el veinticinco de septiembre - 1 Juan 2.28-3.24, 2 Crónicas 36 y Salmo 90

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1 Juan 3 1Miren cuánto nos ama Dios el Padre, que se nos puede llamar hijos de Dios, y lo somos. Por eso, los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios. 2Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es. 3Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro.
4Pero todo el que peca, hace maldad; porque el pecado es la maldad. 5Ustedes ya saben que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados, y que él no tiene pecado alguno. 6Así pues, todo el que permanece unido a él, no sigue pecando; pero todo el que peca, no lo ha visto ni lo ha conocido. 7Hijitos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él es justo; 8pero el que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios: para deshacer lo hecho por el diablo.
9Ninguno que sea hijo de Dios practica el pecado, porque tiene en sí mismo el germen de la vida de Dios; y no puede seguir pecando porque es hijo de Dios. 10Se sabe quiénes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo, porque cualquiera que no hace el bien o no ama a su hermano, no es de Dios.

El mandamiento del amor

11Este es el mensaje que han oído ustedes desde el principio: que nos amemos unos a otros. 12No seamos como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Pues porque los hechos de Caín eran malos, y los de su hermano, buenos.
13Hermanos míos, no se extrañen si los que son del mundo los odian. 14Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama, aún está muerto. 15Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino puede tener vida eterna en sí mismo. 16Conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también, nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. 17Pues si uno es rico y ve que su hermano necesita ayuda, pero no se la da, ¿cómo puede tener amor de Dios en su corazón? 18Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente de palabra, sino que se demuestre con hechos.
19De esta manera sabremos que somos de la verdad, y podremos sentirnos seguros delante de Dios; 20pues si nuestro corazón nos acusa de algo, Dios es más grande que nuestro corazón, y lo sabe todo. 21Queridos hermanos, si nuestro corazón no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios; 22y él nos dará todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. 23Y su mandamiento es que creamos en su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como él nos mandó. 24Los que obedecen sus mandamientos viven en él, y él vive en ellos. Y en esto sabemos que él vive en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.


Reinado de Joacaz
(2  R 23.31-35)

2 Crónicas 36 1La gente del pueblo tomó entonces a Joacaz, hijo de Josías, y lo pusieron como rey en Jerusalén en lugar de su padre. 2Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. 3El rey de Egipto lo quitó del trono en Jerusalén e impuso al país un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. 4Además, el rey de Egipto puso como rey de Judá y Jerusalén a Eliaquim, hermano de Joacaz, y le cambió el nombre y le puso Joaquim, y a Joacaz lo tomó y lo llevó a Egipto.

Reinado de Joaquim
(2  R 23.36--24.7)

5Joaquim tenía veinticinco años, y reinó en Jerusalén once años. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor su Dios. 6Nabucodonosor, rey de Babilonia, marchó contra él y lo sujetó con cadenas de bronce para llevárselo a Babilonia. 7Nabucodonosor se llevó a Babilonia una parte de los utensilios del templo del Señor, y los puso en su templo de Babilonia.
8El resto de la historia de Joaquim, con sus prácticas infames y lo que le ocurrió, está escrito en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Y reinó en su lugar su hijo Joaquín.

Joaquín es desterrado a Babilonia
(2  R 24.8-17)

9Joaquín tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses y diez días. Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor.
10En la primavera de aquel año, el rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia, junto con los utensilios de más valor del templo del Señor, y nombró rey de Judá y Jerusalén a Sedequías, pariente de Joaquín.

Reinado de Sedequías

11Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. 12Pero sus hechos fueron malos a los ojos de su Dios. No se humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba de parte del Señor. 13Además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, quien le había hecho jurar por Dios que sería su aliado, y se empeñó tercamente en no volverse al Señor, Dios de Israel.
14También todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo extremaron su infidelidad, siguiendo las prácticas infames de las naciones paganas y profanando el templo del Señor que él había escogido como su santuario en Jerusalén. 15El Señor, Dios de sus antepasados, les envió constantes advertencias por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su lugar de residencia. 16Pero ellos se rieron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus avisos y se burlaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor estalló contra su pueblo de modo que ya no hubo remedio.

Destrucción del templo y destierro de Judá
(2  R 25.8-21; Jer 39.8-10; 52.12-30)

17Entonces el Señor hizo marchar contra ellos al rey de los caldeos, que pasó a cuchillo a sus jóvenes en el propio edificio del templo y no tuvo piedad de los jóvenes ni de las muchachas, de los ancianos ni de los inválidos. A todos los entregó el Señor en sus manos. 18Todos los utensilios del templo de Dios, grandes y pequeños, y los tesoros del templo, del rey y de sus funcionarios, todo se lo llevó el rey de los caldeos a Babilonia. 19Además quemaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todo lo que había de valor.
20Después desterró a Babilonia a los sobrevivientes de la matanza, donde se convirtieron en esclavos suyos y de sus hijos hasta que se estableció el imperio persa, 21para que se cumpliera lo que Dios había dicho por medio del profeta Jeremías. Así el país debía disfrutar de su reposo; porque descansó todo el tiempo que estuvo en ruinas, hasta que pasaron setenta años.

El decreto de Ciro
(Esd 1.1-14)

22En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, y para que se cumpliera la palabra del Señor anunciada por Jeremías, el Señor impulsó a Ciro a que en todo su reino promulgara, de palabra y por escrito, este decreto: 23"Ciro, rey de Persia, declara lo siguiente: El Señor, Dios de los cielos, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le construya un templo en Jerusalén, que está en la región de Judá. Así que a cualquiera de ustedes que pertenezca al pueblo del Señor, que el Señor su Dios lo ayude, y váyase allá."


LIBRO 4
(Salmos 90--106)

SALMO 90 (89)

Eternidad de Dios y fragilidad del hombre

1Señor, tú has sido nuestro refugio
por todas las edades.
2Desde antes que se formaran los montes
y que existieran la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.
3Haces que el hombre vuelva al polvo
cuando dices: "Vuelvan al polvo, seres humanos."

4En verdad, mil años, para ti,
son como el día de ayer, que pasó.
¡Son como unas cuantas horas de la noche!
5Arrastras a los hombres con violencia,
cual si fueran solo un sueño;
6son como la hierba, que brota y florece a la mañana,
pero a la tarde se marchita y muere.

7En verdad, tu furor nos consume,
¡nos deja confundidos!
8Nuestros pecados y maldades
quedan expuestos ante ti.

9En verdad, toda nuestra vida
termina a causa de tu enojo;
nuestros años se van como un suspiro.
10Setenta son los años que vivimos;
los más fuertes llegan hasta ochenta;
pero el orgullo de vivir tanto
solo trae molestias y trabajo.
¡Los años pronto pasan, lo mismo que nosotros!

11¿Quién conoce la violencia de tu enojo?
¿Quién conoce tu furor?
12Enséñanos a contar bien nuestros días,
para que nuestra mente alcance sabiduría.

13¡Señor, vuélvete a nosotros!
¿Cuánto más tardarás?
¡Ten compasión de estos siervos tuyos!
14Llénanos de tu amor al comenzar el día,
y alegres cantaremos toda nuestra vida.
15Danos tantos años de alegría
como los años de aflicción que hemos tenido.
16¡Haz que tus siervos y sus descendientes
puedan ver tus obras y tu gloria!

17Que la bondad del Señor, nuestro Dios,
esté sobre nosotros.
¡Afirma, Señor, nuestro trabajo!
¡Afirma, sí, nuestro trabajo!

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