el dieciséis de mayo - Hechos 23.23-24.9, Jueces 20 y Salmo 45

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Pablo es enviado ante Félix

Hechos 23 23El comandante llamó a dos de sus capitanes, y les dio orden de preparar doscientos soldados de a pie, setenta de a caballo y doscientos con lanzas, para ir a Cesarea a las nueve de la noche. 24Además mandó preparar caballos para que Pablo montara, y dio orden de llevarlo sano y salvo al gobernador Félix. 25Con ellos envió una carta que decía lo siguiente:
26"De Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: saludos. 27Los judíos habían arrestado a este hombre y lo iban a matar, pero cuando yo supe que se trataba de un ciudadano romano, fui con mis soldados y lo libré. 28Como quise saber de qué lo acusaban, lo llevé ante la Junta de los judíos, 29y resultó que lo acusaban de asuntos de la ley de ellos; pero no había razón para matarlo, y ni siquiera para tenerlo en la cárcel. 30Pero como me he enterado de que los judíos tienen planes para matarlo, ahí se lo envío a usted; y he pedido también a los que lo acusan que traten delante de usted lo que tengan contra él."

31Los soldados, conforme a las órdenes que tenían, tomaron a Pablo y lo llevaron de noche a Antípatris. 32Al día siguiente, los soldados de a pie volvieron al cuartel, y los de a caballo siguieron el viaje con Pablo. 33Al llegar a Cesarea, dieron la carta al gobernador y le entregaron también a Pablo. 34Después de leer la carta, el gobernador preguntó de dónde era Pablo; y al saber que era de Cilicia, 35le dijo:
--Te oiré cuando vengan los que te acusan.
Luego dio orden de ponerlo bajo vigilancia en el palacio de Herodes.

Defensa de Pablo ante Félix

Hechos 24 1Cinco días después, Ananías, el sumo sacerdote, llegó a Cesarea con algunos de los ancianos y con un abogado que se llamaba Tértulo. Estos se presentaron ante el gobernador, para acusar a Pablo. 2Cuando trajeron a Pablo, Tértulo comenzó su acusación, diciendo a Félix:
--Gracias a usted, señor gobernador, tenemos paz, y gracias a sus sabias disposiciones se han hecho muchas mejoras en nuestra nación. 3Todo esto lo recibimos siempre y en todas partes, oh excelentísimo Félix, con mucho agradecimiento. 4Pero para no quitarle mucho tiempo, le ruego que tenga la bondad de oírnos un momento. 5Hemos encontrado que este hombre es una calamidad, y que por todo el mundo anda provocando divisiones entre los judíos, y que es cabecilla de la secta de los nazarenos. 6Incluso trató de profanar el templo, por lo cual nosotros lo arrestamos. 8Usted mismo puede interrogarlo para saber la verdad de todo esto de que lo acusamos.
9Los judíos allí presentes también afirmaban lo mismo.


Reacción de los israelitas ante el crimen de Guibeá

Jueces 20 1Entonces todos los israelitas, desde Dan hasta Beerseba y Galaad, se reunieron como un solo hombre en Mispá, delante del Señor. 2Todos los jefes de las tribus de Israel estaban presentes, y del pueblo de Dios se reunieron cuatrocientos mil soldados de a pie. 3Los de la tribu de Benjamín se enteraron de que las otras tribus israelitas se habían reunido en Mispá. Y los israelitas le preguntaron al levita cómo había ocurrido aquel crimen. 4El levita, marido de la víctima, les dijo:
--Yo llegué con mi concubina a la ciudad de Guibeá, de la tribu de Benjamín, para pasar la noche allí. 5Pero esa misma noche los habitantes de la ciudad rodearon la casa en que estábamos alojados, con la idea de matarme, y de tal manera abusaron de mi concubina, que ella murió. 6Entonces yo tomé el cadáver y lo descuarticé, y mandé los pedazos por todo el país, para que en todo Israel se enteraran de este crimen tan infame. 7A ustedes les toca ahora, como israelitas, opinar y decidir lo que se debe hacer.
8Como un solo hombre, todos se pusieron de pie y dijeron:
--Ninguno de nosotros volverá a su tienda o a su casa. 9Lo que tenemos que hacer es echar a suertes quiénes deberán atacar Guibeá. 10Uno de cada diez hombres de todas las tribus, se encargará de conseguir comida para el ejército; los demás irán a darle su merecido a Guibeá por esta infamia que se ha cometido en Israel.
11Todos los israelitas se unieron, como un solo hombre, para atacar la ciudad. 12Mandaron mensajeros por todo el territorio de la tribu de Benjamín, para decirles: "¿Qué crimen es este que han cometido algunos de ustedes? 13Entréguennos a esos pervertidos que están en Guibeá, para matarlos y purificar a Israel de la maldad."
Pero los de Benjamín no hicieron caso a sus hermanos israelitas, 14sino que los benjaminitas de todas las ciudades se juntaron en Guibeá para ir a pelear contra los otros israelitas. 15Los soldados de las ciudades de Benjamín que se alistaron eran veintiséis mil, sin contar setecientos hombres escogidos que eran de Guibeá. 16Entre todos estos hombres había setecientos zurdos que manejaban tan bien la honda que podían darle con la piedra a un cabello, sin fallar nunca. 17Por su parte, los otros israelitas reunieron cuatrocientos mil guerreros experimentados.

La guerra contra la tribu de Benjamín

18Los israelitas fueron a Betel, y allí consultaron a Dios para saber qué tribu debía atacar primero a los de Benjamín. El Señor les respondió que Judá debía ser la primera. 19Así pues, los israelitas se levantaron temprano y acamparon frente a Guibeá. 20Avanzaron contra los de Benjamín, y se colocaron frente a Guibeá en orden de batalla. 21Pero los de Benjamín salieron de la ciudad, y aquel día mataron a veintidós mil israelitas. 22-24Por eso los israelitas fueron a Betel a lamentarse en presencia del Señor hasta el anochecer, y allí le consultaron si debían volver a atacar a sus hermanos de la tribu de Benjamín. Como el Señor les ordenó atacar, cobraron ánimo, y al día siguiente volvieron a presentar batalla contra los benjaminitas en el mismo lugar donde la habían presentado el día anterior. 25Pero por segunda vez los benjaminitas salieron de Guibeá a atacarlos, y mataron a otros dieciocho mil soldados israelitas. 26Entonces todos los soldados de Israel y todo el pueblo fueron nuevamente a Betel, a lamentarse delante del Señor. Todo el día se lo pasaron sin comer, y le ofrecieron al Señor holocaustos y sacrificios de reconciliación.
27-28En aquel tiempo el arca de la alianza de Dios estaba en Betel, y su sacerdote era Finees, hijo de Eleazar y nieto de Aarón. Y los israelitas consultaron al Señor: "¿Debemos atacar una vez más a nuestros hermanos de la tribu de Benjamín, o es mejor que nos demos por vencidos?" El Señor les dijo: "Ataquen, que mañana yo les daré la victoria."
29Entonces algunos soldados israelitas se escondieron alrededor de Guibeá, 30mientras los demás marchaban aquel tercer día contra los de Benjamín y se colocaban en orden de batalla frente a Guibeá, como las otras dos veces. 31Una vez más, los de la tribu de Benjamín salieron de la ciudad, alejándose de ella para atacar a los israelitas. Lograron matar como a treinta israelitas por los caminos de Betel y Guibeá, y por los campos, 32creyendo que los israelitas huían de ellos, derrotados como las dos veces anteriores. Los israelitas, sin embargo, se estaban alejando de la ciudad para que el enemigo los persiguiera hasta los caminos. 33De pronto los israelitas salieron de donde estaban y se colocaron en orden de batalla en Baal-tamar; por su parte, los que estaban escondidos en la pradera, alrededor de Guibeá, salieron de sus escondites 34y atacaron la ciudad. Eran diez mil de los mejores guerreros israelitas los que atacaron a Guibeá. La lucha fue dura, y los de Benjamín no sabían que estaban a punto de perder. 35El Señor les dio a los israelitas la victoria sobre los benjaminitas, y aquel día los israelitas mataron veinticinco mil cien soldados de la tribu de Benjamín. 36Entonces los benjaminitas se dieron cuenta de que habían perdido.
Los israelitas se habían ido retirando ante el ataque de los benjaminitas, porque confiaban en los hombres que estaban escondidos para atacar Guibeá. 37Estos hombres atacaron por sorpresa a Guibeá y mataron a filo de espada a todos los de la ciudad. 38Los que estaban escondidos para atacar la ciudad se habían puesto de acuerdo con los otros israelitas para avisarles con una gran columna de humo cuando hubieran tomado la ciudad. 39En el momento en que los israelitas que parecían huir vieran la columna de humo, se volverían y harían frente a los de Benjamín.
Los benjaminitas lograron matar a unos treinta israelitas, con lo cual se confiaron, pensando que los habían derrotado, como en la primera batalla; 40pero en esto empezó a salir humo de la ciudad, y cuando los benjaminitas miraron atrás, las llamas y el humo de la ciudad entera llegaban al cielo. 41Entonces los israelitas les hicieron frente, y los benjaminitas se acobardaron al darse cuenta del desastre que se les venía encima. 42Salieron huyendo de los israelitas por el camino del desierto, pero no podían escapar, pues los que salían de la ciudad les cortaban el paso y los mataban. 43Los benjaminitas quedaron rodeados por los israelitas, los cuales los persiguieron y los fueron aplastando desde Menuhá hasta el oriente de Guibeá.
44Así murieron dieciocho mil soldados de la tribu de Benjamín. 45Los demás se volvieron y salieron huyendo hacia el desierto, en dirección a la peña de Rimón, pero cinco mil de ellos fueron muertos en los caminos. Los israelitas siguieron persiguiéndolos, y los destrozaron, matando a dos mil hombres. 46En total, ese día murieron veinticinco mil de los mejores soldados de la tribu de Benjamín. 47Pero seiscientos benjaminitas se volvieron y huyeron hacia el desierto, y se quedaron cuatro meses en la peña de Rimón. 48Los israelitas atacaron luego a los demás benjaminitas, y pasaron a cuchillo a los hombres de cada ciudad, matando animales y todo lo que encontraban a su paso, y quemando las ciudades.


SALMO 45 (44)

Poema para las bodas del rey


1Palabras hermosas bullen en mi mente;
mi lengua es como la pluma de un buen escritor.
¡Voy a recitar mi poesía ante el rey!

2¡Eres el más hermoso de los hombres!
¡El encanto brota de tus labios!
Por eso Dios te bendijo para siempre.
3¡Ponte la espada a la cintura, valiente!
¡Ella es tu adorno esplendoroso!

4Tu gloria consiste en avanzar triunfante,
luchando en favor de la verdad
y haciendo justicia a los humildes.
¡Tu mano derecha realiza grandes proezas!
5Los pueblos caen a tus pies, oh rey;
tus flechas son agudas y se clavan
en el corazón de tus enemigos.

6Tu reinado, oh Dios, es eterno,
y es un reinado de justicia.
7Amas el bien y odias el mal.
Por eso te ha escogido Dios, tu Dios,
y te ha colmado de alegría
más que a tus compañeros.
8Toda tu ropa es perfume de mirra, áloe y canela;
con música de instrumentos de cuerda
te alegran en los palacios de marfil.
9Entre las damas de tu corte hay princesas;
a la derecha de tu trono está la reina,
adornada con el oro más fino.

10Escucha, hijita; fíjate bien en lo que voy a decirte:
Olvídate de tu familia y de tu gente,
11pues el rey desea tu belleza;
él es tu señor, y debes obedecerlo.
12Princesa de Tiro,
los más ricos del pueblo
procuran con regalos ganarse tu favor.

13¡Aquí entra la princesa, en toda su hermosura!
¡Su vestido es de brocado de oro!
14Espléndidamente vestida la llevan ante el rey,
seguida de sus damas de honor,
del cortejo de sus amigas.
15Avanzan con gran alegría;
alegres entran en el palacio del rey.

16Tus hijos, oh rey, ocuparán el trono de tus antepasados,
y harás que gobiernen en todo el país.
17Yo haré que tu nombre se recuerde
en cada nueva generación,
y que los pueblos te alaben por siempre.

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