el siete de febrero - Hebreos 3.1-4.13, Génesis 48 y Salmo 38

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Jesús es superior a Moisés

Hebreos 3 1Por lo tanto, hermanos, ustedes los del pueblo santo, que han sido llamados por Dios a ser suyos, consideren atentamente a Cristo Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote, gracias al cual profesamos nuestra fe. 2Pues Jesús ha sido fiel a Dios, que lo nombró para este servicio, como también Moisés fue fiel en su servicio en toda la casa de Dios. 3Pero a Jesús se le ha concedido más honor que a Moisés, del mismo modo que el que hace una casa recibe más honor que la casa misma. 4Toda casa tiene que estar hecha por alguien; pero Dios es el que hizo todo lo que existe. 5Así pues, Moisés, como siervo, fue fiel en toda la casa de Dios, y su servicio consistió en ser testigo de las cosas que Dios había de decir. 6Pero Cristo, como Hijo, es fiel sobre esta casa de Dios que somos nosotros mismos, si mantenemos la seguridad y la alegría en la esperanza que tenemos.

Exhortación a la fidelidad

7Por eso, como dice el Espíritu Santo en la Escritura:
"Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
8no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron
y pusieron a Dios a prueba en el desierto.
9Allí me pusieron a prueba los antepasados de ustedes,
aun cuando habían visto mis obras durante cuarenta años.
10Por eso me enojé con aquella generación,
y dije: 'Andan siempre extraviados en su corazón,
y no han querido conocer mis caminos.'
11Por eso juré en mi furor
que no entrarían en mi reposo."
12Hermanos, cuídense de que ninguno de ustedes tenga un corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios viviente. 13Al contrario, anímense unos a otros cada día, mientras dura ese "hoy" de que habla la Escritura, para que ninguno de ustedes sea engañado por el pecado y su corazón se vuelva rebelde. 14Porque nosotros tenemos parte con Cristo, con tal de que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio.
15Por lo cual dice:
"Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron."
16¿Y quiénes fueron los que se rebelaron después de haber oído la voz de Dios? Pues todos los que Moisés había sacado de la tierra de Egipto. 17¿Y con quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? Con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto. 18¿Y a quiénes juró Dios que no entrarían en su reposo? A los que desobedecieron. 19Y, en efecto, vemos que no pudieron entrar porque no creyeron.
Hebreos 4 1Por eso, mientras todavía contamos con la promesa de entrar en ese reposo de Dios, debemos tener cuidado, no sea que alguno de ustedes no lo logre. 2Porque nosotros recibimos el anuncio de la buena noticia, lo mismo que ellos; pero a ellos no les sirvió de nada el oírlo, porque no se unieron por la fe con los que habían obedecido al mensaje. 3Pero nosotros, que hemos creído, entraremos en ese reposo, del cual Dios ha dicho:
"Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo."

Sin embargo, Dios había terminado su trabajo desde que creó el mundo; 4pues en alguna parte de las Escrituras se dice del séptimo día:
"Dios reposó de todo su trabajo el séptimo día."
5Y otra vez se dice en las Escrituras:
"No entrarán en mi reposo."
6Pero todavía falta que algunos entren en ese lugar de reposo, ya que, por haber desobedecido, no entraron los que primero recibieron el anuncio. 7Por eso, Dios ha vuelto a señalar un día, un nuevo "hoy", y lo ha hecho hablándonos por medio de lo que, mucho tiempo después, David dijo en la Escritura ya mencionada:
"Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice,
no endurezcan su corazón."
8Porque si Josué les hubiera dado reposo a los israelitas, Dios no habría hablado de otro día. 9De manera que todavía queda un reposo sagrado para el pueblo de Dios; 10porque el que entra en ese reposo de Dios, reposa de su trabajo, así como Dios reposó del suyo. 11Debemos, pues, esforzarnos por entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de aquellos que no creyeron.
12Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas.


Jacob bendice a Efraín y a Manasés

Génesis 48 1Poco tiempo después le dijeron a José que su padre estaba enfermo. Entonces José fue a verlo, y llevó a sus dos hijos, Manasés y Efraín. 2Cuando dieron aviso a Jacob de que su hijo José había llegado a verlo, hizo un esfuerzo y se sentó en la cama. 3Y le dijo a José:
--El Dios todopoderoso se me apareció en la ciudad de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo 4con estas palabras: 'Mira, yo haré que tengas muchos hijos, y que tus descendientes lleguen a formar un conjunto de naciones. Además, a tu descendencia le daré esta tierra. Será de ellos para siempre.' 5Ahora bien, tus hijos Efraín y Manasés, que te nacieron aquí en Egipto antes de que yo viniera a reunirme contigo en este país, me pertenecen a mí. Ellos son tan míos como lo son Rubén y Simeón. 6Los hijos que tengas después de ellos te pertenecerán a ti y, por ser hermanos de Efraín y Manasés, tendrán parte en su herencia. 7Cuando yo regresaba de Padán-aram, se me murió tu madre Raquel en Canaán, poco antes de llegar a Efrata; y la enterré allí, en el camino de Efrata, que ahora es Belén.
8De pronto Israel se fijó en los hijos de José, y preguntó:
--Y estos, ¿quiénes son?
9--Son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto --contestó José.
Entonces su padre le dijo:
--Por favor, acércalos más a mí, para que les dé mi bendición.
10Israel era ya muy viejo y le fallaba la vista. No podía ver muy bien, así que José acercó los niños a su padre, y él los besó y abrazó. 11Luego le dijo a José:
--Ya no esperaba volver a verte y, sin embargo, Dios me ha dejado ver también a tus hijos.
12José quitó a los niños de las rodillas de su padre, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. 13Luego tomó a los dos, a Efraín con la mano derecha y a Manasés con la izquierda, y los acercó a su padre. Así Efraín quedó a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha. 14Pero al extender Israel sus manos, las cruzó y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y la mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, aunque él era el mayor. 15Entonces bendijo a José de esta manera:

"Que el Dios a quien obedecieron
Abraham e Isaac, mis padres,
el Dios que me ha cuidado
desde el día en que nací,
16el ángel que me libra de todo mal,
bendiga a estos muchachos.
Que por medio de ellos se recuerde mi nombre
y el nombre de mis padres, Abraham e Isaac.
Que lleguen a tener muchos hijos
y sean grandes multitudes en el mundo."

17Pero a José le pareció mal que su padre pusiera la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que tomó la mano de su padre para quitarla de la cabeza de Efraín y ponerla sobre la de Manasés, 18mientras le decía:
--¡No, padre, así no! Este es el mayor. Pon tu mano derecha sobre su cabeza.
19Pero su padre no quiso hacerlo, y contestó:
--¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él llegará a ser una nación muy importante. Sin embargo, su hermano menor será más importante que él, y sus descendientes llegarán a formar muchas naciones.
20Ese mismo día Jacob los bendijo con estas palabras:
--El pueblo de Israel usará el nombre de ustedes para las bendiciones, y dirán: 'Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés.'
Así puso Israel a Efraín antes de Manasés. 21Luego le dijo a José:
--Mira, yo voy a morir; pero Dios estará con ustedes y los hará regresar a la tierra de sus antepasados. 22A ti te he dado más que a tus hermanos: te doy Siquem, que les quité a los amorreos luchando contra ellos.


SALMO 38 (37)

Oración pidiendo la ayuda de Dios


1Señor, no me reprendas en tu enojo
ni me castigues en tu furor.
2Pues en mí se han clavado tus flechas;
¡tu mano has descargado sobre mí!
3Por tu enojo debido a mis pecados,
todo mi cuerpo está enfermo;
¡no tengo un solo hueso sano!
4Mis maldades me tienen abrumado;
son una carga que no puedo soportar.
5Por causa de mi necedad,
mis heridas se pudren y apestan.
6Todo el día ando triste,
cabizbajo y deprimido.
7La espalda me arde de fiebre;
¡tengo enfermo todo el cuerpo!
8Estoy completamente molido y sin fuerzas;
¡mis quejas son quejas del corazón!

9Señor, tú conoces todos mis deseos,
¡mis suspiros no son un secreto para ti!
10Mi corazón late de prisa,
las fuerzas me abandonan,
¡aun la vista se me nubla!
11Mis mejores amigos, y hasta mis parientes,
se mantienen a distancia, lejos de mis llagas.
12Los que me quieren matar, me ponen trampas;
los que me quieren perjudicar, hablan de arruinarme
y a todas horas hacen planes traicioneros.

13Pero yo me hago el sordo, como si no oyera;
como si fuera mudo, no abro la boca.
14Soy como el que no oye
ni puede decir nada en su defensa.
15Yo espero de ti, Señor y Dios mío,
que seas tú quien les conteste.
16Tan solo pido que no se rían de mí,
que no canten victoria cuando yo caiga.

17En verdad, estoy a punto de caer;
mis dolores no me dejan ni un momento.
18¡Voy a confesar mis pecados,
pues me llenan de inquietud!
19Mis enemigos han aumentado;
muchos son los que me odian sin motivo.
20Me han pagado mal por bien;
porque busco hacer el bien se ponen en contra mía.

21Señor, ¡no me dejes solo!
Dios mío, ¡no te alejes de mí!
22Dios y Salvador mío, ¡ven pronto en mi ayuda!

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