el doce de febrero - Hebreos 9.1-22, Éxodo 6.28-8.32 y Proverbios 2

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Ineficacia de los sacrificios antiguos

Hebreos 9 1Ahora bien, la primera alianza tenía sus reglas para el culto, pero en un santuario terrenal. 2La tienda se levantó de tal forma que en su primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro y la mesa con los panes consagrados a Dios. 3Detrás del segundo velo estaba el llamado Lugar Santísimo; 4allí había un altar de oro para quemar el incienso, y el arca de la alianza cubierta de oro por todos lados. En el arca había una jarra de oro que contenía el maná, y también estaban el bastón de Aarón, que había retoñado, y las tablas de la alianza. 5Encima del arca estaban los seres alados que representaban la presencia de Dios, los cuales cubrían con sus alas la tapa del arca. Pero por ahora no es necesario dar más detalles sobre estas cosas.
6Preparadas así las cosas, los sacerdotes entran continuamente en la primera parte de la tienda para celebrar los oficios del culto. 7Pero en la segunda parte entra únicamente el sumo sacerdote, y solo una vez al año; y cuando entra, tiene que llevar sangre de animales para ofrecerla por sí mismo y por los pecados que el pueblo comete sin darse cuenta. 8Con esto el Espíritu Santo nos da a entender que, mientras la primera parte de la tienda seguía existiendo, el camino al santuario todavía no estaba abierto. 9Todo esto es un símbolo para el tiempo presente; pues las ofrendas y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden hacer perfecta la conciencia de los que así lo adoran. 10Se trata únicamente de alimentos, bebidas y ciertas ceremonias de purificación, que son reglas externas y que tienen valor solamente hasta que Dios cambie las cosas.

Eficacia del sacrificio de Cristo

11Pero Cristo ya vino, y ahora él es el Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. El santuario donde él actúa como sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. 12Cristo ha entrado en el santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre; ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la liberación eterna. 13Es verdad que la sangre de los toros y chivos, y las cenizas de la becerra que se quema en el altar, las cuales son rociadas sobre los que están impuros, tienen poder para consagrarlos y purificarlos por fuera. 14Pero si esto es así, ¡cuánto más poder tendrá la sangre de Cristo! Pues por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que podamos servir al Dios viviente.

La nueva alianza

15Por eso, Jesucristo es mediador de una nueva alianza y un nuevo testamento, pues con su muerte libra a los hombres de los pecados cometidos bajo la primera alianza, y hace posible que los que Dios ha llamado reciban la herencia eterna que él les ha prometido. 16Para que un testamento entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo hizo. 17Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo hizo, sino solo cuando ya ha muerto. 18Por eso, la primera alianza también se estableció con derramamiento de sangre. 19Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo; después tomó lana roja y una rama de hisopo, las mojó en la sangre de los becerros y los chivos mezclada con agua, y roció el libro de la ley y también a todo el pueblo. 20Entonces les dijo: "Esta es la sangre que confirma la alianza que Dios ha ordenado para ustedes." 21Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos que se usaban en el culto. 22Según la ley, casi todo tiene que ser purificado con sangre; y no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre.


Dios llama a Moisés y Aarón

Éxodo 6 28El día que el Señor habló con Moisés en Egipto, 29le dijo:
--Yo soy el Señor. Dile al faraón, rey de Egipto, todo lo que voy a decirte.
30Pero Moisés le contestó:
--Señor, yo soy muy torpe para hablar, así que, ¿cómo va a hacerme caso el faraón?
Éxodo 7 1Entonces el Señor le dijo a Moisés:
--Mira, voy a permitir que actúes en mi lugar ante el faraón, y que tu hermano Aarón hable por ti. 2Tú le dirás a Aarón todo lo que yo te ordene; luego él hablará con el faraón para que deje salir de su país a los israelitas. 3Pero yo voy a hacer que el faraón se ponga terco, y haré muchas señales y cosas asombrosas en Egipto. 4El faraón no les va a hacer caso a ustedes, pero yo descargaré mi poder sobre Egipto, y con grandes actos de justicia sacaré de allí a mis ejércitos, es decir, a mi pueblo, los israelitas. 5Y cuando haya mostrado mi poder sobre Egipto, y haya sacado de allí a los israelitas, los egipcios sabrán que yo soy el Señor.
6Moisés y Aarón lo hicieron todo tal como el Señor se lo había ordenado. 7Moisés tenía ochenta años, y Aarón ochenta y tres, cuando hablaron con el faraón.

El bastón de Aarón

8El Señor les dijo a Moisés y Aarón:
9--Si el faraón les pide que hagan un milagro, le dirás a Aarón que tome su bastón y que lo arroje al suelo ante el faraón, para que se convierta en una serpiente.
10Moisés y Aarón fueron a ver al faraón, e hicieron lo que el Señor había ordenado: Aarón arrojó su bastón al suelo delante del faraón y de sus funcionarios, y el bastón se convirtió en una serpiente. 11El faraón, por su parte, mandó llamar a sus sabios y magos, los cuales con sus artes mágicas hicieron también lo mismo: 12cada uno de ellos arrojó su bastón al suelo, y cada bastón se convirtió en una serpiente. Pero el bastón de Aarón se comió los bastones de los sabios y magos. 13A pesar de eso, el faraón se puso terco y no les hizo caso, tal como el Señor lo había dicho.

La plaga de sangre

14Después el Señor le dijo a Moisés:
--El faraón se ha puesto terco y no quiere dejar salir a los israelitas. 15Pero mañana temprano irás a verlo, cuando él baje al río. Espéralo en la orilla, y lleva contigo el bastón que se convirtió en serpiente. 16Allí le dirás: 'El Señor, el Dios de los hebreos, me ha enviado a decirte: Deja ir a mi pueblo, para que me adore en el desierto. Pero hasta ahora no has hecho caso. 17Por lo tanto, el Señor ha dicho: Ahora vas a saber que yo soy el Señor. Cuando yo golpee el agua del río con este bastón que tengo en la mano, el agua se convertirá en sangre. 18Los peces morirán, y el río apestará tanto que los egipcios tendrán asco de beber de esa agua.'
19Además, el Señor le dijo a Moisés:
--Dile a Aarón que tome su bastón y que extienda su brazo sobre los ríos, arroyos, lagunas y depósitos de agua de Egipto; sobre todo lo que tenga agua, para que se convierta en sangre. ¡Así habrá sangre hasta en los recipientes de madera y de piedra!
20Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había ordenado. Aarón levantó su bastón y golpeó el agua del río a la vista del faraón y de sus funcionarios, y toda el agua se convirtió en sangre. 21Los peces murieron, y el río mismo apestaba tanto que los egipcios no podían beber agua de él. ¡Había sangre por todo Egipto!
22Pero los magos egipcios hicieron lo mismo por medio de sus artes mágicas, así que el faraón se puso terco y no les hizo caso a Moisés y Aarón, tal como el Señor lo había dicho. 23El faraón regresó a su palacio sin darle importancia a este asunto, 24y todos los egipcios tuvieron que hacer pozos en las orillas del río para sacar agua limpia, pues el agua del río no se podía beber.

La plaga de ranas

25Siete días después de que el Señor golpeara el agua del río,
Éxodo 8 1el Señor le dijo a Moisés: --Ve a ver al faraón, y dile: 'Así dice el Señor: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. 2Porque si tú no lo dejas ir, yo castigaré con ranas a todo tu país. 3El río hervirá de ranas, las cuales saldrán y se meterán en tu palacio, en el lugar donde duermes, sobre tu cama, en las casas de tus funcionarios y de tu gente, en tus hornos y en donde amasan tu pan. 4Las ranas saltarán sobre ti, sobre tus funcionarios y sobre toda tu gente.'
5El Señor le dijo a Moisés:
--Dile a Aarón que extienda su bastón sobre los ríos, arroyos y lagunas, para que de allí salgan ranas y llenen el país de Egipto.
6Aarón lo extendió sobre las aguas de Egipto, y todo el país se llenó de las ranas que salieron de allí. 7Sin embargo, los magos hicieron lo mismo por medio de sus artes mágicas, y también trajeron ranas sobre el territorio egipcio. 8Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:
--Pídanle al Señor que nos quite las ranas a mí y a mi gente, y dejaré que tu gente vaya a ofrecer sacrificios al Señor.
9Moisés le contestó al faraón:
--Dime cuándo quieres que yo le pida por ti, por tus funcionarios y por tu gente, para que las ranas se alejen de ti y de tu palacio, y se queden solo en el río.
10--Mañana mismo --dijo el faraón.
Y Moisés contestó:
--Así se hará, para que sepas que no hay nadie como el Señor nuestro Dios. 11Las ranas se irán de tu palacio y se quedarán solamente en el río. Ya no te molestarán ni a ti, ni a tus funcionarios, ni a tu gente.
12Moisés y Aarón salieron del palacio del faraón. Después Moisés pidió al Señor que alejara las ranas que había enviado sobre el faraón. 13El Señor hizo lo que Moisés le pedía, y murieron las ranas que había en casas, patios y campos. 14La gente recogía las ranas muertas y las amontonaba, y por todas partes olía mal. 15Sin embargo, en cuanto el faraón se vio libre de su problema, se puso terco y no les hizo caso a Moisés y Aarón, tal como el Señor lo había dicho.

La plaga de mosquitos

16El Señor le dijo a Moisés:
--Dile a Aarón que extienda su bastón y que golpee con él el polvo de la tierra, para que se convierta en mosquitos en todo Egipto.
17Así lo hicieron. Aarón extendió su bastón y golpeó el polvo del suelo, y todo el polvo de Egipto se convirtió en mosquitos que atacaban a hombres y animales. 18Los magos trataron también de producir mosquitos por medio de sus artes mágicas, pero no pudieron. Mientras tanto, los mosquitos atacaban a hombres y animales. 19Entonces los magos le dijeron al faraón:
--¡Aquí está la mano de Dios!
Pero el faraón se puso terco y no les hizo caso, tal como el Señor lo había dicho.

La plaga de tábanos

20El Señor le dijo a Moisés:
--El faraón va a ir mañana temprano al río, así que levántate de madrugada y ve a decirle: 'Así ha dicho el Señor: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. 21Porque si tú no lo dejas ir, yo enviaré tábanos sobre ti, sobre tus funcionarios y tu gente, y sobre tus casas. Se llenarán de tábanos las casas de los egipcios, y hasta el suelo mismo. 22Pero cuando eso suceda, haré una excepción con la región de Gosen, donde vive mi pueblo. Allí no habrá un solo tábano. Así sabrás que yo, el Señor, estoy en este país. 23Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Esto tendrá lugar mañana.'
24Así lo hizo el Señor, y una espesa nube de tábanos invadió el palacio del faraón, las casas de sus funcionarios y todo el territorio egipcio. Los tábanos dejaron el país completamente arruinado.
25Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:
--Vayan a ofrecer sacrificios a su Dios, pero sin salir del país.
26Y Moisés contestó:
--No estaría bien hacerlo así, porque los animales que ofrecemos al Señor nuestro Dios son sagrados para los egipcios. Si los egipcios nos vieran sacrificar los animales que ellos adoran, estoy seguro de que nos matarían a pedradas. 27Debemos ir al desierto, a tres días de camino, y ofrecer allí sacrificios al Señor nuestro Dios, tal como él nos lo ordene.
28Entonces el faraón dijo:
--Los dejaré ir al desierto para que ofrezcan sacrificios al Señor su Dios, con la condición de que no se vayan demasiado lejos. Y pídanle también por mí.
29Y Moisés contestó:
--En cuanto yo salga de aquí, le pediré al Señor que mañana se alejen los tábanos de ti, de tus funcionarios y de tu pueblo, siempre y cuando no sigas engañándonos ni impidiendo que los israelitas vayan a ofrecer sacrificios al Señor.
30En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor, 31y el Señor hizo lo que Moisés le pidió: los tábanos se alejaron del faraón, de sus funcionarios y de su gente. 32Pero el faraón volvió a ponerse terco, y no dejó ir a los israelitas.


Beneficios que ofrece la sabiduría

Proverbios 2 1Haz tuyas mis palabras, hijo mío;
guarda en tu mente mis mandamientos.
2Presta oído a la sabiduría;
entrega tu mente a la inteligencia.
3Pide con todas tus fuerzas
inteligencia y buen juicio;
4entrégate por completo a buscarlos,
cual si buscaras plata o un tesoro escondido.
5Entonces sabrás lo que es honrar al Señor;
¡descubrirás lo que es conocer a Dios!
6Pues el Señor es quien da la sabiduría;
la ciencia y el conocimiento brotan de sus labios.
7El Señor da su ayuda y protección
a los que viven rectamente y sin tacha;
8cuida de los que se conducen con justicia,
y protege a los que le son fieles.
9Sabrás también lo que es recto y justo,
y estarás atento a todo lo bueno,
10pues tu mente obtendrá sabiduría
y probarás la dulzura del saber.
11La discreción y la inteligencia
serán tus constantes protectoras;
12ellas te librarán del mal camino
y de los hombres perversos,
13de los que dejan el buen camino
y se van por senderos oscuros,
14que se divierten haciendo daño
y festejan sus malas acciones,
15que andan por caminos torcidos
y se han desviado del recto sendero.
16Te librarán también de la mujer ajena,
de la extraña de palabras seductoras
17que abandona al compañero de su juventud
y olvida su compromiso con Dios.
18Tomar el camino que lleva a la casa de ella
es tomar el camino que lleva a la muerte;
19los que entran en su casa ya no vuelven,
jamás vuelven a recorrer el sendero de la vida.
20Anda, pues, por el buen camino,
y practica la conducta de los justos.
21Porque los que viven rectamente y sin tacha
vivirán para siempre en la tierra;
22pero los malvados y traidores
serán arrancados y expulsados de ella.

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