el veintidós de mayo - Hechos 27.13-44, 1 Samuel 3 y Salmo 51

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La tempestad en el mar

Hechos 27 13Pensando que podrían seguir el viaje porque comenzaba a soplar un viento suave del sur, salieron y navegaron junto a la costa de Creta. 14Pero poco después un viento huracanado del nordeste azotó el barco, 15y comenzó a arrastrarlo. Como no podíamos mantener el barco de cara al viento, tuvimos que dejarnos llevar por él. 16Pasamos por detrás de una pequeña isla llamada Cauda, donde el viento no soplaba tan fuerte, y con mucho trabajo pudimos recoger el bote salvavidas. 17Después de subirlo a bordo, usaron sogas para reforzar el barco. Luego, como tenían miedo de encallar en los bancos de arena llamados la Sirte, echaron el ancla flotante y se dejaron llevar por el viento. 18Al día siguiente, la tempestad era todavía fuerte, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del barco; 19y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también los aparejos del barco. 20Por muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.
21Como habíamos pasado mucho tiempo sin comer, Pablo se levantó en medio de todos y dijo:
--Señores, hubiera sido mejor hacerme caso y no salir de Creta; así habríamos evitado estos daños y perjuicios. 22Ahora, sin embargo, no se desanimen, porque ninguno de ustedes morirá, aunque el barco sí va a perderse. 23Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios a quien pertenezco y sirvo, 24y me dijo: 'No tengas miedo, Pablo, porque tienes que presentarte ante el emperador romano, y por tu causa Dios va a librar de la muerte a todos los que están contigo en el barco.' 25Por tanto, señores, anímense, porque tengo confianza en Dios y estoy seguro de que las cosas sucederán como el ángel me dijo. 26Pero vamos a encallar en una isla.
27Una noche, cuando al cabo de dos semanas de viaje nos encontrábamos en el mar Adriático llevados de un lado a otro por el viento, a eso de la medianoche los marineros se dieron cuenta de que estábamos llegando a tierra. 28Midieron la profundidad del agua, y era de treinta y seis metros; un poco más adelante la midieron otra vez, y era de veintisiete metros. 29Por miedo de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de atrás del barco, mientras pedían a Dios que amaneciera. 30Pero los marineros pensaron en escapar del barco, así que comenzaron a bajar el bote salvavidas, haciendo como que iban a echar las anclas de la parte delantera del barco. 31Pero Pablo avisó al capitán y a sus soldados, diciendo:
--Si estos no se quedan en el barco, ustedes no podrán salvarse.
32Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.
33De madrugada, Pablo les recomendó a todos que comieran algo. Les dijo:
--Ya hace dos semanas que, por esperar a ver qué pasa, ustedes no han comido nada. 34Les ruego que coman algo. Esto es necesario, si quieren sobrevivir, pues nadie va a perder ni un cabello de la cabeza.
35Al decir esto, Pablo tomó en sus manos un pan y dio gracias a Dios delante de todos. Lo partió y comenzó a comer. 36Luego todos se animaron y comieron también. 37Éramos en el barco doscientas setenta y seis personas en total. 38Después de haber comido lo que quisieron, echaron el trigo al mar para aligerar el barco.

El naufragio

39Cuando amaneció, los marineros no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía que tenía playa; y decidieron tratar de arrimar el barco hacia allá. 40Cortaron las amarras de las anclas, abandonándolas en el mar, y aflojaron los remos que servían para guiar el barco. Luego alzaron al viento la vela delantera, y el barco comenzó a acercarse a la playa. 41Pero fue a dar en un banco de arena, donde el barco encalló. La parte delantera quedó atascada en la arena, sin poder moverse, mientras la parte de atrás comenzó a hacerse pedazos por la fuerza de las olas.
42Los soldados quisieron matar a los presos, para no dejarlos escapar nadando. 43Pero el capitán de los soldados, que quería salvar a Pablo, no dejó que lo hicieran, sino que ordenó que quienes supieran nadar se echaran al agua primero para llegar a tierra, 44y que los demás siguieran sobre tablas o en pedazos del barco. Así llegamos todos salvos a tierra.


El Señor llama a Samuel

1 Samuel 3 1El joven Samuel seguía sirviendo al Señor bajo las órdenes de Elí. En aquella época era muy raro que el Señor comunicara a alguien un mensaje; no era frecuente que alguien tuviera una visión. 2Pero un día Elí, que había comenzado a quedarse ciego y no podía ver bien, estaba durmiendo en su habitación. 3Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara del santuario seguía encendida. 4Entonces el Señor lo llamó:
--¡Samuel!
--¡Aquí estoy! --contestó él.
5Luego corrió adonde estaba Elí, y le dijo:
--Aquí me tiene usted; ¿para qué me quería?
--Yo no te he llamado --contestó Elí--. Vuelve a acostarte.
Entonces Samuel fue y se acostó. 6Pero el Señor llamó otra vez:
--¡Samuel!
Y Samuel se levantó y fue junto a Elí, diciendo:
--Aquí me tiene usted; ¿para qué me quería?
--Yo no te he llamado, hijo mío --respondió Elí--. Vuelve a acostarte.
7Samuel no conocía al Señor todavía, pues él aún no le había manifestado nada. 8Pero por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y este se levantó y fue a decirle a Elí:
--Aquí me tiene usted; ¿para qué me quería?
Elí, comprendiendo entonces que era el Señor quien llamaba al joven, 9dijo a este:
--Ve a acostarte; y si el Señor te llama, respóndele: 'Habla, que tu siervo escucha.'
Entonces Samuel se fue y se acostó en su sitio. 10Después llegó el Señor, se detuvo y lo llamó igual que antes:
--¡Samuel! ¡Samuel!
--Habla, que tu siervo escucha --contestó Samuel.
11Y el Señor le dijo:
--Voy a hacer algo en Israel que hasta los oídos le dolerán a todo el que lo oiga. 12Ese día, sin falta, cumpliré a Elí todo lo que le he dicho respecto a su familia. 13Le he anunciado que voy a castigar a los suyos para siempre, por la maldad que él ya sabe; pues sus hijos me han maldecido y él no los ha reprendido. 14Por tanto, he jurado contra la familia de Elí que su maldad no se borrará jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
15Después de esto, Samuel se acostó hasta la mañana siguiente, y entonces abrió las puertas del templo del Señor. Samuel tenía miedo de contarle a Elí la visión que había tenido, 16pero Elí lo llamó y le dijo:
--¡Samuel, hijo mío!
--Aquí estoy --respondió él.
17Y Elí le preguntó:
--¿Qué es lo que te ha dicho el Señor? Te ruego que no me ocultes nada. ¡Que Dios te castigue duramente si me ocultas algo de todo lo que él te ha dicho!
18Samuel le declaró todo el asunto, sin ocultarle nada, y Elí exclamó:
--¡Él es el Señor! ¡Hágase lo que a él le parezca mejor!
19Samuel creció, y el Señor lo ayudó y no dejó de cumplir ninguna de sus promesas. 20Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, reconoció que Samuel era un verdadero profeta del Señor. 21Y el Señor volvió a revelarse en Siló, pues allí era donde él daba a conocer a Samuel su mensaje;


SALMO 51 (50)

Oh Dios, ten compasión de mí


1Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí;
por tu gran ternura, borra mis culpas.
2¡Lávame de mi maldad!
¡Límpiame de mi pecado!
3Reconozco que he sido rebelde;
mi pecado no se borra de mi mente.
4Contra ti he pecado, y solo contra ti,
haciendo lo malo, lo que tú condenas.
Por eso tu sentencia es justa;
irreprochable tu juicio.

5En verdad, soy malo desde que nací;
soy pecador desde el seno de mi madre.
6En verdad, tú amas al corazón sincero,
y en lo íntimo me has dado sabiduría.
7Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8Lléname de gozo y alegría;
alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.
9Aleja de tu vista mis pecados
y borra todas mis maldades.

10Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!,
¡dame un espíritu nuevo y fiel!
11No me apartes de tu presencia
ni me quites tu santo espíritu.
12Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;
sosténme con tu espíritu generoso,
13para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos
y los pecadores se vuelvan a ti.
14Líbrame de cometer homicidios,
oh Dios, Dios de mi salvación,
y anunciaré con cantos que tú eres justo.

15Señor, abre mis labios,
y con mis labios te cantaré alabanzas.
16Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos;
yo te los daría, pero no es lo que te agrada.
17Las ofrendas a Dios son un espíritu dolido;
¡tú no desprecias, oh Dios, un corazón hecho pedazos!

18Haz bien a Sión, por tu buena voluntad;
vuelve a levantar los muros de Jerusalén.
19Entonces aceptarás los sacrificios requeridos,
las ofrendas y los holocaustos;
entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.

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