el doce de julio - 1 Corintios 1.1-17, 1 Reyes 12.32-13.34 y Joel 1

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Saludo

1 Corintios 1 1-2Pablo, llamado por la voluntad de Dios a ser apóstol de Cristo Jesús, saluda, junto con el hermano Sóstenes, a los que forman la iglesia de Dios que está en Corinto, que en Cristo Jesús fueron santificados y llamados a formar su pueblo santo, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor nuestro y del pueblo santo. 3Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre ustedes su gracia y su paz.

Acción de gracias

4Siempre doy gracias a mi Dios por ustedes, por la gracia que Dios ha derramado sobre ustedes por medio de Cristo Jesús. 5Pues por medio de él Dios les ha dado toda riqueza espiritual, así de palabra como de conocimiento, 6ya que el mensaje acerca de Cristo se estableció firmemente entre ustedes. 7De este modo no les falta ningún don de Dios mientras esperan el día en que aparezca nuestro Señor Jesucristo. 8Dios los mantendrá firmes hasta el fin, para que nadie pueda reprocharles nada cuando nuestro Señor Jesucristo regrese. 9Dios siempre cumple sus promesas, y él es quien los llamó a vivir en unión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Divisiones en la iglesia

10Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo les ruego que todos estén siempre de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes. Vivan en armonía, pensando y sintiendo de la misma manera. 11Digo esto, hermanos míos, porque he sabido por los de la familia de Cloe que hay discordias entre ustedes. 12Quiero decir, que algunos de ustedes afirman: "Yo soy de Pablo"; otros: "Yo soy de Apolo"; otros: "Yo soy de Cefas"; y otros: "Yo soy de Cristo." 13¿Acaso Cristo está dividido? ¿Fue crucificado Pablo en favor de ustedes? ¿O fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo? 14¡Gracias a Dios que yo no bauticé a ninguno de ustedes, aparte de Crispo y de Gayo! 15Así nadie puede decir que fue bautizado en mi nombre. 16También bauticé a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a ningún otro, 17pues Cristo no me mandó a bautizar, sino a anunciar el evangelio, y no con alardes de sabiduría y retórica, para no quitarle valor a la muerte de Cristo en la cruz.


1 Reyes 12 32Además estableció una fiesta religiosa el día quince del mes octavo, como la fiesta que se celebraba en Judá, y él mismo ofreció sacrificios sobre el altar. Esto lo hizo en Betel, ofreciendo sacrificios a los becerros que había fabricado y nombrando sacerdotes para los santuarios paganos que había construido. 33Así pues, el día quince del mes octavo, Jeroboam ofreció sacrificios sobre el altar que había construido en Betel. Este era el mes de la fiesta que él inventó a su antojo, declarándola fiesta religiosa para los israelitas, el mismo mes en que subió al altar a quemar incienso.

Un profeta de Judá reprende a Jeroboam

1 Reyes 13 1Cuando Jeroboam estaba quemando incienso sobre el altar, llegó a Betel un profeta de Judá mandado por el Señor. 2Y por orden del Señor habló con fuerte voz contra el altar, diciendo: "Altar, altar: El Señor ha dicho: 'De la dinastía de David nacerá un niño, que se llamará Josías y que sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios en lugares altos que sobre ti queman incienso; y sobre ti quemarán huesos humanos.'  "
3Aquel mismo día, el profeta dio una señal prodigiosa. Dijo: "Esta es la señal prodigiosa que el Señor ha anunciado: El altar se hará pedazos y la ceniza que hay sobre él se esparcirá."
4Cuando el rey Jeroboam escuchó la sentencia que el profeta había pronunciado contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar y dijo: "¡Aprésenlo!" Pero la mano que había extendido para señalarlo se le quedó tiesa y no pudo ya moverla. 5En aquel momento el altar se hizo pedazos y las cenizas que había sobre él se esparcieron, conforme a la señal que el profeta había dado por orden del Señor. 6Entonces el rey, dirigiéndose al profeta, dijo:
--Te ruego que ores por mí al Señor tu Dios, para que mi mano se cure.
El profeta rogó al Señor, y la mano del rey quedó sana, como antes. 7Luego dijo el rey al profeta:
--Ven conmigo a mi casa, para que comas algo, y te haré un regalo.
8Pero el profeta respondió al rey:
--Aunque me des la mitad de tu palacio, no iré contigo, ni comeré pan ni beberé agua en este lugar; 9porque así me lo ha ordenado el Señor. Me dijo: 'No comas pan, ni bebas agua, ni vuelvas por el mismo camino por el que has ido.'
10Y el profeta se fue por otro camino distinto, para no volver por el mismo camino por el que había ido a Betel.
11En aquel tiempo vivía en Betel un profeta anciano, cuyos hijos fueron y le contaron todo lo que el profeta de Judá había hecho aquel día en Betel; y también le contaron a su padre lo que había dicho el rey. 12Y su padre les preguntó:
--¿Por qué camino se fue?
Sus hijos le indicaron el camino por el que había regresado el profeta de Judá. 13Entonces les dijo a sus hijos:
--Aparéjenme el asno.
Ellos lo hicieron así, y el profeta montó y 14salió tras el profeta de Judá. Lo encontró sentado debajo de una encina, y le preguntó:
--¿Eres tú el profeta que ha venido de Judá?
--Yo soy --le respondió.
15--Ven a mi casa, a comer pan conmigo --dijo el profeta anciano.
16Pero el profeta de Judá le contestó:
--No puedo acompañarte, ni entrar en tu casa, ni comer pan ni beber agua contigo en este lugar; 17porque el Señor me ha ordenado claramente: 'No comas pan ni bebas agua aquí, ni regreses por el mismo camino por el que te fuiste.'
18Pero el anciano insistió:
--Yo también soy profeta, lo mismo que tú, y un ángel de parte del Señor me ha ordenado que te lleve a mi casa y te dé de comer y de beber.
Y aunque el anciano le mentía, 19el profeta de Judá se fue con él y comió y bebió en su casa. 20Y estando ellos sentados a la mesa, el Señor habló al profeta anciano que había hecho volver al profeta de Judá, 21y en voz alta dijo el anciano a este:
--El Señor ha dicho que por haber tú desobedecido las órdenes que te dio, 22pues te volviste para comer y beber donde el Señor te ordenó que no lo hicieras, no reposará tu cuerpo en el sepulcro de tus antepasados.
23Cuando el profeta de Judá acabó de comer y beber, el profeta anciano le aparejó el asno, 24y el profeta de Judá se fue. Pero en el camino le salió al encuentro un león y lo mató, y su cuerpo quedó tirado en el camino. El asno y el león, sin embargo, se quedaron junto al cadáver. 25En eso pasaron unos hombres y vieron el cadáver tirado en el camino, y que el león estaba todavía junto a él. Y cuando llegaron a la ciudad donde vivía el profeta anciano, contaron lo que habían visto. 26Al saberlo, el profeta anciano que había hecho volver al otro, exclamó: "Ese es el profeta que desobedeció la orden del Señor. Por eso el Señor lo ha entregado a un león, que lo ha despedazado y matado, conforme a lo que el Señor le dijo."
27En seguida pidió a sus hijos que le aparejaran un asno, y ellos lo hicieron así. 28Entonces el profeta anciano se fue y encontró el cadáver tirado en el camino y, junto a él, al asno y al león. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al asno. 29Entonces el profeta anciano levantó el cuerpo del profeta de Judá, lo echó sobre el asno y volvió con él a su ciudad, para hacerle duelo y enterrarlo. 30Lo enterró en su propio sepulcro, y lloró por él, diciendo: "¡Ay, hermano mío!"
31Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:
--Cuando yo muera, entiérrenme en el mismo sepulcro en que he enterrado a este hombre de Dios. Pongan mis restos junto a los suyos, 32porque sin duda se cumplirá lo que él anunció por orden del Señor contra el altar de Betel y contra todos los santuarios en lugares altos que hay en las ciudades de Samaria.
33A pesar de esto, Jeroboam no abandonó su mala conducta, sino que volvió a nombrar sacerdotes de entre el pueblo para los santuarios en lugares altos. A quien así lo deseaba, Jeroboam lo consagraba sacerdote de tales santuarios. 34Tal proceder fue la causa de que la descendencia de Jeroboam pecara, y que, por lo mismo, fuera exterminada por completo.


Las langostas arruinan las cosechas

Joel 1 1Este es el mensaje que el Señor dirigió a Joel, hijo de Petuel.

2Oigan bien esto, ancianos,
y todos ustedes, habitantes del país.
¿Han visto ustedes nunca cosa semejante?
¿Se vio nunca cosa igual en tiempos de sus padres?
3Cuéntenlo a sus hijos,
y que ellos lo cuenten a los suyos,
y estos a los que nazcan después.
4Todo se lo comieron las langostas:
lo que unas dejaron, otras vinieron y lo devoraron.

5¡Ustedes, borrachos, despierten!
¡Échense a llorar, bebedores de vino,
porque aun el jugo de la uva les van a quitar!
6Pues la langosta, como un ejército fuerte y numeroso,
de dientes de león y colmillos de leona,
ha invadido mi país.
7Ha destruido nuestros viñedos,
ha destrozado nuestras higueras;
las ha pelado por completo,
hasta dejar blancas sus ramas.
8Como novia que llora y se viste de luto
por la muerte de su prometido,
9así lloran los sacerdotes
porque en el templo ya no hay cereales ni vino
para las ofrendas del Señor.
10Los campos están desolados;
las tierras están de luto.
El trigo se ha perdido,
los viñedos se han secado
y los olivos están marchitos.
11Ustedes, los que trabajan en campos y viñedos,
lloren entristecidos,
pues se echaron a perder las siembras
y las cosechas de trigo y de cebada.
12Se han secado los viñedos
y se han perdido las higueras.
Secos quedaron también
los granados, las palmeras, los manzanos
y todos los árboles del campo.
¡Así se ha perdido la alegría de toda la gente!
13Ustedes, sacerdotes, ministros del altar,
vístanse de ropas ásperas y lloren de dolor,
porque en el templo de su Dios
ya no hay cereales ni vino para las ofrendas.

14Convoquen al pueblo y proclamen ayuno;
junten en el templo del Señor su Dios
a los ancianos y a todos los habitantes del país,
e invoquen al Señor.
15¡Ay, se acerca el día del Señor!
¡Día terrible, que nos trae destrucción
de parte del Todopoderoso!
16Ante nuestros ojos nos quitaron la comida,
y se acabó la alegría en el templo de nuestro Dios.
17La semilla murió en el surco,
el trigo se ha perdido
y los graneros están en ruinas.
18¡Cómo muge el ganado!
En vano buscan pasto las vacas;
los rebaños de ovejas se están muriendo.

19¡A ti clamo, Señor,
pues el fuego ha quemado
la hierba del desierto y los árboles del campo!
20¡Aun los animales salvajes claman a ti,
porque se han secado los arroyos
y el fuego quema los pastizales!

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