Felipe y el funcionario etiope
Hechos 8
26Después de esto, un ángel del Señor le dijo a Felipe: "Levántate y vete al sur, por el camino de Jerusalén a Gaza." Este camino pasa por el desierto.
27Felipe se levantó y se fue; y en el camino se encontró con un hombre de Etiopía. Era un alto funcionario, tesorero de la reina de Etiopía, el cual había ido a Jerusalén a adorar a Dios.
28Iba de regreso a su país, sentado en su carro y leyendo el libro del profeta Isaías.
29El Espíritu le dijo a Felipe: "Ve y acércate a ese carro."
30Cuando Felipe se acercó, oyó que el etiope leía el libro de Isaías; entonces le preguntó:
--¿Entiende usted lo que está leyendo?
31El etiope le contestó:
--¿Cómo lo voy a entender, si no hay quien me lo explique?
Y le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él.
32La parte de la Escritura que estaba leyendo era esta:
"Fue llevado como una oveja al matadero;
como un cordero que se queda callado
delante de los que lo trasquilan,
así tampoco abrió él la boca.
33Fue humillado, y no se le hizo justicia;
¿quién podrá hablar de su descendencia?
Porque su vida fue arrancada de la tierra."
34El funcionario etiope le preguntó a Felipe:
--Dime, por favor, ¿de quién dice esto el profeta: de sí mismo o de algún otro?
35Entonces Felipe, tomando como punto de partida el lugar de la Escritura que el etiope leía, le anunció la buena noticia acerca de Jesús.
36Más tarde, al pasar por un sitio donde había agua, el funcionario dijo:
--Aquí hay agua; ¿hay algún inconveniente para que yo sea bautizado?
38Entonces mandó parar el carro; y los dos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó.
39Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe, y el funcionario no lo volvió a ver; pero siguió su camino lleno de alegría.
40Felipe se encontró en Azoto, y pasó de pueblo en pueblo anunciando la buena noticia, hasta llegar a Cesarea.
Dios llama a Josué Josué 1
1Después que murió Moisés, el siervo del Señor, habló el Señor con Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés, y le dijo:
2"Como mi siervo Moisés ha muerto, ahora eres tú quien debe cruzar el río Jordán con todo el pueblo de Israel, para ir a la tierra que voy a darles a ustedes.
3Tal como se lo prometí a Moisés, yo les daré toda la tierra en donde ustedes pongan el pie.
4Les daré el territorio que va desde el desierto y la sierra del Líbano hasta el gran río Éufrates, con todo el territorio de los hititas, y hasta el mar Mediterráneo.
5Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo estaré contigo así como estuve con Moisés, sin dejarte ni abandonarte jamás.
6Ten valor y firmeza, que tú vas a repartir la tierra a este pueblo, pues es la herencia que yo prometí a sus antepasados.
7Lo único que te pido es que tengas mucho valor y firmeza, y que cumplas toda la ley que mi siervo Moisés te dio. Cúmplela al pie de la letra para que te vaya bien en todo lo que hagas.
8Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios, y medita en él de día y de noche, para que hagas siempre lo que este ordena. Así todo lo que hagas te saldrá bien.
9Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas."
Josué se prepara para la conquista
10Entonces Josué les dio órdenes a los jefes del pueblo:
11"Vayan por todo el campamento y ordenen a todos que preparen provisiones, porque dentro de tres días vamos a cruzar el río Jordán para tomar posesión de la tierra que el Señor nuestro Dios nos va a dar."
12Josué habló también a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés, y les dijo:
13--Acuérdense de lo que les mandó Moisés, el siervo del Señor, cuando les dijo que el Señor, el Dios de ustedes, les daría esta tierra para que pudieran descansar.
14Dejen aquí sus mujeres, niños y animales, en esta tierra que Moisés les dio de este lado del Jordán. Pero todos los hombres aptos para la guerra tomen sus armas y vayan delante de sus hermanos, para ayudarlos,
15hasta que el Señor les dé a ellos un lugar de descanso, como se lo dio a ustedes, y hasta que ellos también sean dueños de la tierra que el Señor les va a dar. Después, ustedes podrán regresar a sus tierras de este lado oriental del río, para tomar posesión definitiva de esta tierra que les dio Moisés, el siervo de Dios.
16Y ellos contestaron:
--Haremos todo lo que nos has ordenado, e iremos a donde nos mandes.
17Siempre te obedeceremos, como antes obedecimos a Moisés. Lo único que pedimos es que el Señor tu Dios te acompañe como acompañó a Moisés.
18Todo el que se te oponga o no obedezca cuanto tú mandes, morirá. Solo pedimos que tengas valor y firmeza.
Josué manda espías a Jericó Josué 2
1Desde Sitim, Josué mandó en secreto a dos espías, y les dijo: "Vayan a explorar la región y la ciudad de Jericó."
Ellos fueron, y llegaron a la casa de una prostituta de Jericó que se llamaba Rahab, en donde se quedaron a pasar la noche.
2Pero alguien dio aviso al rey de Jericó, diciéndole:
--Unos israelitas han venido esta noche a explorar la región.
3Entonces el rey mandó a decir a Rahab:
--Saca a los hombres que vinieron a verte y que están en tu casa, porque son espías.
4Pero ella los escondió y dijo:
--Es verdad que unos hombres me visitaron, pero yo no supe de dónde eran.
5Se fueron al caer la noche, porque a esa hora se cierra la puerta de la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Pero si ustedes salen en seguida a perseguirlos, los podrán alcanzar.
6En realidad, ella los había hecho subir a la azotea, y estaban allí escondidos, entre unos manojos de lino puestos a secar.
7Los hombres del rey los persiguieron en dirección del río Jordán, hasta los vados. Tan pronto como los soldados salieron, fue cerrada la puerta de la ciudad.
8Entonces, antes que los espías se durmieran, Rahab subió a la azotea y les dijo:
9--Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra a ustedes, porque él ha hecho que nosotros les tengamos mucho miedo. Todos los que viven aquí están muertos de miedo por causa de ustedes.
10Sabemos que cuando ustedes salieron de Egipto, Dios secó el agua del Mar Rojo para que ustedes lo pasaran. También sabemos que ustedes aniquilaron por completo a Sihón y a Og, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del río Jordán.
11Es tanto el miedo que nos ha dado al saberlo, que nadie se atreve a enfrentarse con ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra.
12Por eso yo les pido que me juren aquí mismo, por el Señor, que van a tratar bien a mi familia, de la misma manera que yo los he tratado bien a ustedes. Denme una prueba de su sinceridad,
13y perdonen la vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es de ellos. ¡Sálvennos de la muerte!
14Ellos le contestaron:
--Con nuestra propia vida respondemos de la vida de ustedes, con tal de que tú no digas nada de este asunto. Cuando el Señor nos haya dado esta tierra, nosotros te trataremos bien y con lealtad.
15Como Rahab vivía en una casa construida sobre la muralla misma de la ciudad, con una soga los hizo bajar por la ventana.
16Y les dijo:
--Váyanse a la montaña, para que no los encuentren los que andan buscándolos. Escóndanse allí durante tres días, hasta que ellos vuelvan a la ciudad. Después podrán ustedes seguir su camino.
17Y ellos le contestaron:
--Nosotros cumpliremos el juramento que nos has pedido hacerte.
18Pero cuando entremos en el país, tú deberás colgar esta soga roja de la ventana por la que nos has hecho bajar. Reúne entonces en tu casa a tu padre, tu madre, tus hermanos y toda la familia de tu padre.
19Si alguno de ellos sale de tu casa, será responsable de su propia muerte; la culpa no será nuestra. Pero si alguien toca a quien esté en tu casa contigo, nosotros seremos los responsables.
20Y si tú dices algo de este asunto, nosotros ya no estaremos obligados a cumplir el juramento que te hemos hecho.
21--Estamos de acuerdo --contestó ella.
Entonces los despidió, y ellos se fueron. Después ella ató la soga roja a su ventana.
22Los dos espías se fueron a las montañas y se escondieron allí durante tres días, mientras los soldados los buscaban por todas partes sin encontrarlos, hasta que por fin volvieron a Jericó.
23Entonces los espías bajaron de las montañas, cruzaron el río y regresaron a donde estaba Josué, a quien contaron todo lo que les había pasado.
24Le dijeron: "El Señor ha puesto toda la región en nuestras manos. Por causa nuestra, todos los que viven en el país están muertos de miedo."
Job 21
Job
1-2El mejor consuelo que ustedes pueden darme
es escuchar mis palabras.
3Tengan paciencia mientras hablo,
y después, ríanse si quieren.
4Mi pleito no es con ningún hombre;
por eso estoy tan impaciente.
5Si me ponen atención,
se quedarán mudos de miedo.
6Si yo mismo pienso en ello, me espanto;
mi cuerpo se estremece.
7¿Por qué siguen con vida los malvados,
y llegan a viejos, llenos de poder?
8Ven crecer a sus hijos y a sus nietos,
que a su lado gozan de seguridad.
9Nada amenaza la paz de sus hogares;
Dios no los castiga.
10Su ganado es siempre fecundo;
las crías nunca se malogran.
11Sus hijos corretean y juegan como corderitos,
12y alegres bailan y saltan
al son del arpa, los tambores y las flautas.
13Terminan su vida en la prosperidad;
bajan tranquilos a la tumba.
14A Dios le dicen: "¡Déjanos en paz,
no queremos conocer tus leyes!
15¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos?
¿Qué ganamos con orar ante él?"
16(Pero los malvados no son dueños de su bienestar.
¡Lejos de mí pensar como ellos!)
17¿Cuándo se ha apagado la luz de los malvados?
¿Cuándo han caído en la desgracia?
¿Cuándo se ha enojado Dios con ellos
y los ha hecho sufrir?
18¿Cuándo han sido dispersados como paja
que arrastra el viento en sus torbellinos?
19Se dice que Dios hace pagar a los hijos
por las faltas de sus padres.
Pero es el propio malvado
quien debe pagar y escarmentar.
20Él debe recibir el castigo
de la ira del Todopoderoso.
21¿Qué le importa lo que pueda pasarle a su familia
una vez que él haya muerto?
22(Pero, ¿quién puede dar lecciones a Dios,
que juzga aun a los habitantes del cielo?)
23Hay quienes llegan a la muerte
llenos de vigor, felices y tranquilos,
24llenos de prosperidad y de salud.
25Otros, en cambio, viven amargados
y mueren sin haber probado la felicidad.
26Sin embargo, todos en la tumba son iguales;
a unos y a otros se los comen los gusanos.
27Yo sé lo que ustedes piensan de mí
y las ideas perversas que tienen.
28Se preguntan: "¿Dónde ha quedado la casa
de aquel malvado tirano?"
29¿No han hablado ustedes con la gente que viaja?
¿No han oído las cosas que ellos cuentan:
30que cuando Dios se enoja, manda una desgracia
y al malvado no le pasa nada?
31Nadie le echa en cara su conducta,
nadie le da su merecido.
32-33Y cuando al fin lo llevan a enterrar,
todos en cortejo lo acompañan,
unos delante y otros detrás,
y hacen guardia en el sepulcro,
y hasta la tierra es suave para él.
34¡Es absurdo que ustedes quieran consolarme!
¡Es mentira todo lo que dicen!
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