el veintiocho de enero - San Lucas 20.27-47, Génesis 37 y Salmo 28

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La pregunta sobre la resurrección
(Mt 22.23-33; Mc 12.18-27)

San Lucas 20 27Después algunos saduceos fueron a ver a Jesús. Los saduceos niegan que los muertos resuciten; por eso le presentaron este caso:
28--Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre casado muere sin haber tenido hijos con su mujer, el hermano del difunto deberá tomar por esposa a la viuda para darle hijos al hermano que murió. 29Pues bien, había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó, pero murió sin dejar hijos. 30El segundo 31y el tercero se casaron con ella, y lo mismo hicieron los demás, pero los siete murieron sin dejar hijos. 32Finalmente murió también la mujer. 33Pues bien, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer, si los siete estuvieron casados con ella?
34Jesús les contestó:
--En la vida presente, los hombres y las mujeres se casan; 35pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, 36porque ya no pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado. 37Hasta el mismo Moisés, en el pasaje de la zarza que ardía, nos hace saber que los muertos resucitan. Allí dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. 38¡Y él no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!
39Algunos maestros de la ley le dijeron entonces:
--Bien dicho, Maestro.
40Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.

¿De quién desciende el Mesías?
(Mt 22.41-46; Mc 12.35-37)

41Jesús les preguntó:
--¿Por qué dicen que el Mesías desciende de David? 42Pues David mismo, en el libro de los Salmos, dice:
'El Señor dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
43hasta que yo haga de tus enemigos
el estrado de tus pies.'
44¿Cómo puede entonces el Mesías descender de David, si David mismo lo llama Señor?

Jesús denuncia a los maestros de la ley
(Mt 23.1-36; Mc 12.38-40; Lc 11.37-54)

45Toda la gente estaba escuchando, y Jesús dijo a sus discípulos: 46"Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas, y quieren que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; 47y les quitan sus casas a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo."


Génesis 37 1Jacob se quedó a vivir en Canaán, donde su padre había vivido por algún tiempo. 2Esta es la historia de la familia de Jacob.

José y sus hermanos

Cuando José era un muchacho de diecisiete años, cuidaba las ovejas junto con sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, que eran las concubinas de su padre. Y José llevaba a su padre quejas de la mala conducta de sus hermanos.
3Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque había nacido cuando él ya era viejo. Por eso le hizo una túnica muy elegante. 4Pero al darse cuenta sus hermanos de que su padre lo quería más que a todos ellos, llegaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban.
5Una vez José tuvo un sueño, y se lo contó a sus hermanos; pero ellos lo odiaron más todavía, 6porque les dijo:
--Escuchen, voy a contarles el sueño que tuve. 7Soñé que todos nosotros estábamos en el campo, haciendo manojos de trigo; de pronto, mi manojo se levantó y quedó derecho, pero los manojos de ustedes se pusieron alrededor del mío y le hicieron reverencias.
8Entonces sus hermanos contestaron:
--¿Quieres decir que tú vas a ser nuestro rey, y que nos vas a dominar?
Y lo odiaron todavía más por sus sueños y por la forma en que los contaba.
9Después José tuvo otro sueño, que también les contó a sus hermanos. Les dijo:
--¿Saben que tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias?
10Cuando José contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre le reprendió y le dijo:
--¿Qué quieres decir con este sueño que tuviste? ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo tendremos que hacerte reverencias?
11Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre pensaba mucho en este asunto.

José es vendido por sus hermanos

12Un día los hermanos de José fueron a Siquem, buscando pastos para las ovejas de su padre. 13Entonces Israel le dijo a José:
--Mira, tus hermanos están en Siquem cuidando las ovejas. Quiero que vayas a verlos.
--Iré con mucho gusto --contestó José.
14--Bueno --dijo Israel--, ve y fíjate cómo están tus hermanos y las ovejas, y regresa luego a traerme la noticia.
Israel mandó a José desde el valle de Hebrón, y cuando José llegó a Siquem, 15se perdió por el campo. Entonces un hombre lo encontró y le preguntó:
--¿Qué andas buscando?
16--Ando buscando a mis hermanos --respondió José--. ¿Podría usted decirme dónde están cuidando las ovejas?
17--Ya se fueron de aquí --dijo el hombre--. Les oí decir que se iban a Dotán.
José fue en busca de sus hermanos y los encontró en Dotán. 18Ellos lo vieron venir a lo lejos, y antes de que se acercara hicieron planes para matarlo. 19Se dijeron unos a otros:
--¡Miren, ahí viene el de los sueños! 20Vengan, vamos a matarlo; luego lo echaremos a un pozo y diremos que un animal salvaje se lo comió. ¡Y vamos a ver qué pasa con sus sueños!
21Cuando Rubén oyó esto, quiso librarlo de sus hermanos, y dijo:
--No lo matemos. 22No derramen sangre. Échenlo a este pozo que está en el desierto, pero no le pongan la mano encima.
Rubén dijo esto porque quería poner a salvo a José y devolvérselo a su padre; 23pero cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la túnica que llevaba puesta, 24lo agarraron y lo echaron al pozo, que estaba vacío y seco. 25Después se sentaron a comer.
En esto, vieron venir una caravana de ismaelitas que venían de Galaad y que traían en sus camellos perfumes, bálsamo y mirra, para llevarlos a Egipto. 26Entonces Judá les dijo a sus hermanos:
--¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano, y después tratar de ocultar su muerte? 27Es mejor que lo vendamos a los ismaelitas y no que lo matemos, porque después de todo es nuestro hermano.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él, 28y cuando los comerciantes madianitas pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Así se llevaron a José a Egipto.
29Cuando Rubén regresó al pozo y no encontró a José allí adentro, rasgó su ropa en señal de dolor. 30Luego volvió a donde estaban sus hermanos, y les dijo:
--¡El muchacho ya no está! ¿Ahora qué voy a hacer?
31Entonces ellos tomaron la túnica de José y la mancharon con la sangre de un cabrito que mataron; 32luego se la mandaron a su padre, con este mensaje: "Encontramos esto. Fíjate bien si es o no la túnica de tu hijo."
33En cuanto Jacob la reconoció, dijo: "¡Sí, es la túnica de mi hijo! Algún animal salvaje lo hizo pedazos y se lo comió." 34Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de luto, y por mucho tiempo lloró la muerte de su hijo. 35Todos sus hijos y sus hijas trataban de consolarlo, pero él no quería que lo consolaran; al contrario, lloraba por su hijo y decía: "Guardaré luto por mi hijo, hasta que vaya a reunirme con él entre los muertos."
36En Egipto, los madianitas vendieron a José a un hombre llamado Potifar, que era funcionario del faraón, el rey de Egipto, y capitán de su guardia.


SALMO 28 (27)

El Señor escucha nuestros ruegos


1Señor, mi protector, a ti clamo.
¡No te niegues a responderme!
Pues si te niegas a responderme,
ya puedo contarme entre los muertos.
2Oye mis gritos cuando te pido ayuda,
cuando extiendo mis manos hacia tu santo templo.

3No me arrastres junto con los malvados,
no me hagas correr la suerte de los malhechores,
que por fuera se muestran amistosos
pero por dentro son todo maldad.
4Dales su merecido,
conforme a sus malas acciones;
págales con la misma moneda,
conforme al mal que han cometido.
5Ya que no tienen presentes
las cosas que hizo el Señor,
¡que él los destruya y no los vuelva a levantar!

6¡Bendito sea el Señor,
que ha escuchado mis ruegos!
7El Señor es mi poderoso protector;
en él confié plenamente, y él me ayudó.
Mi corazón está alegre;
cantaré y daré gracias al Señor.

8El Señor es la fuerza de su pueblo;
es ayuda y refugio de su rey escogido.
9Salva a tu pueblo, Señor;
bendice a los tuyos.
Cuídalos como un pastor;
¡llévalos en tus brazos para siempre!

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