el ocho de enero - San Lucas 9.1-27, Génesis 15 y Salmo 8

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Jesús envía a los discípulos a anunciar el reino de Dios
(Mt 10.5-15; Mc 6.7-13)

San Lucas 9 1Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. 2Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. 3Les dijo:
--No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto. 4En cualquier casa donde lleguen, quédense hasta que se vayan del lugar. 5Y si en algún pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia.
6Salieron ellos, pues, y fueron por todas las aldeas, anunciando la buena noticia y sanando enfermos.

Incertidumbre de Herodes
(Mt 14.1-12; Mc 6.14-29)

7El rey Herodes oyó hablar de todo lo que sucedía; y no sabía qué pensar, porque unos decían que Juan había resucitado, 8otros decían que había aparecido el profeta Elías, y otros decían que era alguno de los antiguos profetas, que había resucitado. 9Pero Herodes dijo:
--Yo mismo mandé que le cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién será entonces este, de quien oigo contar tantas cosas?
Por eso Herodes procuraba ver a Jesús.

Jesús da de comer a una multitud
(Mt 14.13-21; Mc 6.30-44; Jn 6.1-14)

10Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús lo que habían hecho. Él, tomándolos aparte, los llevó a un pueblo llamado Betsaida. 11Pero cuando la gente lo supo, lo siguieron; y Jesús los recibió, les habló del reino de Dios y sanó a los enfermos.
12Cuando ya comenzaba a hacerse tarde, se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron:
--Despide a la gente, para que vayan a descansar y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos, porque en este lugar no hay nada.
13Jesús les dijo:
--Denles ustedes de comer.
Ellos contestaron:
--No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente.
14Pues eran unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos:
--Háganlos sentarse en grupos como de cincuenta.
15Ellos obedecieron e hicieron sentar a todos. 16Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. 17La gente comió hasta quedar satisfecha, y recogieron en doce canastos los pedazos sobrantes.

Pedro declara que Jesús es el Mesías
(Mt 16.13-19; Mc 8.27-29)

18Un día en que Jesús estaba orando solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó:
--¿Quién dice la gente que soy yo?
19Ellos contestaron:
--Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
20--Y ustedes, ¿quién dicen que soy? --les preguntó.
Y Pedro le respondió:
--Eres el Mesías de Dios.

Jesús anuncia su muerte
(Mt 16.20-28; Mc 8.30--9.1)

21Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie. 22Y les dijo:
--El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
23Después les dijo a todos:
--Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará. 25¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo? 26Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria y con la gloria de su Padre y de los santos ángeles. 27Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.


Dios hace una alianza con Abram

Génesis 15 1Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo:
--No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.
2-3Pero Abram le contestó:
--Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si tú bien sabes que no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.
4El Señor le contestó:
--Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.
5Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo:
--Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes.
6Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo 7y le dijo:
--Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.
8--Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de que voy a heredar esta tierra? --contestó Abram.
9Y Dios le dijo:
--Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón de paloma.
10Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso una mitad frente a otra; pero no partió las aves. 11Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba. 12Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto lo rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo. 13Entonces el Señor le dijo:
--Debes saber que tus descendientes vivirán en un país extranjero, y que allí serán esclavos, y que serán maltratados durante cuatrocientos años. 14Pero yo también castigaré a la nación que va a hacerlos esclavos, y después tus descendientes saldrán libres y dueños de grandes riquezas. 15Por lo que a ti toca, morirás en paz cuando ya seas muy anciano, y así te reunirás con tus antepasados. 16Después de cuatro generaciones, tus descendientes regresarán a este lugar, porque todavía no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos.
17Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos. 18Aquel mismo día el Señor hizo una alianza con Abram y le dijo:
--Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates. 19Es decir, la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos, 20los hititas, los ferezeos, los refaítas, 21los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.


SALMO 8

La gloria de Dios y la dignidad del hombre


1Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!,
¡tu gloria se extiende más allá del cielo!
2Con la alabanza de los pequeños,
de los niñitos de pecho,
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos,
para acabar con rebeldes y adversarios.

3Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste,
y la luna y las estrellas que pusiste en él,
4pienso: ¿Qué es el hombre?
¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
5Pues lo hiciste casi como un dios,
lo rodeaste de honor y dignidad,
6le diste autoridad sobre tus obras,
lo pusiste por encima de todo:
7sobre las ovejas y los bueyes,
sobre los animales salvajes,
8sobre las aves que vuelan por el cielo,
sobre los peces que viven en el mar,
¡sobre todo lo que hay en el mar!

9Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!

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