Algunos piden una señal milagrosa
(Mt 12.38-42; Mc 8.12)
San Lucas 11 29La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles: "La gente de este tiempo es malvada; pide una señal milagrosa, pero no va a dársele más señal que la de Jonás.
30Pues así como Jonás fue una señal para la gente de Nínive, también el Hijo del hombre será una señal para la gente de este tiempo.
31En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es mayor que Salomón.
32También los de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se volvieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es mayor que Jonás.
La lámpara del cuerpo
(Mt 5.15; 6.22-23)
33"Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar escondido, ni bajo un cajón, sino en alto, para que los que entran tengan luz.
34Tus ojos son la lámpara del cuerpo; si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si son malos, tu cuerpo estará en la oscuridad.
35Ten cuidado de que la luz que hay en ti no resulte oscuridad.
36Pues si todo tu cuerpo tiene luz y no hay en él ninguna oscuridad, lo verás todo claramente, como cuando una lámpara te alumbra con su luz."
Jesús denuncia a los fariseos y a los maestros de la ley
(Mt 23.1-36; Mc 12.38-40; Lc 20.45-47)
37Cuando Jesús dejó de hablar, un fariseo lo invitó a comer en su casa, y Jesús entró y se sentó a la mesa.
38El fariseo se extrañó al ver que no había cumplido con la ceremonia de lavarse antes de comer.
39Pero el Señor le dijo:
--Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro ustedes están llenos de lo que han conseguido por medio del robo y la maldad.
40¡Necios! ¿No saben que el que hizo lo de fuera, hizo también lo de dentro?
41Den ustedes sus limosnas de lo que está dentro, y así todo quedará limpio.
42"¡Ay de ustedes, fariseos!, que separan para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacen caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.
43"¡Ay de ustedes, fariseos!, que quieren tener los asientos de honor en las sinagogas, y que desean que la gente los salude con todo respeto en las calles.
44"¡Ay de ustedes, que son como sepulcros ocultos a la vista, los cuales la gente pisa sin saberlo!"
45Le contestó entonces uno de los maestros de la ley:
--Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros.
46Pero Jesús dijo:
--¡Ay de ustedes también, maestros de la ley!, que cargan sobre los demás cargas que nadie puede soportar, y ustedes ni siquiera con un dedo quieren tocarlas.
47"¡Ay de ustedes!, que construyen los sepulcros de los profetas a quienes los antepasados de ustedes mataron.
48Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus antepasados hicieron, pues ellos los mataron y ustedes construyen sus sepulcros.
49"Por eso, Dios en su sabiduría dijo: 'Les mandaré profetas y apóstoles, y matarán a algunos de ellos y perseguirán a otros.'
50Pues a la gente de hoy Dios le va a pedir cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde que se hizo el mundo,
51desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Por lo tanto, les digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy.
52"¡Ay de ustedes, maestros de la ley!, que se han apoderado de la llave del conocimiento; pero ni ustedes mismos entran ni dejan entrar a los que quieren hacerlo."
53Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos se enojaron mucho, y comenzaron a molestarlo con muchas preguntas,
54tendiéndole trampas para atraparlo en sus propias palabras.
Abraham y Abimélec Génesis 20
1Abraham salió del lugar donde estaba y se fue a la región del Négueb, y se quedó a vivir en la ciudad de Guerar, entre Cadés y Sur.
2Estando allí, decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, el rey de Guerar, mandó traer a Sara para hacerla su mujer;
3pero aquella noche Abimélec tuvo un sueño, en el que Dios le dijo: "Vas a morir, porque la mujer que has tomado es casada."
4Sin embargo, como él no la había tocado, le contestó: "Mi Señor, ¿acaso piensas matar a quien no ha hecho nada malo?
5Abraham mismo me dijo que la mujer es su hermana, y ella también afirmó que él es su hermano, así que yo hice todo esto de buena fe. No he hecho nada malo."
6Y Dios le contestó en el sueño: "Yo sé muy bien que lo hiciste de buena fe. Por eso no te dejé tocarla, para que no pecaras contra mí.
7Pero ahora, devuélvele su esposa a ese hombre, porque él es profeta y rogará por ti para que vivas; pero si no se la devuelves, tú y los tuyos ciertamente morirán."
8Al día siguiente por la mañana, Abimélec se levantó y llamó a sus siervos, y les contó todo lo que había soñado. Al oírlo, ellos tuvieron mucho miedo.
9Después Abimélec llamó a Abraham y le dijo:
--¡Mira lo que nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, para que hayas traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi gente? Esas cosas no se hacen.
10¿Qué estabas pensando cuando hiciste todo esto?
Así le habló Abimélec a Abraham,
11y Abraham contestó:
--Yo pensé que en este lugar no tenían ningún respeto a Dios, y que me matarían por causa de mi esposa.
12Pero es cierto que ella es mi hermana: es hija de mi padre, aunque no de mi madre; por eso pude casarme con ella.
13Cuando Dios me dio la orden de salir de la casa de mi padre, le pedí a ella que, en cada lugar a donde llegáramos, dijera que yo era su hermano.
14Entonces Abimélec le devolvió a Abraham su esposa Sara. Además le regaló ovejas, vacas, esclavos y esclavas,
15y le dijo:
--Mira, ahí tienes mi país; escoge el lugar que más te guste para vivir.
16A Sara le dijo:
--Lo que le he dado a tu hermano vale mil monedas de plata, y eso va a servir para defender tu buena fama delante de todos los que están contigo. Nadie podrá hablar mal de ti.
17Entonces Abraham oró a Dios, y Dios les devolvió la salud a Abimélec y a su esposa. También sanó a sus siervas, para que pudieran tener hijos,
18pues por causa de Sara, el Señor había hecho que ninguna mujer de la casa de Abimélec pudiera tener hijos.
SALMO 13 (12)
Oración pidiendo ayuda
1Señor, ¿hasta cuándo me olvidarás?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo te esconderás de mí?
2¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón
habrán de sufrir y estar tristes todo el día?
¿Hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo?
3Señor, Dios mío,
¡mírame, respóndeme, llena mis ojos de luz!
¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte!
4¡Que no diga mi enemigo: "Lo he vencido"!
¡Que no se alegre si yo fracaso!
5Yo confío en tu amor;
mi corazón se alegra porque tú me salvas.
6¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho!
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