaón delante de la tienda del Señor. Salomón y toda la comunidad fueron allí a consultarlo.
6Salomón subió al altar de bronce que estaba ante el Señor, frente a la tienda del encuentro con Dios, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7Y aquella misma noche, Dios se apareció a Salomón y le dijo: "Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré."
8Salomón le respondió a Dios: "Tú trataste con gran bondad a mi padre David, y a mí me pusiste a reinar en su lugar. 9Ahora pues, Dios y Señor, cumple lo que dijiste a David mi padre, ya que me hiciste rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra. 10Por tanto, dame sabiduría y conocimiento para dirigir a este pueblo; porque ¿quién va a gobernar a este pueblo tuyo tan grande?"
11Dios respondió a Salomón: "Puesto que este ha sido tu deseo, y no has pedido riquezas ni bienes ni honores, ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco una larga vida, sino sabiduría y conocimiento para poder gobernar a mi pueblo, del que te hice rey, 12te concedo sabiduría y conocimiento, pero además te daré riquezas, bienes y honores, como no tuvieron los reyes que hubo antes de ti ni los tendrán los que habrá después de ti."
13Después Salomón volvió a Jerusalén desde el santuario que había en Gabaón, y luego de haber visitado la tienda del encuentro con Dios, reinó en Israel.

Salomón comercia con carros y caballos
(1  R 10.26-29; 2  Cr 9.25-28)

14Salomón reunió carros y jinetes. Tenía mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, los cuales destinó a los cuarteles de carros de combate y a la guardia real en Jerusalén. 15El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata y oro como piedras; y que abundara el cedro como las higueras silvestres en la llanura. 16Los caballos para Salomón eran llevados de Musri y de Cilicia, pues los comerciantes de la corte los compraban allí. 17Un carro importado de Egipto valía seiscientas monedas de plata, y un caballo, ciento cincuenta. Y todos los reyes hititas y sirios los compraban por medio de los agentes de Salomón.

Pacto de Salomón con Hiram, rey de Tiro
(1  R 5.1-18; 7.13-14)

2 Crónicas 2 1Salomón decidió construir un templo al Señor y también su propio palacio real. 2Para ello designó setenta mil cargadores y ochenta mil canteros que trabajaran en la montaña, y tres mil seiscientos capataces que los dirigieran.
3Después Salomón mandó decir a Hiram, rey de Tiro: "Haz conmigo lo que hiciste con David, mi padre, a quien enviaste madera de cedro para que se construyera un palacio donde vivir. 4Mira, yo voy a construir un templo al Señor mi Dios, para consagrárselo, quemar perfumes en su honor, presentarle siempre las hileras de panes y ofrecerle holocaustos por la mañana y por la tarde, lo mismo que en los sábados, y en las fiestas de luna nueva y en las demás fiestas que en honor del Señor nuestro Dios se celebran siempre en Israel. 5Pero el templo que voy a construir debe ser grande, porque nuestro Dios es más grande que todos los dioses. 6Sin embargo, ¿quién será capaz de construirle un templo, si el cielo, con toda su inmensidad, no puede contenerlo? ¿Y quién soy yo para construirle un templo, aunque solo sea para quemar incienso en su honor? 7Envíame, por tanto, un experto en trabajos en oro, plata, bronce y hierro, y en tela púrpura, tela roja y tela morada. Que sepa también hacer grabados en colaboración con los maestros que están a mi servicio en Judá y en Jerusalén, y que contrató David mi padre. 8Mándame también del Líbano madera de cedro, ciprés y sándalo, porque sé que tus súbditos saben cortar madera del Líbano. Mis servidores ayudarán a los tuyos 9a prepararme gran cantidad de madera, ya que el templo que voy a construir tiene que ser grande y maravilloso. 10Pero ten en cuenta que daré como provisiones para tus trabajadores, los leñadores que corten la madera, cuatro millones cuatrocientos mil litros de trigo, igual cantidad de cebada, cuatrocientos cuarenta mil litros de vino y otros tantos de aceite."
11Entonces Hiram, rey de Tiro, le envió a Salomón una carta en la que le decía: "El Señor te ha hecho rey de los israelitas, porque ama a su pueblo." 12Y añadía: "¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hizo el cielo y la tierra, porque ha concedido al rey David un hijo tan sabio, instruido y prudente, que va a construir un templo al Señor y un palacio real para sí mismo! 13Te envío, pues, un hombre experto e inteligente: al maestro Hiram. 14Es hijo de una mujer de la tribu de Dan y de un nativo de Tiro. Es experto en trabajos en oro, plata, bronce, hierro, piedra, madera, tela púrpura y morada, lino y tela roja, y en grabados de toda clase de figuras, y sabe realizar toda clase de diseños que se le encarguen en compañía de tus peritos y de los que tenía tu padre David, mi señor. 15Por eso, señor, manda a tus servidores el trigo, la cebada, el aceite y el vino que has ofrecido. 16Entre tanto, nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites, y te la llevaremos por mar, en balsas, hasta Jope. Luego tú te encargarás de que la lleven de allí a Jerusalén."


La victoria final de Jerusalén

Zacarías 14 1Ya viene el día del Señor, cuando tus despojos, Jerusalén, habrán de ser repartidos en medio de ti. 2Ese día reunirá el Señor a todas las naciones, para que peleen contra Jerusalén. Y conquistarán la ciudad, saquearán sus casas, violarán a sus mujeres y se llevarán cautiva a la mitad de sus habitantes. Solo el resto permanecerá en ella. 3Pero luego saldrá el Señor a luchar contra esas naciones, como cuando lucha en el día de la batalla. 4Ese día el Señor apoyará sus pies sobre el monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, hacia el lado oriental. Y un gran valle, que correrá de oriente a occidente, dividirá en dos el monte de los Olivos. Medio monte se moverá hacia el norte y el otro medio hacia el sur, 5y ustedes huirán por ese valle que quedará entre los montes, el cual llegará hasta Asal, del otro lado. Huirán ustedes como antes huyeron sus antepasados a causa del terremoto que se produjo cuando el rey Ozías gobernaba en Judá. Y vendrá el Señor mi Dios acompañado de todos sus fieles.
6Ese día no hará frío ni habrá heladas. 7Será un día único, conocido solamente por Dios. En él no se distinguirá el día de la noche, pues aun por la noche seguirá habiendo luz. 8Entonces saldrán de Jerusalén aguas frescas, que correrán en invierno y en verano, la mitad de ellas hacia el Mar Muerto y la otra mitad hacia el Mediterráneo. 9Ese día reinará el Señor en toda la tierra. El Señor será el único, y único será también su nombre. 10Todo el país quedará convertido en una llanura, desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Jerusalén estará en alto, y será habitada en ese lugar, desde la Puerta de Benjamín hasta la Puerta del Ángulo (donde antes estuvo la Puerta Antigua) y desde la torre de Hananel hasta las prensas de aceite del rey. 11Sí, Jerusalén será habitada, y no volverá a ser destruida. Sus habitantes vivirán seguros.
12Pero a las naciones que hayan luchado contra Jerusalén, el Señor las castigará duramente: a su gente se le pudrirá la carne en vida, y se le pudrirán los ojos en sus cuencas y la lengua en la boca. 13Ese día el Señor los llenará de espanto. Cada cual agarrará de la mano a su compañero, y levantarán la mano unos contra otros. 14Entonces luchará también Judá en Jerusalén, y arrebatarán a las naciones vecinas abundantes riquezas de plata, oro y ropas. 15El mismo castigo que ha de caer sobre la gente, caerá también sobre los caballos, los mulos, los camellos, los asnos y todas las bestias que los enemigos tengan en sus campamentos.
16Después de esto, los sobrevivientes de los mismos pueblos que lucharon contra Jerusalén irán año tras año a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, y a celebrar la fiesta de las Enramadas. 17Y si alguna de las naciones de la tierra no va a Jerusalén a adorar al Rey, al Señor todopoderoso, la lluvia no caerá en sus tierras. 18Y si los egipcios no van, el Señor los castigará, del mismo modo que a cualquier otra nación que no vaya a celebrar la fiesta de las Enramadas. 19Ese será el castigo de Egipto y de todas las naciones que no vayan a celebrar la fiesta de las Enramadas.
20Ese día, hasta los cascabeles de los caballos llevarán la inscripción "Consagrado al Señor". Y los calderos del templo serán entonces tan sagrados como los tazones que están delante del altar. 21Todos los calderos, en Jerusalén y en Judá, estarán consagrados al Señor todopoderoso. Quienes vayan a hacer un sacrificio, los usarán, y cocerán en ellos la carne de los animales ofrecidos. Ese día ya no habrá más comerciantes en el templo del Señor todopoderoso.

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