el veintisiete de junio - San Marcos 8.22-9.1, 2 Samuel 20-21 y Oseas 1.1-2.1

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Jesús sana a un ciego en Betsaida

San Marcos 8 22Después llegaron a Betsaida, y llevaron un ciego a Jesús, y le rogaron que lo tocara. 23Jesús tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Le mojó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó si podía ver algo. 24El ciego comenzó a ver, y dijo:
--Veo a los hombres. Me parecen como árboles que andan.
25Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el hombre miró con atención y quedó sano. Ya todo lo veía claramente. 26Entonces Jesús lo mandó a su casa, y le dijo:
--No vuelvas al pueblo.

Pedro declara que Jesús es el Mesías
(Mt 16.13-20; Lc 9.18-21)

27Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos:
--¿Quién dice la gente que soy yo?
28Ellos contestaron:
--Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los profetas.
29--Y ustedes, ¿quién dicen que soy? --les preguntó.
Pedro le respondió:
--Tú eres el Mesías.
30Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.

Jesús anuncia su muerte
(Mt 16.21-28; Lc 9.22-27)

31Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tendría que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. 32Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro, diciéndole:
--¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.
34Luego Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y dijo:
--Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. 35Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará. 36¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? 37O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida? 38Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con los santos ángeles.
San Marcos 9 1Jesús también les dijo:
--Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán hasta que vean el reino de Dios llegar con poder.


Sublevación de Sebá

2 Samuel 20 1Un malvado de la tribu de Benjamín, que se llamaba Sebá y era hijo de Bicrí, se encontraba en Guilgal. Este Sebá incitó al pueblo a levantarse en armas, diciendo: "¡Nosotros no tenemos parte ni herencia con David, el hijo de Jesé! ¡Todos a sus casas, israelitas!"
2Todos los hombres de Israel abandonaron a David para seguir a Sebá, hijo de Bicrí. Pero los de Judá, desde el Jordán hasta Jerusalén, se mantuvieron fieles a su rey.
3Cuando David regresó a su palacio, en Jerusalén, tomó a las diez concubinas que había dejado cuidando el palacio y las metió en una casa, bajo vigilancia. Allí siguió cuidando de ellas, pero no volvió a tener relaciones sexuales con ellas. Así ellas se quedaron encerradas, viviendo como viudas hasta el día de su muerte.
4Después el rey ordenó a Amasá:
--Llama a los hombres de Judá, y dentro de tres días preséntate aquí con ellos.
5Amasá fue a reunirlos, pero tardó más tiempo del que se le había señalado. 6Entonces dijo David a Abisai:
--Sebá nos va a causar más daño que Absalón. Así que toma el mando de mis tropas y persíguelo, no sea que encuentre algunas ciudades amuralladas y se nos escape.
7Los hombres de Joab, con los quereteos y peleteos de la guardia real, y los mejores soldados, salieron de Jerusalén con Abisai, para perseguir a Sebá. 8Cuando se encontraban cerca de la gran roca que está en Gabaón, Amasá les salió al encuentro. Joab llevaba puesto su uniforme de batalla, ajustado con un cinturón, y al costado una espada envainada, la cual podía desenvainar con solo tirar hacia abajo. 9Y mientras Joab tomaba a Amasá por la barba con la mano derecha para besarlo, le preguntó:
--¿Te ha ido bien, hermano?
10Amasá no prestó atención a la espada que Joab llevaba en la mano. De pronto, Joab lo hirió con ella en el vientre, y todas sus entrañas se derramaron por el suelo. Murió sin que Joab tuviera que rematarlo. Luego Joab y su hermano Abisai siguieron persiguiendo a Sebá, hijo de Bicrí. 11Entonces uno de los soldados de Joab se puso al lado del cuerpo de Amasá, y dijo:
--¡El que esté a favor de Joab y de David, que siga a Joab!
12Pero Amasá seguía en medio del camino, revolcándose en su sangre; y viendo aquel soldado que toda la gente se detenía, hizo a Amasá a un lado del camino y lo tapó con una capa, pues se dio cuenta de que todos los que llegaban se quedaban parados junto a él. 13Después de apartarlo del camino, pasaron todos los que andaban con Joab en persecución de Sebá.
14Sebá pasó por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maacá, y todos los descendientes de Bicrí se reunieron y entraron tras él en la ciudad. 15Cuando los hombres de Joab llegaron a Abel-bet-maacá, construyeron una rampa sobre la muralla exterior, para atacar la ciudad, y luego entre todos trataron de derribar la muralla. 16De pronto, una mujer muy astuta gritó desde la muralla de la ciudad:
--¡Escúchenme! ¡Escúchenme, por favor! ¡Díganle de mi parte a Joab que se acerque, porque quiero hablar con él!
17Cuando Joab se acercó, la mujer le preguntó:
--¿Tú eres Joab?
--Yo soy Joab --respondió él.
Ella dijo:
--Escucha las palabras de esta sierva tuya.
--Te escucho --contestó él.
18Entonces ella comenzó a decir:
--Antiguamente decían: "Quien quiera saber algo, que pregunte en Abel." Y así se solucionaba el asunto. 19Nuestra ciudad es una de las más pacíficas y fieles de Israel, ¡una de las más importantes! Sin embargo, tú estás tratando de destruirla. ¿Por qué quieres destruir lo que pertenece al Señor?
20Joab le contestó:
--¡Eso ni pensarlo! No es mi intención destruirla ni dejarla en ruinas. 21No se trata de eso, sino que un hombre de los montes de Efraín, llamado Sebá, se ha levantado en armas contra el rey David. Entréguenmelo a él solo, y yo me retiraré de la ciudad.
--Te echaremos su cabeza desde el muro --respondió la mujer a Joab.
22En seguida fue ella a convencer con su astucia a toda la gente de la ciudad, y le cortaron la cabeza a Sebá y se la arrojaron a Joab. Entonces Joab ordenó que tocaran retirada, y se alejaron de la ciudad, cada cual a su casa, mientras que Joab regresó a Jerusalén para hablar con el rey.

Oficiales de David
(2  S 8.15-18; 1  Cr 18.14-17)

23Joab quedó al mando de todo el ejército de Israel, en tanto que Benaías, hijo de Joiadá, estaba al mando de la guardia de quereteos y peleteos. 24Adoram era el encargado del trabajo obligatorio, y el secretario del rey era Josafat, hijo de Ahilud. 25Sevá era el cronista, y Sadoc y Abiatar los sacerdotes. 26Irá, del pueblo de Jaír, era también sacerdote de David.

Venganza de los gabaonitas

2 Samuel 21 1En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. Entonces David consultó al Señor, y el Señor le respondió: "El hambre se debe a los crímenes de Saúl y de su familia, porque asesinaron a los gabaonitas."
2David llamó a los gabaonitas y habló con ellos. (Los gabaonitas no eran israelitas, sino un grupo que aún quedaba de los amorreos con quienes los israelitas habían hecho un juramento, y a quienes Saúl, en su celo por la gente de Israel y de Judá, había tratado de exterminar.) 3David les preguntó:
--¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo puedo reparar el daño que se les hizo, para que bendigan al pueblo del Señor?
4Los gabaonitas le respondieron:
--No es cuestión de dinero lo que tenemos pendiente con Saúl y su familia, ni queremos que muera nadie en Israel.
David les dijo:
--Díganme entonces qué quieren que haga por ustedes.
5Y ellos contestaron:
--Del hombre que quiso destruirnos e hizo planes para eliminarnos y para que no permaneciéramos en todo el territorio de Israel, 6queremos que se nos entreguen siete de sus descendientes, y nosotros los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el escogido del Señor.
El rey aceptó entregárselos, 7aunque se compadeció de Mefi-bóset, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, por el sagrado juramento que se habían hecho él y Jonatán. 8Sin embargo apresó a los dos hijos que Rispá, hija de Aiá, había tenido con Saúl, y que se llamaban Armoní y Mefi-bóset, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, tuvo con Adriel, hijo de Barzilai de Meholá, 9y se los entregó a los de Gabaón, los cuales los ahorcaron en el monte delante del Señor. Así murieron juntos los siete, en los primeros días de la cosecha de la cebada.
10Entonces Rispá, la hija de Aiá, se vistió con ropas ásperas en señal de luto, y se tendió sobre una peña. Allí se quedó, desde el comienzo de la cosecha de cebada hasta que llegaron las lluvias, sin dejar que los pájaros se acercaran a los cadáveres durante el día, ni los animales salvajes durante la noche.
11Cuando le contaron a David lo que había hecho Rispá, la concubina de Saúl, 12fue y recogió los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en posesión de los habitantes de Jabés de Galaad. Estos los habían robado de la plaza de Bet-sán, donde los filisteos los colgaron el día que derrotaron a Saúl en Guilboa. 13Luego ordenó David que trasladaran los restos de Saúl y de Jonatán, y que recogieran los restos de los ahorcados; 14y enterraron los restos de Saúl y de Jonatán en el sepulcro de Quis, el padre de Saúl, en Selá, en el territorio de Benjamín. Todo se hizo como el rey lo había ordenado. Y después de esto, Dios atendió las súplicas en favor del país.

Abisai salva la vida a David

15Los filisteos declararon de nuevo la guerra a Israel. Entonces David y sus oficiales salieron a luchar contra ellos. David se cansó demasiado, 16y un gigante llamado Isbí-benob trató de matarlo. Su lanza pesaba más de treinta kilos, y al cinto llevaba una espada nueva. 17Pero Abisai, el hijo de Seruiá, fue en ayuda de David, y atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le hicieron prometer que ya no saldría más a la guerra con ellos, para que no se apagara la lámpara de Israel.

Peleas contra gigantes
(1  Cr 20.4-8)

18Después hubo en Gob otra batalla contra los filisteos. En aquella ocasión, Sibecai el husatita mató a Saf, que era descendiente de los gigantes. 19Y en otra batalla que hubo contra los filisteos, también en Gob, Elhanán, hijo de Jaír, de Belén, mató a Goliat el de Gat, cuya lanza tenía el asta tan grande como el rodillo de un telar.
20En Gat hubo otra batalla. Había allí un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos: seis en cada mano y seis en cada pie. Era también descendiente de los gigantes, 21pero desafió a Israel y lo mató Jonatán, hijo de Simá, el hermano de David. 22Estos cuatro gigantes eran descendientes de Réfah, el de Gat, pero cayeron a manos de David y de sus oficiales.


Oseas 1 1Este es el mensaje que el Señor dirigió a Oseas, hijo de Beerí, en tiempos de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías, reyes de Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.

La esposa y los hijos de Oseas

2El Señor comenzó así el mensaje que quería comunicar por medio de Oseas: "La tierra de Israel se ha prostituido apartándose de mí. De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una prostituta, y ten hijos con ella; así ellos serán hijos de una prostituta."
3Oseas tomó entonces por mujer a Gómer, hija de Diblaim, la cual quedó embarazada y le dio un hijo. 4Entonces el Señor le dijo a Oseas: "Llama Jezreel al niño, porque dentro de poco voy a castigar a los descendientes del rey Jehú por los crímenes que él cometió en Jezreel, y voy a poner fin al reino de Israel. 5Ese día destruiré en el valle de Jezreel el poderío militar de Israel."
6Gómer volvió a quedar embarazada y tuvo una hija. El Señor le dijo a Oseas: "Llama Lo-ruhama a la niña, porque ya no volveré a tener compasión del reino de Israel. No los perdonaré. 7En cambio, tendré compasión del reino de Judá: yo mismo, el Señor su Dios, los salvaré. Pero no los salvaré por medio de la guerra, sino que lo haré sin arco ni espada ni caballos ni jinetes."
8Después de haber destetado a Lo-ruhama, Gómer volvió a quedar embarazada y tuvo un hijo. 9Entonces el Señor le dijo a Oseas: "Llama Lo-amí al niño, porque ustedes ya no son mi pueblo ni yo soy ya su Dios."

La restauración del pueblo de Israel


10Un día los israelitas
serán como la arena del mar,
que nadie la puede medir ni contar.
Y en vez de decirles:
"Ustedes ya no son mi pueblo",
Dios les dirá:
"Ustedes son hijos del Dios viviente."
11Entonces se juntará
la gente de Judá y de Israel,
y nombrarán un jefe único,
y de todas partes volverán a Jerusalén.
¡Grande será el día de Jezreel!
Oseas 2 1Entonces dirán ustedes a sus hermanos:
"Pueblo de Dios",
y a sus hermanas:
"Compadecidas".

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