el veintinueve de julio - 1 Corintios 14.26-40, 2 Reyes 9 y Jonás 4

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Necesidad de orden

1 Corintios 14 26En resumen, hermanos, cuando ustedes se reúnan, unos pueden cantar salmos, otros pueden enseñar, o comunicar lo que Dios les haya revelado, o hablar en lenguas extrañas, o interpretarlas. Pero que todo sea para edificación mutua. 27Y cuando se hable en lenguas extrañas, que lo hagan dos personas, o tres cuando más, y por turno; además, alguien debe interpretar esas lenguas. 28Pero si no hay nadie que pueda interpretarlas, que estos no hablen en lenguas delante de toda la comunidad, sino en privado y para Dios. 29Igualmente, si hay profetas, que hablen dos o tres, y que los otros examinen lo que se haya dicho. 30Pero si Dios le revela algo a otra persona que está allí sentada, entonces el primero debe dejar de hablar. 31De esta manera todos, cada uno en su turno correspondiente, podrán comunicar mensajes proféticos, para que todos aprendan y se animen. 32El don de profecía debe estar bajo el control del profeta, 33porque Dios es Dios de paz y no de confusión.
Siguiendo la práctica general de las comunidades cristianas, 34las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley. 35Si quieren saber algo, pregúntenlo a sus esposos en casa; porque no está bien que una mujer hable en las reuniones de la iglesia. 36Tengan presente que la palabra de Dios no comenzó en ustedes, ni ustedes son los únicos que la han recibido.
37Si alguien se cree profeta, o cree estar inspirado por el Espíritu, reconocerá que esto que les estoy escribiendo es un mandato del Señor. 38Y si no lo reconoce, el Señor tampoco lo reconoce a él.
39Así pues, hermanos míos, aspiren al don de profecía, y no prohíban que se hable en lenguas; 40pero háganlo todo decentemente y con orden.


Jehú es consagrado rey de Israel

2 Reyes 9 1El profeta Eliseo llamó a uno del grupo de los profetas, y le dijo:
--Prepárate para salir. Toma este recipiente con aceite y ve a Ramot de Galaad; 2cuando llegues allá, ve en busca de Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsí. Entra en donde él se encuentre, apártalo de sus compañeros y llévalo a otra habitación; 3toma entonces el recipiente con aceite y derrámalo sobre su cabeza, diciendo: 'Así dice el Señor: Yo te consagro como rey de Israel.' Abre luego la puerta y huye sin detenerte.
4El joven profeta fue a Ramot de Galaad, 5y cuando llegó allí, encontró reunidos a los capitanes del ejército. Entonces dijo:
--Tengo algo que comunicar a mi capitán.
--¿A cuál de todos nosotros? --respondió Jehú.
--A usted, mi capitán --contestó el profeta.
6En seguida Jehú se levantó y entró en la habitación. Entonces el profeta derramó el aceite sobre su cabeza, y le anunció:
--El Señor, Dios de Israel, dice: 'Yo te consagro como rey de Israel, mi pueblo. 7Tú acabarás con la descendencia de Ahab, tu amo, y así vengarás la sangre de mis profetas y de todos mis siervos, derramada por Jezabel. 8Toda la familia de Ahab será destruida; acabaré con todos sus varones en Israel, y ninguno quedará con vida. 9Voy a hacer con la descendencia de Ahab lo mismo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nabat, y con la de Baasá, hijo de Ahías. 10En cuanto a Jezabel, se la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la entierre.'
Dicho esto, el profeta abrió la puerta y huyó. 11Y cuando Jehú fue a reunirse con los oficiales de su amo, estos le preguntaron:
--¿Qué pasa? ¿Para qué ha venido a verte ese loco?
--Pues ustedes lo conocen, y conocen también su modo de hablar --dijo Jehú.
12--No nos engañes --contestaron ellos--. ¡Vamos, cuéntanoslo todo!
Entonces Jehú les respondió:
--Pues me dijo lo siguiente: 'Así dice el Señor: Yo te consagro como rey de Israel.'
13Al momento cada uno de ellos tomó su capa y la tendió a sus pies, sobre los escalones. Luego tocaron el cuerno de carnero y gritaron: "¡Jehú es el rey!"

Jehú mata a Joram, rey de Israel

14Jehú, hijo de Josafat y nieto de Nimsí, conspiró contra Joram. Joram, que había estado con todos los de Israel defendiendo Ramot de Galaad del ataque de Hazael, rey de Siria, 15había vuelto a Jezreel para curarse de las heridas que le habían hecho los sirios en el combate contra Hazael. Jehú dijo entonces a sus compañeros que, si en verdad querían que él fuera su rey, no permitieran que nadie saliera de la ciudad para dar la noticia en Jezreel. 16Luego montó en su carro de combate y se fue a Jezreel, donde Joram estaba en cama. También Ocozías, rey de Judá, había ido a visitar a Joram. 17Cuando el centinela que estaba en la torre de Jezreel vio acercarse el grupo de Jehú, gritó:
--¡Viene gente!
Entonces Joram ordenó:
--Manden a su encuentro un hombre a caballo, para que les pregunte si vienen en son de paz.
18El jinete fue al encuentro de Jehú, y le dijo:
--El rey manda preguntar si vienen en son de paz.
Jehú le contestó:
--Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!
Entonces el centinela informó:
--El mensajero ha llegado hasta ellos, pero no se le ve regresar.
19Al momento envió el rey otro hombre a caballo, el cual llegó a ellos y dijo:
--El rey manda preguntar si vienen en son de paz.
Jehú respondió:
--Eso no es asunto tuyo. ¡Ponte ahí detrás de mí!
20El centinela informó de nuevo:
--El otro ha llegado también hasta ellos, pero no se le ve regresar. Y parece que quien conduce el carro es Jehú, el nieto de Nimsí, porque lo conduce como un loco, conforme a su manera de ser.
21Entonces Joram ordenó:
--¡Enganchen mi carro de combate!
Engancharon su carro, y Joram, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, salieron, cada uno en su carro de combate, al encuentro de Jehú. Lo encontraron en la propiedad de Nabot de Jezreel. 22Y al ver Joram a Jehú, le dijo:
--¿Vienes en son de paz, Jehú?
Jehú respondió:
--¿Qué paz puede haber mientras tu madre, Jezabel, siga con sus prostituciones y sus muchas hechicerías?
23En seguida Joram dio la vuelta y huyó, mientras le gritaba a Ocozías:
--¡Traición, Ocozías!
24Pero Jehú tendió su arco y disparó una flecha contra Joram, la cual le entró por la espalda y le atravesó el corazón, y Joram cayó herido de muerte sobre su carro. 25Jehú ordenó entonces a Bidcar, su ayudante:
--Sácalo de ahí y échalo en el campo de Nabot de Jezreel, porque recuerdo que cuando tú y yo conducíamos juntos los carros de combate de Ahab, su padre, el Señor pronunció esta sentencia contra él: 26'Así como ayer vi la sangre de Nabot y de sus hijos, así te daré tu merecido en este mismo terreno. Yo, el Señor, lo afirmo.' Así que agárralo y échalo en el campo de Nabot, según lo anunció el Señor.

Jehú mata a Ocozías
(2  Cr 22.7-9)

27Cuando Ocozías, rey de Judá, vio lo que sucedía, huyó hacia Bet-hagan. Pero Jehú lo persiguió, y ordenó:
--¡Mátenlo a él también!
Lo hirieron de muerte en su carro, en la cuesta de Gur, junto a Ibleam, pero él huyó hasta Meguido. Allí murió. 28Después sus criados lo llevaron a Jerusalén en un carro, y lo enterraron en su sepulcro familiar en la Ciudad de David.
29Ocozías había comenzado a reinar sobre Judá en el año once del reinado de Joram, hijo de Ahab.

Muerte de Jezabel

30Jehú se fue entonces a Jezreel. Al saberlo, Jezabel se pintó sombras alrededor de los ojos y se adornó el cabello; luego se asomó a una ventana. 31Y cuando Jehú llegó a la entrada de la ciudad, ella le dijo:
--¿Cómo estás, Zimrí, asesino de tu señor?
32Jehú miró hacia la ventana, y dijo:
--¿Quién está de mi parte?
Dos o tres oficiales de palacio se asomaron a verlo, 33y Jehú les ordenó:
--¡Échenla abajo!
Ellos la echaron abajo, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, los cuales pisotearon a Jezabel. 34Luego Jehú se fue a comer y beber.
Más tarde, Jehú ordenó:
--Encárguense de esa maldita mujer, y entiérrenla; porque después de todo era hija de un rey.
35Pero cuando fueron a enterrarla, solo encontraron de ella el cráneo, los pies y las palmas de las manos. 36Entonces regresaron a comunicárselo a Jehú, y Jehú comentó:
--Ya el Señor había dicho por medio de su siervo Elías, el de Tisbé, que los perros se comerían el cuerpo de Jezabel en el campo de Jezreel, 37y que su cadáver quedaría esparcido, como estiércol, sobre el terreno del campo de Jezreel, hasta el punto de que nadie podría reconocer sus restos.


El enojo de Jonás

Jonás 4 1A Jonás le cayó muy mal lo que Dios había hecho, y se disgustó mucho. 2Así que oró al Señor, y le dijo:
--Mira, Señor, esto es lo que yo decía que iba a pasar cuando aún me encontraba en mi tierra. Por eso quise huir de prisa a Tarsis, pues yo sé que tú eres un Dios tierno y compasivo, que no te enojas fácilmente, y que es tanto tu amor que anuncias un castigo y luego te arrepientes. 3Por eso, Señor, te ruego que me quites la vida. Más me vale morir que seguir viviendo.
4Pero el Señor le contestó:
--¿Te parece bien enojarte así?
5Jonás salió de la ciudad y acampó al oriente de ella; allí hizo una enramada y se sentó a su sombra, esperando a ver lo que le iba a pasar a la ciudad. 6Dios el Señor dispuso entonces que una mata de ricino creciera por encima de Jonás, y que su sombra le cubriera la cabeza para que se sintiera mejor. Jonás estaba muy contento con aquella mata de ricino. 7Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano picara el ricino, y este se secó. 8Cuando el sol salió, Dios dispuso que soplara un viento caliente del este, y como el sol le daba a Jonás directamente en la cabeza, él sintió que se desmayaba, y quería morirse.
--Más me vale morir que seguir viviendo --decía.
9Pero Dios le contestó:
--¿Te parece bien enojarte así porque se haya secado la mata de ricino?
--¡Claro que me parece bien! --respondió Jonás--. ¡Estoy que me muero de rabia!
10Entonces el Señor le dijo:
--Tú no sembraste la mata de ricino, ni la hiciste crecer; en una noche nació, y a la otra se murió. Sin embargo le tienes compasión. 11Pues con mayor razón debo yo tener compasión de Nínive, esa gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil niños inocentes y muchos animales.

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