Hebreos 1122Por fe, José, al morir, dijo que los israelitas saldrían más tarde de la tierra de Egipto, y dejó órdenes acerca de lo que deberían hacer con sus restos.
23Por fe, al nacer Moisés, sus padres lo escondieron durante tres meses; porque vieron que era un niño hermoso, y no tuvieron miedo de la orden que el rey había dado de matar a los niños.
24Y por fe, Moisés, cuando ya fue hombre, no quiso llamarse hijo de la hija del faraón;
25prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, a gozar por un tiempo los placeres del pecado.
26Consideró de más valor sufrir la deshonra del Mesías que gozar de la riqueza de Egipto; porque tenía la vista puesta en la recompensa que Dios le había de dar.
27Por fe, Moisés se fue de la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible.
28Por fe, Moisés celebró la Pascua y mandó rociar las puertas con sangre, para que el ángel de la muerte no tocara al hijo mayor de ningún israelita.
29Por fe, los israelitas pasaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca; luego, cuando los egipcios quisieron hacer lo mismo, se ahogaron.
30Por fe cayeron los muros de la ciudad de Jericó, después que los israelitas marcharon alrededor de ellos durante siete días.
31Y por fe, Rahab, la prostituta, no murió junto con los desobedientes, porque ella había recibido amistosamente a los espías de Israel.
32¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas.
33Por la fe conquistaron países, impartieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los leones,
34apagaron fuegos violentos, escaparon de ser muertos a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos.
35Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida a sus familiares muertos.
Otros murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor.
36Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles.
37Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos solo de piel de oveja y de cabra; pobres, afligidos y maltratados.
38Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, y por los montes, y por las cuevas y las cavernas de la tierra.
39Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían;
40porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos perfectos.
El canto de Moisés Éxodo 15
1Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:
"Cantaré en honor del Señor,
que tuvo un triunfo maravilloso
al hundir en el mar caballos y jinetes.
2Mi canto es al Señor,
quien es mi fuerza y salvación.
Él es mi Dios, y he de alabarlo;
es el Dios de mi padre, y he de enaltecerlo.
3El Señor es un gran guerrero.
El Señor, ¡ese es su nombre!
4El Señor hundió en el mar
los carros y el ejército del faraón;
¡sus mejores oficiales
se ahogaron en el Mar Rojo!
5Cayeron hasta el fondo, como piedras,
y el mar profundo los cubrió.
6Oh, Señor, fue tu mano derecha,
fuerte y poderosa,
la que destrozó al enemigo.
7Con tu gran poder aplastaste
a los que se enfrentaron contigo;
se encendió tu enojo,
y ellos ardieron como paja.
8Soplaste con furia, y el agua se amontonó;
las olas se levantaron como un muro;
¡el centro del mar profundo se quedó inmóvil!
9El enemigo había pensado:
'Los voy a perseguir hasta alcanzarlos,
y voy a repartir lo que les quite
hasta quedar satisfecho.
Sacaré la espada,
y mi brazo los destruirá.'
10Pero soplaste, y el mar se los tragó;
se hundieron como plomo en el agua tempestuosa.
11Oh, Señor,
¡ningún dios puede compararse a ti!
¡Nadie es santo ni grande como tú!
¡Haces cosas maravillosas y terribles!
¡Eres digno de alabanza!
12¡Desplegaste tu poder
y se los tragó la tierra!
13Con tu amor vas dirigiendo
a este pueblo que salvaste;
con tu poder lo llevas a tu santa casa.
14Las naciones temblarán cuando lo sepan,
los filisteos se retorcerán de dolor,
15los capitanes de Edom se quedarán sin aliento,
los jefes de Moab temblarán de miedo,
y perderán el valor todos los cananeos.
16Oh, Señor,
¡que se asusten!, ¡que tengan miedo!
¡que se queden como piedras
por la fuerza de tu brazo,
hasta que haya pasado tu pueblo,
el pueblo que has hecho tuyo!
17Oh, Señor,
llévanos a vivir a tu santo monte,
al lugar que escogiste para vivir,
al santuario que afirmaste con tus manos.
18¡El Señor reina por toda la eternidad!"
El canto de María
19Cuando los carros y la caballería del faraón entraron en el mar, el Señor hizo que el agua del mar les cayera encima; pero los israelitas cruzaron el mar como por tierra seca.
20Entonces la profetisa María, hermana de Aarón, tomó una pandereta, y todas las mujeres la siguieron, bailando y tocando panderetas,
21mientras ella les cantaba:
"Canten en honor al Señor,
que tuvo un triunfo maravilloso
al hundir en el mar caballos y jinetes."
El agua amarga
22Moisés hizo que los israelitas se alejaran del Mar Rojo. Entonces ellos se fueron al desierto de Sur, y durante tres días caminaron por él, sin encontrar agua.
23Cuando llegaron a Mará, no pudieron beber el agua que allí había, porque era amarga. Por eso llamaron Mará a ese lugar.
24La gente empezó a hablar mal de Moisés, y preguntaban: "¿Qué vamos a beber?"
25Entonces Moisés pidió ayuda al Señor, y él le mostró un arbusto. Moisés echó el arbusto al agua, y el agua se volvió dulce.
Allí el Señor los puso a prueba, y les dio una ley y una norma de conducta.
26Les dijo: "Si ponen ustedes toda su atención en lo que yo, el Señor su Dios, les digo, y si hacen lo que a mí me agrada, obedeciendo mis mandamientos y cumpliendo mis leyes, no les enviaré ninguna de las plagas que envié sobre los egipcios, pues yo soy el Señor, el que los sana a ustedes."
27Después llegaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras, y allí acamparon junto al agua.
Advertencias contra el dar fianza Proverbios 6
1Hijo mío, si das fianza por tu amigo
o te haces responsable de un extraño,
2tú solo te pones la trampa:
quedas atrapado en tus propias palabras.
3Para librarte, hijo mío,
pues estás en las manos de otro,
haz lo siguiente:
trágate el orgullo y cóbrale a tu amigo.
4No te duermas,
no te des ni un momento de descanso;
5huye, como un venado del cazador;
huye, como un ave de la trampa.
Exhortación a los perezosos
6Anda a ver a la hormiga, perezoso;
fíjate en lo que hace, y aprende la lección:
7aunque no tiene quien la mande
ni quien le diga lo que ha de hacer,
8asegura su comida en el verano,
la almacena durante la cosecha.
9¡Basta ya de dormir, perezoso!
¡Basta ya de estar acostado!
10Mientras tú sueñas y cabeceas,
y te cruzas de brazos para dormir mejor,
11la pobreza vendrá y te atacará
como un vagabundo armado.
Características del malvado
12El que es malvado y perverso
anda siempre contando mentiras;
13guiña los ojos,
hace señas con los pies,
señala con los dedos;
14su mente es perversa,
piensa siempre en hacer lo malo
y en andar provocando peleas.
15Por eso, en un instante le vendrá el desastre;
en un abrir y cerrar de ojos
quedará arruinado sin remedio.
Lo que el Señor aborrece
16Hay seis cosas, y hasta siete,
que el Señor aborrece por completo:
17los ojos altaneros,
la lengua mentirosa,
las manos que asesinan a gente inocente,
18la mente que elabora planes perversos,
los pies que corren ansiosos al mal,
19el testigo falso y mentiroso,
y el que provoca peleas entre hermanos.
Consecuencias del adulterio
20Hijo mío, guarda siempre en tu memoria
los mandamientos y enseñanzas de tus padres.
21Llévalos siempre sobre tu corazón,
átalos alrededor de tu cuello;
22te guiarán cuando andes de viaje,
te protegerán cuando estés dormido,
hablarán contigo cuando despiertes.
23En verdad, los mandamientos y las enseñanzas
son una lámpara encendida;
las correcciones y los consejos
son el camino de la vida.
24Te protegerán de la mujer malvada,
de las palabras melosas de la mujer ajena.
25No permitas que su belleza encienda tu pasión;
¡no te dejes atrapar por sus miradas!
26La prostituta va tras un bocado de pan,
pero la adúltera va tras el hombre que vale.
27El que se echa fuego en el pecho,
sin duda se quema la ropa.
28El que camina sobre las brasas,
se quema los pies.
29El que se enreda con la mujer ajena,
no quedará sin castigo.
30Nadie desprecia al ladrón
que roba para calmar su hambre;
31aunque si lo encuentran robando,
tendrá que devolver siete veces lo robado,
y aun tendrá que dar todo cuanto tenga.
32¡Qué imprudente es el que anda con la mujer ajena!
¡El que lo hace se destruye a sí mismo!
33Tendrá que afrontar golpes y ofensas,
y no habrá nada que borre su deshonra.
34Porque el hombre celoso es como un fuego,
y no perdona a la hora de vengarse;
35no acepta desagravio alguno,
ni se calma ante muchos regalos.
Artimañas de la mujer adúltera Proverbios 7
1Obedece mis palabras, hijo mío;
guarda en tu mente mis mandamientos.
2Obedece mis mandamientos y enseñanzas;
cuídalos como a las niñas de tus ojos, y vivirás.
3Átalos a tus dedos,
grábatelos en la mente.
4Haz de la sabiduría tu hermana,
haz de la inteligencia tu amiga.
5Ellas te librarán de la mujer adúltera,
de la extraña de palabras seductoras.
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