el dieciocho de febrero - Hebreos 13, Éxodo 18-19 y Proverbios 8

Patrocinada por la Sociedad Bíblica Americana

Actitudes cristianas

Hebreos 13 1No dejen de amarse unos a otros como hermanos. 2No se olviden de ser amables con los que lleguen a su casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles.
3Acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados, ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo.
4Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.
5No amen el dinero; conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: "Nunca te dejaré ni te abandonaré." 6Así que podemos decir con confianza:
"El Señor es mi ayuda; no temeré.
¿Que me puede hacer el hombre?"
7Acuérdense de quienes los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe.
8Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. 9No se dejen ustedes llevar por enseñanzas diferentes y extrañas. Es mejor que nuestros corazones se fortalezcan en el amor de Dios que en seguir reglas sobre los alimentos; pues esas reglas nunca han sido de provecho.
10Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los sacerdotes del antiguo santuario. 11Pues el sumo sacerdote lleva la sangre de los animales al santuario, como ofrenda para quitar el pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. 12Así también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo por medio de su propia sangre. 13Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió. 14Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura. 15Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros labios! 16No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen; porque estos son los sacrificios que agradan a Dios.
17Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, porque ellos cuidan sin descanso de ustedes, sabiendo que tienen que rendir cuentas a Dios. Procuren hacerles el trabajo agradable y no penoso, pues lo contrario no sería de ningún provecho para ustedes.
18Oren por nosotros, que estamos seguros de tener la conciencia tranquila, ya que queremos portarnos bien en todo. 19Pido especialmente sus oraciones para que Dios me permita volver a estar pronto con ustedes.

Bendición y despedida

20Que el Dios de paz, que resucitó de la muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien por su sangre confirmó su alianza eterna, 21los haga a ustedes perfectos y buenos en todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera, por medio de Jesucristo. ¡Gloria para siempre a Cristo! Amén.
22Hermanos, les ruego que reciban con paciencia estas pocas palabras de aliento que les he escrito. 23Sepan ustedes que nuestro hermano Timoteo está ya en libertad; si llega pronto, lo llevaré conmigo cuando vaya a verlos.
24Saluden a todos sus dirigentes y a todos los del pueblo santo. Los de Italia les mandan saludos.
25Que Dios derrame su gracia sobre todos ustedes. 


Jetró visita a Moisés

Éxodo 18 1Jetró, el sacerdote de Madián y suegro de Moisés, supo todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo Israel, y supo también que el Señor los había sacado de Egipto. 2Moisés había despedido a su esposa Séfora, y Jetró la había recibido a ella 3y a sus dos hijos. Uno de estos se llamaba Guersón, porque Moisés había dicho: "He sido un extranjero en tierra extraña", 4y el otro se llamaba Eliézer, porque había dicho: "El Dios de mi padre vino en mi ayuda, y me salvó de la espada del faraón."
5Moisés había acampado en el desierto, junto al monte de Dios, y allá fue Jetró, acompañado por la esposa y los hijos de Moisés. 6Y le dijo a Moisés:
--Yo, tu suegro Jetró, he venido a verte, junto con tu esposa y sus dos hijos.
7Moisés salió a recibir a su suegro. Se inclinó delante de él y lo besó; y después de saludarse entraron en la tienda de campaña. 8Allí Moisés le contó a su suegro todo lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios en favor de Israel, todas las dificultades que habían tenido en el camino, y la forma en que el Señor los había salvado.
9Jetró se alegró por la mucha bondad que Dios había mostrado a los israelitas al salvarlos del poder de los egipcios, 10y dijo:
--Bendito sea el Señor, que los ha librado a ustedes, pueblo de Israel, del poder del faraón y de los egipcios; que los ha librado del poder opresor 11y de la insolencia con que ellos los trataron. Ahora estoy convencido de que el Señor es más grande que todos los dioses.
12Jetró tomó un animal para quemarlo en honor de Dios, y también otras ofrendas. Luego Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro de Moisés, en presencia de Dios.

Moisés nombra otros jueces
(Dt 1.9-18)

13Al día siguiente Moisés se sentó para resolver los pleitos de los israelitas, los cuales acudían a él desde la mañana hasta la tarde. 14Al ver el trabajo que Moisés se tomaba, su suegro le dijo:
--¿Por qué te tomas todo ese trabajo? La gente acude a ti desde la mañana hasta la tarde. ¿Por qué te dedicas a atenderlos tú solo?
15Y Moisés le contestó:
--Es que el pueblo viene a verme para consultar a Dios. 16Cuando tienen dificultades entre ellos, vienen a verme para que yo decida quién es el que tiene la razón; entonces yo les hago saber las leyes y enseñanzas de Dios.
17Pero su suegro Jetró le advirtió:
--No está bien lo que haces, 18pues te cansas tú y se cansa la gente que está contigo. La tarea sobrepasa tus fuerzas, y tú solo no vas a poder realizarla. 19Escucha bien el consejo que te voy a dar, y que Dios te ayude. Tú debes presentarte ante Dios en lugar del pueblo, y presentarle esos problemas. 20A ellos, instrúyelos en las leyes y enseñanzas, y hazles saber cómo deben vivir y qué deben hacer. 21Por lo que a ti toca, escoge entre el pueblo hombres capaces, que tengan temor de Dios y que sean sinceros, hombres que no busquen ganancias mal habidas, y a unos dales autoridad sobre grupos de mil personas, a otros sobre grupos de cien, a otros sobre grupos de cincuenta y a otros sobre grupos de diez. 22Ellos dictarán sentencia entre el pueblo en todo momento; los problemas grandes te los traerán a ti, y los problemas pequeños los atenderán ellos. Así te quitarás ese peso de encima, y ellos te ayudarán a llevarlo. 23Si pones esto en práctica, y si Dios así te lo ordena, podrás resistir; la gente, por su parte, se irá feliz a su casa.
24Moisés le hizo caso a su suegro y puso en práctica todo lo que le había dicho: 25escogió a los hombres más capaces de Israel, y les dio autoridad sobre grupos de mil personas, de cien, de cincuenta y de diez. 26Ellos dictaban sentencia entre el pueblo en todo momento; los problemas difíciles se los llevaban a Moisés, pero todos los problemas de menor importancia los resolvían ellos mismos. 27Después Moisés y su suegro se despidieron, y su suegro regresó a su país.

Los israelitas llegan al Sinaí

Éxodo 19 1Los israelitas llegaron al desierto del Sinaí al tercer mes de haber salido de Egipto. 2Después de salir de Refidim, llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí mismo, frente al monte. 3Allí Moisés subió a encontrarse con Dios, pues el Señor lo llamó desde el monte y le dijo:
--Anúnciales estas mismas palabras a los descendientes de Jacob, a los israelitas: 4'Ustedes han visto lo que yo hice con los egipcios, y cómo los he traído a ustedes a donde yo estoy, como si vinieran sobre las alas de un águila. 5Así que, si ustedes me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece. 6Ustedes me serán un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí.' Diles todo esto a los israelitas.
7Moisés fue y llamó a los ancianos del pueblo, y les expuso todo lo que el Señor le había ordenado. 8Entonces los israelitas contestaron a una voz:
--Haremos todo lo que el Señor ha ordenado.
Moisés llevó entonces al Señor la respuesta del pueblo, 9y el Señor le dijo:
--Mira, voy a presentarme ante ti en medio de una nube espesa, para que la gente me oiga hablar contigo y así tengan siempre confianza en ti.
Moisés le repitió al Señor la respuesta del pueblo, 10y el Señor le dijo:
--Ve y prepara al pueblo hoy y mañana para que me rinda culto. Deben lavarse la ropa 11y prepararse para pasado mañana, porque pasado mañana bajaré yo, el Señor, al monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12Pon límites alrededor del monte para que la gente no pase, y diles que respeten el monte y que no suban a él ni se acerquen a sus alrededores, porque todo el que se acerque será condenado a muerte. 13Pero nadie debe ponerle la mano encima, sino que tendrán que matarlo a pedradas o a flechazos. No importa si es un hombre o un animal, no se le deberá dejar con vida. La gente podrá subir al monte solo cuando se oiga el toque del cuerno de carnero.
14Moisés bajó del monte a preparar al pueblo para que rindiera culto a Dios. La gente se lavó la ropa, 15y Moisés les dijo:
--Prepárense para pasado mañana, y mientras tanto no tengan relaciones sexuales.
16Al amanecer del tercer día hubo relámpagos y truenos, y una espesa nube se posó sobre el monte. Un fuerte sonido de trompetas hizo que todos en el campamento temblaran de miedo. 17Entonces Moisés llevó al pueblo fuera del campamento para encontrarse con Dios, y se detuvieron al pie del monte. 18Todo el monte Sinaí echaba humo debido a que el Señor había bajado a él en medio de fuego. El humo subía como de un horno, y todo el monte temblaba violentamente. 19El sonido de trompetas fue haciéndose cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y Dios le contestaba con voz de trueno.
20El Señor bajó a la parte más alta del monte Sinaí, y le pidió a Moisés que subiera a ese mismo lugar. Moisés subió, 21y el Señor le dijo:
--Baja y adviértele a la gente que no pase del límite ni trate de verme, no sea que muchos de ellos caigan muertos. 22Aun los sacerdotes, que pueden acercarse a mí, deberán purificarse, no sea que yo haga destrozos entre ellos.
23Moisés le contestó al Señor:
--El pueblo no se atreverá a subir a este monte Sinaí, pues tú nos ordenaste ponerle un límite y declararlo sagrado.
24Pero el Señor le dijo:
--Anda, baja; después subirás con Aarón. Pero los sacerdotes y el pueblo no deben pasar del límite para subir a donde yo estoy, no sea que yo haga destrozos entre ellos.
25Moisés bajó y repitió esto a los israelitas.


Discurso de la sabiduría

Proverbios 8 1La sabiduría clama a voz en cuello;
la inteligencia hace oir su voz.
2Se para en lo alto de las colinas,
se detiene donde se cruzan los caminos,
3se hace oir junto a las puertas,
a la entrada de la ciudad:
4"Para ustedes los hombres
van estas palabras mías.
5Jóvenes inexpertos y necios,
¡aprendan a ser prudentes y entendidos!
6Atiendan, que voy a decirles
cosas importantes e irreprochables.
7Lo que voy a decir es la verdad;
no me gusta hablar mentira.
8Todas mis palabras son justas;
no hay en ellas la menor falsedad.
9Para el inteligente y entendido,
mis palabras son claras e irreprochables.
10En vez de plata y oro fino,
adquieran instrucción y conocimiento."
11Vale más sabiduría que piedras preciosas;
¡ni lo más deseable se le puede comparar!

12"Yo, la sabiduría, habito con la inteligencia,
y sé hallar los mejores consejos.
13Honrar al Señor es odiar el mal.
Yo odio el orgullo y la altanería,
el mal camino y la mentira.
14En mí están el plan y su realización,
yo soy el buen juicio y la fuerza.
15Gracias a mí reinan los reyes
y los gobernantes establecen el derecho.
16Gracias a mí dominan los jefes de estado
y dictan sentencia las autoridades.
17Yo amo a los que me aman,
y los que me buscan, me encuentran.
18Yo doy riquezas y honra,
grandes honores y prosperidad.
19Lo que yo doy es mejor que el oro más refinado;
lo que yo ofrezco es mejor que la plata más fina.
20Yo voy por el camino recto,
por las sendas de la justicia.
21A los que me aman les doy su parte:
lleno sus casas de tesoros.

22"El Señor me creó al principio de su obra,
antes de que él comenzara a crearlo todo.
23Me formó en el principio del tiempo,
antes de que creara la tierra.
24Me engendró antes de que existieran los grandes mares,
antes de que brotaran los ríos y los manantiales.
25Antes de afirmar los cerros y los montes,
el Señor ya me había engendrado;
26aún no había creado él la tierra y sus campos,
ni el polvo de que el mundo está formado.
27Cuando él afirmó la bóveda del cielo
sobre las aguas del gran mar, allí estaba yo.
28Cuando afirmó las nubes en el cielo
y reforzó las fuentes del mar profundo,
29cuando ordenó a las aguas del mar
no salirse de sus límites,
cuando puso las bases de la tierra,
30allí estaba yo, fielmente, a su lado.
Yo era su constante fuente de alegría,
y jugueteaba en su presencia a todas horas;
31jugueteaba en el mundo creado,
¡me sentía feliz por el género humano!

32"Y ahora, hijos míos, escúchenme;
sigan mi ejemplo y serán felices.
33Atiendan a la instrucción;
no rechacen la sabiduría.
34Feliz aquel que me escucha,
y que día tras día se mantiene vigilante
a las puertas de mi casa.
35Porque hallarme a mí es hallar la vida
y ganarse la buena voluntad del Señor;
36pero apartarse de mí es poner la vida en peligro;
¡odiarme es amar la muerte!"

La Próxima Página

Esta lectura es de La Biblia, Versión Popular, Segunda Edición Derechos Registrados © Sociedades Bíblicas Unidas 1966, 1970, 1979, 1983

Toque aquí para regresar a la primera pagina de La Lectura Diaria de La Biblia.

Derechos Registrados 2013 BibleNetUSA. All rights reserved. Email vpo@dailybibleclub.com