el trece de febrero - Hebreos 9.23-10.18, Éxodo 9-10 y Proverbios 3

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Hebreos 9 23De manera que se necesitaban tales sacrificios para purificar aquellas cosas que son copias de lo celestial; pero las cosas celestiales necesitan mejores sacrificios que esos.

El acceso a Dios

24Porque Cristo no entró en aquel santuario hecho por los hombres, que era solamente una figura del santuario verdadero, sino que entró en el cielo mismo, donde ahora se presenta delante de Dios para rogar en nuestro favor. 25Y no entró para ofrecerse en sacrificio muchas veces, como hace cada año todo sumo sacerdote, que entra en el santuario para ofrecer sangre ajena. 26Si ese fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado. 27Y así como todos han de morir una sola vez y después vendrá el juicio, 28así también Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos. Después aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

Ineficacia de la ley antigua

Hebreos 10 1Porque la ley de Moisés era solamente una sombra de los bienes que habían de venir, y no su presencia verdadera. Por eso la ley nunca puede hacer perfectos a quienes cada año se acercan a Dios para ofrecerle los mismos sacrificios. 2Pues si la ley realmente pudiera purificarlos del pecado, ya no se sentirían culpables, y dejarían de ofrecer sacrificios. 3Pero estos sacrificios sirven más bien para hacerles recordar sus pecados cada año. 4Porque la sangre de los toros y de los chivos no puede quitar los pecados.

El sacrificio de Cristo

5Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo a Dios:
"No quieres sacrificio ni ofrendas,
sino que me has dado un cuerpo.
6No te agradan los holocaustos ni las ofrendas para quitar el pecado.
7Entonces dije: 'Aquí estoy, tal como está escrito de mí en el libro,
para hacer tu voluntad, oh Dios.'  "
8En primer lugar, dice que Dios no quiere ni le agradan sacrificios ni ofrendas de animales, ni holocaustos para quitar el pecado, a pesar de que son cosas que la ley manda ofrecer. 9Y después añade: "Aquí vengo para hacer tu voluntad." Es decir, que quita aquellos sacrificios antiguos y pone en su lugar uno nuevo. 10Dios nos ha consagrado porque Jesucristo hizo la voluntad de Dios al ofrecer su propio cuerpo en sacrificio una sola vez y para siempre.
11Todo sacerdote judío oficia cada día y sigue ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, aunque estos nunca pueden quitar los pecados. 12Pero Jesucristo ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre, y luego se sentó a la derecha de Dios. 13Allí está esperando hasta que Dios haga de sus enemigos el estrado de sus pies, 14porque por medio de una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que han sido consagrados a Dios. 15Y el Espíritu Santo nos lo confirma, al decir:
16"La alianza que haré con ellos
después de aquellos días,
será esta, dice el Señor:
Pondré mis leyes en su corazón
y las escribiré en su mente.
17Y no me acordaré más de sus pecados y maldades."
18Así pues, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de más ofrendas por el pecado.


La plaga en el ganado

Éxodo 9 1Entonces el Señor le dijo a Moisés:
--Ve a ver al faraón, y dile: 'Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. 2Si no los dejas ir, sino que los sigues deteniendo, 3el Señor descargará su poder sobre tus ganados que están en el campo, y habrá una peste muy grave. Morirán los caballos, los asnos, los camellos, las vacas y las ovejas. 4Pero el Señor hará distinción entre los ganados de Israel y los de Egipto, para que no muera ningún animal de los israelitas.'
5Además el Señor puso un plazo, y dijo:
--Yo haré esto mañana.
6Al día siguiente, el Señor lo hizo. Todo el ganado egipcio murió, pero del ganado israelita no murió ni un solo animal. 7El faraón mandó a ver el ganado de Israel, y resultó que ningún animal había muerto. Sin embargo, se puso terco y no dejó ir a los israelitas.

La plaga de llagas

8Entonces el Señor les dijo a Moisés y Aarón:
--Tomen puñados de ceniza de un horno, y que arroje Moisés la ceniza hacia arriba, en presencia del faraón. 9La ceniza se convertirá en polvo y se extenderá por todo el país, produciendo llagas en todos los hombres y animales de Egipto.
10Moisés y Aarón tomaron ceniza de un horno y fueron a ver al faraón. Allí Moisés arrojó la ceniza hacia arriba, y tanto hombres como animales quedaron cubiertos de llagas. 11Los magos no pudieron hacerle frente a Moisés, porque ellos, lo mismo que todos los egipcios, estaban cubiertos de llagas. 12Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no les hiciera caso a Moisés y Aarón, tal como el Señor le había dicho a Moisés.

La plaga de granizo

13Entonces el Señor le dijo a Moisés:
--Levántate mañana temprano, y ve a decirle al faraón: 'Así ha dicho el Señor, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo, para que me adore; 14porque esta vez voy a enviar todas mis plagas contra ti, y contra tus funcionarios y tu gente, para que sepas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15Yo podría haberte mostrado mi poder castigándote a ti y a tu pueblo con una plaga, y ya habrías desaparecido de la tierra; 16pero te he dejado vivir para que veas mi poder, y para darme a conocer en toda la tierra. 17A pesar de eso, tú sigues oponiéndote a mi pueblo y no lo dejas ir. 18¡Pues bien! Mañana a esta hora haré que caiga una fuerte granizada, como no ha caído otra igual en toda la historia de Egipto. 19Así que manda poner en lugar seguro tu ganado y todo lo que tienes en el campo, porque el granizo, al caer, matará a todos los hombres y animales que estén al aire libre y no bajo techo.'
20Algunos funcionarios del faraón tuvieron miedo de la advertencia del Señor, y pusieron a sus esclavos y animales bajo techo; 21pero hubo otros que no la tomaron en serio, y los dejaron al aire libre. 22Entonces el Señor le dijo a Moisés:
--Levanta tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto caiga granizo sobre hombres y animales, y sobre las plantas de los campos egipcios.
23Moisés levantó su brazo hacia el cielo, y el Señor envió truenos, rayos y granizo sobre la tierra. Hizo que granizara en todo Egipto, 24y el granizo y los rayos caían sin parar. En toda la historia de Egipto jamás había caído una granizada tan fuerte. 25El granizo destrozó todo lo que había en el territorio egipcio: destruyó hombres y animales, y todas las plantas del campo, y desgajó además todos los árboles del país. 26A pesar de eso, en la tierra de Gosen, donde vivían los israelitas, no cayó un solo granizo.
27Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:
--Reconozco que he pecado. La culpa es mía y de mi pueblo, y no del Señor. 28Demasiados truenos y granizo hemos tenido ya, así que no voy a detenerlos más. Pídan ustedes al Señor por nosotros, y yo los dejaré ir.
29Y Moisés le contestó:
--Tan pronto como yo salga de la ciudad, levantaré mis manos en oración al Señor. Entonces dejará de granizar y no habrá más truenos, para que sepas que la tierra es del Señor. 30Pero yo sé bien que ni tú ni tus funcionarios tienen todavía temor de Dios el Señor.
31Los sembrados de lino y de cebada quedaron destrozados, pues la cebada estaba ya en espiga y el lino estaba en flor. 32Pero al trigo y al centeno no les pasó nada porque brotan más tarde.
33Cuando Moisés salió de la ciudad, después de haber estado con el faraón, levantó sus manos al Señor en oración. Inmediatamente dejó de granizar y de llover, y no hubo más truenos. 34Pero en cuanto el faraón vio que ya no llovía, ni granizaba, ni había truenos, volvió a pecar. Y no solo él se puso terco, sino también sus funcionarios. 35El faraón se puso terco y no dejó ir a los israelitas, tal como el Señor lo había dicho antes por medio de Moisés.

La plaga de langostas

Éxodo 10 1El Señor le dijo a Moisés:
--Ve a ver al faraón, pues yo he hecho que él y sus funcionarios se pongan tercos para mostrarles las grandes maravillas que yo puedo hacer, 2y para que tú les cuentes a tus hijos y nietos la forma en que me burlé de los egipcios, y las grandes maravillas que hice entre ellos. Así sabrán ustedes que yo soy el Señor.
3Moisés y Aarón fueron a ver al faraón, y le dijeron:
--Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: '¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me adore; 4porque si te sigues oponiendo a dejarlo ir, mañana haré que vengan langostas sobre tu país, 5las cuales cubrirán la tierra en tal cantidad que no se podrá ver el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y se comerán también todos los árboles del campo. 6Llenarán tus palacios, y las casas de tus funcionarios, y las casas de todos los egipcios. ¡Será algo como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde sus días hasta los nuestros!'
Al terminar de hablar, Moisés dio media vuelta y salió del palacio del faraón. 7Entonces los funcionarios del faraón dijeron:
--¿Hasta cuándo nos va a causar problemas este hombre? Deje Su Majestad que esa gente vaya a adorar a su Dios, el Señor. ¿Todavía no se da cuenta Su Majestad de que Egipto está arruinado?
8El faraón mandó llamar otra vez a Moisés y Aarón, y les dijo:
--Vayan a adorar al Señor su Dios. Pero antes díganme quiénes van a ir.
9Moisés contestó:
--Tenemos que ir con nuestros niños y ancianos, hijos e hijas, y con nuestras ovejas y vacas, pues para nosotros es una gran fiesta del Señor.
10Pero el faraón les dijo:
--¡Claramente se ven sus malas intenciones! ¿Y ustedes creen que el Señor los va a acompañar, y que voy a dejar que ustedes y sus niños se vayan? 11Pues no va a ser así. Vayan ustedes, los hombres adultos, a adorar al Señor, ya que eso es lo que quieren.
Y el faraón ordenó que los echaran de su presencia. 12Pero el Señor le dijo a Moisés:
--Extiende tu brazo sobre Egipto, para que vengan las langostas y acaben con todas las plantas del país y con todo lo que quedó después del granizo.
13Moisés extendió su brazo sobre Egipto, y el Señor hizo venir un viento del este que sopló sobre el país todo el día y toda la noche. Al día siguiente, el viento del este había traído las langostas, 14las cuales invadieron todo el país. Nunca antes hubo, ni habrá después, tantas langostas como en aquel día, 15pues cubrieron la tierra en tal cantidad que no se podía ver el suelo, y se comieron todas las plantas y toda la fruta que había quedado en los árboles después del granizo. No quedó nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo ni en los árboles.
16El faraón mandó llamar inmediatamente a Moisés y Aarón, y les dijo:
--He pecado contra el Señor su Dios, y contra ustedes, 17pero les ruego que tan solo esta vez perdonen mi pecado, y que oren por mí al Señor su Dios, para que por lo menos aleje de mí esta plaga mortal.
18En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor. 19Entonces el Señor cambió el rumbo del viento, y lo convirtió en un fuerte viento del oeste que se llevó las langostas y las echó en el Mar Rojo. No quedó en todo Egipto una sola langosta. 20Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no dejara ir a los israelitas.

La plaga de la oscuridad

21Entonces el Señor le dijo a Moisés:
--Extiende tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto haya una oscuridad tan espesa que hasta se pueda tocar.
22Moisés levantó su brazo hacia el cielo y hubo una oscuridad tan grande en todo Egipto 23que, durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz.
24Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo:
--Vayan a adorar al Señor, y llévense también a sus hijos; pero dejen aquí sus ovejas y sus vacas.
25Pero Moisés contestó:
--Al contrario, tú mismo nos vas a dar los animales que vamos a sacrificar y quemar en honor del Señor nuestro Dios. 26Además, nuestros ganados irán con nosotros. Ni un solo animal debe quedarse, porque tenemos que escoger algunos de ellos para rendir culto al Señor. Mientras no lleguemos allá, no sabremos qué vamos a necesitar para adorar al Señor.
27Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no los dejara ir. 28Además el faraón le dijo a Moisés:
--Vete de aquí, y cuídate bien de no venir a verme otra vez, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás.
29Y Moisés contestó:
--Bien dicho. No volveré a verte.


Recomendaciones para alcanzar sabiduría

Proverbios 3 1No olvides mis enseñanzas, hijo mío;
guarda en tu memoria mis mandamientos,
2y tendrás una vida larga
y llena de felicidad.
3No abandones nunca el amor y la verdad;
llévalos contigo como un collar.
Grábatelos en la mente,
4y tendrás el favor y el aprecio
de Dios y de los hombres.

5Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
6Ten presente al Señor en todo lo que hagas,
y él te llevará por el camino recto.
7No te creas demasiado sabio;
honra al Señor y apártate del mal:
8¡esa es la mejor medicina
para fortalecer tu cuerpo!

9Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas;
10así se llenarán a reventar
tus graneros y tus depósitos de vino.

11No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor,
ni te disgustes por sus reprensiones;
12porque el Señor corrige a quien él ama,
como un padre corrige a su hijo favorito.

13Feliz el que halla sabiduría,
el que obtiene inteligencia;
14porque son más provechosas que la plata
y rinden mayores beneficios que el oro.
15La sabiduría vale más que las piedras preciosas;
¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
16Con la derecha ofrece larga vida,
y con la izquierda, riquezas y honores.
17Seguir sus pasos es muy agradable;
andar por sus senderos es vivir en paz.
18La sabiduría es vida para quien la obtiene;
¡felices los que saben retenerla!
19Con sabiduría e inteligencia,
el Señor afirmó los cielos y la tierra;
20con sabiduría hizo que el mar se dividiera
y que de las nubes brotara el rocío.

21Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción,
22pues serán para ti fuente de vida
y te adornarán como un collar.
23Podrás andar confiado por el camino
y jamás tropezarás.
24Cuando descanses, no tendrás que temer;
cuando te acuestes, dormirás tranquilo.
25No temerás a los peligros repentinos
ni a la ruina que vendrá sobre los malvados,
26porque el Señor te infundirá confianza
y evitará que caigas en alguna trampa.

27Nunca niegues un favor a tus dueños,
cuando en tu mano esté el hacerlo.
28No dejes para mañana
la ayuda que puedas dar hoy.
29No hagas planes perversos
contra el que vive confiado en ti.
30No busques pelea con nadie,
si nadie te ha hecho daño.
31No envidies al desalmado
ni trates de imitar su conducta;
32porque al Señor le repugnan los malvados,
pero a los buenos les brinda su confianza.
33El Señor maldice la casa del malvado,
pero bendice el hogar del hombre justo.
34El Señor se burla de los burlones,
pero trata con bondad a los humildes.
35La honra es el premio de los sabios,
pero los necios se destacan por su deshonra.

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