el veintinueve de mayo - Gálatas 3.19-4.7

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19Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue dada después, para poner de manifiesto la desobediencia de los hombres, hasta que viniera esa "descendencia" a quien se le había hecho la promesa. La ley fue proclamada por medio de ángeles, y Moisés sirvió de intermediario. 20Pero no hay necesidad de intermediario cuando se trata de una sola persona, y Dios es uno solo.

Cristo pone término a la ley

21¿Acaso esto quiere decir que la ley está en contra de las promesas de Dios? ¡Claro que no! Porque si la ley pudiera dar vida, entonces la justicia realmente se obtendría en virtud de la ley. 22Pero, según lo que dice la Escritura, todos son prisioneros del pecado, para que quienes creen en Jesucristo puedan recibir lo que Dios ha prometido.
23Antes de venir la fe, la ley nos tenía presos, esperando a que la fe fuera dada a conocer. 24La ley era para nosotros como el esclavo que vigila a los niños, hasta que viniera Cristo, para que por la fe obtuviéramos la justicia. 25Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley, 26pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, 27ya que al unirse a Cristo en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. 28Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo. 29Y si son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas que Dios le hizo.

Ya no somos esclavos sino hijos

Gálatas 4 1Lo que quiero decir es esto: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo de la familia, aunque sea en realidad el dueño de todo. 2Hay personas que lo cuidan y que se encargan de sus asuntos, hasta el tiempo que su padre haya señalado. 3Lo mismo pasa con nosotros: cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los poderes que dominan este mundo. 4Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, 5para rescatarnos a los que estábamos bajo esa ley y concedernos gozar de los derechos de hijos de Dios. 6Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones; y el Espíritu clama: "¡Abbá! ¡Padre!" 7Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de Dios que seas también su heredero.

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