el seis de mayo - Hechos 17.1-15, Jueces 6 y Job 36

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Alboroto en Tesalónica

Hechos 17 1En su viaje, Pablo y Silas pasaron por Anfípolis y Apolonia, y luego llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga. 2Pablo, según su costumbre, fue a la sinagoga, y cada sábado, durante tres semanas seguidas, discutió con ellos, basándose en las Escrituras. 3Les explicaba que el Mesías tenía que morir, y que después de muerto tenía que resucitar. Les decía:
--Este mismo Jesús que yo les anuncio a ustedes, es el Mesías.
4Algunos de los judíos creyeron, y se unieron a Pablo y Silas. También creyeron muchos griegos que adoraban a Dios, y muchas mujeres distinguidas. 5Pero esto hizo que los judíos que no creían se llenaran de celos, y que reunieran a unos malvados que andaban ociosos por la calle para que alborotaran y perturbaran la ciudad. Atacaron además la casa de Jasón, buscando a Pablo y a Silas para sacarlos y entregarlos a la gente; 6pero como no los encontraron allí, llevaron a rastras a Jasón y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando:
--¡Estos hombres, que han trastornado el mundo entero, también han venido acá, 7y Jasón los ha recibido en su casa! ¡Todos ellos están violando las leyes del emperador, pues dicen que hay otro rey, que es Jesús!
8Al oir estas cosas, la gente y las autoridades se inquietaron. 9Pero Jasón y los otros dieron una fianza, y los soltaron.

Predicación en Berea

10Ya de noche, los hermanos hicieron que Pablo y Silas partieran inmediatamente hacia Berea. En cuanto llegaron, se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11Estos judíos, que eran de mejores sentimientos que los de Tesalónica, de buena gana recibieron el mensaje, y día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les decía. 12De modo que muchos de ellos creyeron, y también creyeron muchos de los griegos, tanto mujeres distinguidas como hombres. 13Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que Pablo estaba anunciando el mensaje de Dios también en Berea, se fueron allá, y empezaron a alborotar y perturbar a la gente. 14Pero los hermanos hicieron que Pablo saliera sin demora hacia la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaban en Berea. 15Los que acompañaban a Pablo fueron con él hasta la ciudad de Atenas. Luego volvieron con instrucciones para que Silas y Timoteo se le reunieran lo más pronto posible.


Dios llama a Gedeón

Jueces 6 1Pero los hechos de los israelitas fueron malos a los ojos del Señor, y durante siete años el Señor los entregó al poder de los madianitas. 2Como los madianitas oprimían cada vez más a los israelitas, estos, por temor a los madianitas, se hicieron escondites en los cerros, en las cuevas y en lugares difíciles de alcanzar. 3Siempre que los israelitas tenían algo sembrado, los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente los atacaban. 4Acampaban en los territorios de Israel y destruían las cosechas hasta la región de Gaza, sin dejarles a los israelitas nada que comer, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos. 5Con sus tiendas de campaña y su ganado invadían el país y lo destruían todo. Venían con sus camellos en grandes multitudes, como una plaga de langostas. 6Por causa de los madianitas, los israelitas pasaban por muchas miserias, y finalmente le pidieron ayuda al Señor.
7Cuando los israelitas le pidieron al Señor que los librara de los madianitas, 8él les envió un profeta que les dijo: "Así dice el Señor y Dios de Israel: 'Yo los saqué a ustedes de Egipto, donde vivían como esclavos, 9y no solo los libré a ustedes de los egipcios, sino también de todos los que los oprimían. A ellos los fui echando de delante de ustedes, y a ustedes les di la tierra de ellos. 10Y les dije a ustedes que yo soy el Señor su Dios, y que no tuvieran miedo de los dioses de los amorreos, en cuya tierra viven ustedes ahora; pero ustedes no me hicieron caso.'  "
11Entonces vino el ángel del Señor y se sentó bajo la encina que estaba en Ofrá, y que pertenecía a Joás, que era del clan de Abiézer. Gedeón, el hijo de Joás, estaba limpiando el trigo a escondidas, en el lugar donde se pisaba la uva para hacer vino, para que los madianitas no lo vieran.
12El ángel del Señor se le apareció y le dijo:
--¡El Señor está contigo, hombre fuerte y valiente!
13Y Gedeón contestó:
--Perdón, señor, pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Dónde están todos los milagros de que nos hablan nuestros antepasados, cuando dicen que el Señor nos sacó de Egipto? El Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado al poder de los madianitas.
14El Señor lo miró, y le dijo:
--Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía.
15Pero Gedeón volvió a contestar:
--Una vez más, perdón, señor, pero ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de toda la tribu de Manasés, y yo soy el más pequeño de mi familia.
16Y el Señor le respondió:
--Podrás hacerlo porque yo estaré contigo. Derrotarás a los madianitas como quien derrota a un solo hombre.
17Entonces Gedeón dijo:
--Si me he ganado tu favor, dame una prueba de que realmente eres tú quien habla conmigo. 18Por favor, no te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda que te quiero presentar.
Y el Señor le aseguró:
--Aquí estaré esperando tu regreso.
19Gedeón se fue y preparó un cabrito, y con unos veinte litros de harina hizo unos panes sin levadura; luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla, y se lo llevó todo hasta la encina. 20El ángel de Dios le mandó poner sobre una roca la carne y los panes sin levadura, y derramar el caldo. Después que Gedeón hizo lo que se le había mandado, 21el ángel tocó la carne y los panes con la punta del bastón que tenía en la mano, y de la roca salió fuego, el cual consumió la carne y los panes; luego el ángel del Señor desapareció de su vista. 22Al darse cuenta Gedeón de que se trataba del ángel del Señor, dijo:
--¡Ay Señor, Señor! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor!
23Pero el Señor le contestó:
--No tengas miedo, que no vas a morir. Recibe mi paz.
24Entonces Gedeón construyó allí un altar en honor del Señor, y lo llamó "El Señor es la paz". Este altar todavía está en Ofrá, ciudad del clan de Abiézer.
25Aquella misma noche el Señor le dijo a Gedeón:
--Toma un toro del ganado de tu padre, el segundo toro, el de siete años, y echa abajo el altar de Baal que tiene tu padre. Echa abajo también el árbol sagrado que está junto al altar de Baal, 26y en lo alto de esa fortaleza construye un altar al Señor tu Dios. Toma luego el toro, el segundo, y ofrécemelo como holocausto, usando para ello la leña del árbol sagrado que habrás echado abajo.
27Entonces Gedeón tomó a diez de sus sirvientes e hizo todo lo que el Señor le había mandado; solo que no lo hizo de día, sino durante la noche, por miedo a la familia de su padre y a los hombres de la ciudad. 28A la mañana siguiente, cuando la gente de la ciudad se levantó, se encontró con que el altar de Baal había sido echado abajo, lo mismo que el árbol sagrado que estaba junto al altar, y que además un toro había sido ofrecido en holocausto sobre el nuevo altar. 29Unos a otros se preguntaban: "¿Quién habrá hecho esto?"
Cuando, después de mucho buscar y preguntar, supieron que lo había hecho Gedeón, el hijo de Joás, fueron y le dijeron a Joás:
30--Saca a tu hijo, que lo vamos a matar. ¡Ha echado abajo el altar de Baal y el árbol sagrado que estaba junto al altar!
31Pero Joás respondió a quienes le rodeaban:
--¿Van ustedes a defender a Baal, y a pelear en su favor? ¡Pues que muera antes del amanecer cualquiera que defienda a Baal! Si Baal es Dios, déjenlo que se defienda solo, puesto que era suyo el altar derribado.
32Desde entonces comenzaron a llamar Jerubaal a Gedeón, y decían: "Que Baal se defienda de él", pues Gedeón había echado abajo el altar de Baal.
33Entonces todos los madianitas y los amalecitas y la gente del oriente, se juntaron y cruzaron el río Jordán, y acamparon en el valle de Jezreel. 34Pero el espíritu del Señor se adueñó de Gedeón, y este tocó un cuerno de carnero para que se le unieran los del clan de Abiézer; 35además mandó mensajeros para que llamaran a toda la tribu de Manasés a que se le uniera. También envió mensajeros a llamar a las tribus de Aser, Zabulón y Neftalí, que también salieron a reunirse con él.
36Y Gedeón le dijo a Dios: "Si de veras me vas a usar para salvar a Israel, como tú mismo has dicho, 37voy a poner el cuero lanudo de una oveja en el lugar donde se trilla el trigo. Si por la mañana la lana está mojada de rocío, pero la tierra está seca, sabré que de veras vas a usarme para salvar a Israel, como tú mismo has dicho."
38En efecto, así sucedió. Cuando Gedeón se levantó por la mañana, exprimió el cuero lanudo y sacó de él una taza llena de rocío. 39Sin embargo, Gedeón dijo: "No te enojes conmigo si vuelvo a insistir. Pero quiero hacer una sola prueba más. Esta vez harás que la lana quede seca y que el rocío humedezca la tierra."
40Aquella noche Dios lo hizo así. Y a la mañana siguiente, la lana estaba seca y toda la tierra cubierta de rocío.


Cuarto discurso de Elihú

Job 36 1-2Ten un poco de paciencia, y te instruiré,
pues aún tengo argumentos a favor de Dios.
3Usaré mis amplios conocimientos
para mostrar que mi Creador tiene razón.
4Te aseguro que no diré nada falso;
tienes delante a un sabio consumado.

5Dios es poderoso e inmensamente sabio,
y no desprecia al inocente.
6No perdona la vida al malvado,
pero hace justicia a los pobres;
7siempre protege a los hombres rectos;
afirma a los reyes en sus tronos,
y los mantiene en alta posición.
8Pero si son sujetados con cadenas
y el dolor los atormenta,
9Dios les hace ver el mal que cometieron
y cómo se dejaron llevar por el orgullo.
10Les habla para corregirlos
y pedirles que dejen su maldad.
11Si le hacen caso y se someten,
gozan de dicha y felicidad
por el resto de sus días.
12Pero si no hacen caso,
mueren y bajan al sepulcro
antes de que puedan darse cuenta.

13Los impíos se llenan de furor,
y ni aun estando presos piden ayuda.
14Mueren en plena juventud;
su vida termina en forma vergonzosa.
15Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre;
por medio del dolor lo hace entender.
16A ti también te libró de los peligros,
y te dio abundancia y libertad;
llenó tu mesa de comidas deliciosas.
17En ti se cumple la sentencia del malvado,
y no podrás evitar que se te juzgue y condene.
18Cuida de no dejarte sobornar,
de no dejarte seducir por el mucho dinero.
19En la angustia no te servirán de nada
tus gritos ni todo tu poder.
20No suspires por que llegue la noche,
cuando los pueblos desaparecen.
21Cuida de no volver a la maldad,
tú que fuiste probado por el sufrimiento.

22Fíjate en el gran poder de Dios.
Ningún maestro es comparable a él;
23nadie puede decirle lo que tiene que hacer,
ni echarle en cara el haber hecho mal.
24Todo el mundo alaba sus obras;
acuérdate también tú de alabarlas.
25Todo hombre puede verlas,
aunque sea de lejos.
26Dios es tan grande, que no podemos comprenderlo;
tampoco podemos contar sus años.

27Él recoge en un depósito las gotas de agua,
y luego las convierte en lluvia.
28La lluvia chorrea de las nubes
y cae en aguaceros sobre la gente.
29¿Quién entiende por qué avanzan las nubes,
o por qué resuena el trueno en el cielo?
30Dios extiende el relámpago sobre el mar,
dejando oculto el fondo del océano.
31Así alimenta a los pueblos
y les da comida en abundancia.
32Sujeta el rayo entre sus manos,
y este da en el blanco, tal como él lo ordena.
33El trueno anuncia a Dios,
la tempestad proclama su ira.

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