el seis de septiembre - San Juan 11.28-57, 2 Crónicas 12-13 y Salmo 76

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Jesús llora junto al sepulcro de Lázaro

San Juan 11 28Después de decir esto, Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto:
--El Maestro está aquí y te llama.
29Tan pronto como lo oyó, María se levantó y fue a ver a Jesús. 30Jesús no había entrado todavía en el pueblo; estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31Al ver que María se levantaba y salía rápidamente, los judíos que estaban con ella en la casa, consolándola, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar.
32Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo:
--Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, 34y les preguntó:
--¿Dónde lo sepultaron?
Le dijeron:
--Ven a verlo, Señor.
35Y Jesús lloró. 36Los judíos dijeron entonces:
--¡Miren cuánto lo quería!
37Pero algunos de ellos decían:
--Este, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriera?

Resurrección de Lázaro

38Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. 39Jesús dijo:
--Quiten la piedra.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
--Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió.
40Jesús le contestó:
--¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?
41Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo:
--Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado.
43Después de decir esto, gritó:
--¡Lázaro, sal de ahí!
44Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo. Jesús les dijo:
--Desátenlo y déjenlo ir.

Conspiración para arrestar a Jesús
(Mt 26.1-5; Mc 14.1-2; Lc 22.1-2)

45Por esto creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que él había hecho. 46Pero algunos fueron a ver a los fariseos, y les contaron lo que había hecho Jesús. 47Entonces los fariseos y los jefes de los sacerdotes reunieron a la Junta Suprema, y dijeron:
--¿Qué haremos? Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. 48Si lo dejamos, todos van a creer en él, y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro templo y nuestra nación.
49Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era el sumo sacerdote aquel año, les dijo:
--Ustedes no saben nada, 50ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida.
51Pero Caifás no dijo esto por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, dijo proféticamente que Jesús iba a morir por la nación judía; 52y no solamente por esta nación, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos. 53Así que desde aquel día las autoridades judías tomaron la decisión de matar a Jesús.
54Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que salió de la región de Judea y se fue a un lugar cerca del desierto, a un pueblo llamado Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.
55Faltaba poco para la fiesta de la Pascua de los judíos, y mucha gente de los pueblos se dirigía a Jerusalén a celebrar los ritos de purificación antes de la Pascua. 56Andaban buscando a Jesús, y se preguntaban unos a otros en el templo:
--¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta o no?
57Los fariseos y los jefes de los sacerdotes habían dado orden de que, si alguien sabía dónde estaba Jesús, lo dijera, para poder arrestarlo.


Sisac invade Judá
(1  R 14.21-31)

2 Crónicas 12 1Cuando se consolidó el reinado de Roboam y él se sintió fuerte, dejó de cumplir la ley del Señor, y todo Israel hizo lo mismo. 2Pero, como fueron infieles al Señor, en el quinto año del reinado de Roboam, Sisac, rey de Egipto, fue y atacó a Jerusalén 3con mil doscientos carros de combate, sesenta mil soldados de caballería y una innumerable tropa que venía con él de Egipto: libios, suquienos y etiopes. 4Conquistó las ciudades fortificadas de Judá, y llegó hasta Jerusalén.
5Entonces el profeta Semaías se presentó a Roboam y a los jefes de Judá que se habían reunido en Jerusalén ante el avance de Sisac, y les dijo:
--El Señor dice que ustedes lo han abandonado y que, por eso, él los abandona ahora en manos de Sisac.
6Los jefes de Israel y el rey reconocieron humildemente:
--¡El Señor tiene razón!
7Al ver el Señor que se habían humillado, le dijo a Semaías: "Por haberse humillado, no los destruiré, sino que voy a librarlos dentro de poco, y no utilizaré a Sisac para descargar mi ira sobre Jerusalén; 8pero van a quedar sometidos a él, y se darán cuenta de la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de otras naciones."
9Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén y se apoderó de los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Todo lo saqueó, y se llevó también los escudos de oro que había hecho Salomón. 10El rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, y los dejó al cuidado de los oficiales de la guardia que vigilaba la entrada del palacio real. 11Y cada vez que el rey iba al templo del Señor, iban los guardias y los llevaban. Luego volvían a ponerlos en el cuarto de guardia. 12Así pues, por haberse humillado Roboam, se calmó la ira del Señor contra él y no lo destruyó totalmente. A pesar de todo, también había cosas buenas en Judá.
13El rey Roboam aumentó su poder en Jerusalén, y siguió reinando. Cuando comenzó a reinar tenía cuarenta y un años, y reinó diecisiete años en Jerusalén, ciudad que el Señor escogió entre todas las tribus de Israel para residir en ella. La madre de Roboam se llamaba Naamá, y era de Amón. 14Sus actos fueron malos, pues no trató sinceramente de buscar al Señor.
15La historia de Roboam, desde el principio hasta el fin, está escrita en las crónicas del profeta Semaías y del profeta Iddo, en el registro familiar.
Hubo guerra continuamente entre Roboam y Jeroboam. 16Y cuando Roboam murió, fue sepultado en la Ciudad de David. Después reinó en su lugar su hijo Abiam.

Reinado de Abiam en Judá
(1  R 15.1-7)

2 Crónicas 13 1Abiam comenzó a reinar en Judá en el año dieciocho del reinado de Jeroboam. 2Reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá.
Estalló la guerra entre Abiam y Jeroboam. 3Abiam empezó la batalla con un ejército de cuatrocientos mil soldados escogidos. Jeroboam, por su parte, tomó posiciones de batalla contra él con ochocientos mil soldados escogidos. 4Entonces Abiam, de pie en el monte Semaraim, que está en la montaña de Efraín, gritó: "¡Jeroboam y todo Israel, escúchenme! 5¿No saben ustedes que el Señor, el Dios de Israel, entregó el reino a David y a sus descendientes para siempre mediante una alianza irrevocable? 6Sin embargo, Jeroboam, el hijo de Nabat, servidor de Salomón, hijo de David, se rebeló contra su amo. 7Y se le unieron unos hombres ociosos y malvados, que se impusieron a Roboam, hijo de Salomón, porque era joven y débil de carácter. Así que no tuvo fuerza para enfrentarse con ellos. 8Y ahora ustedes intentan oponerse al gobierno del Señor ejercido por medio de los descendientes de David, solo porque ustedes son una gran multitud y tienen de su parte los becerros de oro que Jeroboam les hizo para que los tuvieran por dioses. 9¿Y no han expulsado ustedes también a los sacerdotes del Señor, descendientes de Aarón, y a los levitas, y se han nombrado sus propios sacerdotes como hacen las naciones paganas? ¡Cualquiera que viene a consagrarse con un becerro y siete carneros puede ser sacerdote de dioses que no son dioses! 10Para nosotros, en cambio, nuestro Dios es el Señor, y no lo hemos abandonado. Los sacerdotes que están al servicio del Señor son descendientes de Aarón, y los que se encargan del servicio son los levitas. 11Ellos ofrecen al Señor, mañana y tarde, holocaustos e incienso, presentan en una mesa ritualmente pura el pan consagrado, y encienden todas las tardes las lámparas que arden en el candelabro de oro. Porque nosotros cumplimos las disposiciones del Señor nuestro Dios, mientras que ustedes lo han abandonado. 12Tengan en cuenta, pues, que al frente de nosotros están Dios y sus sacerdotes, y que están listas las trompetas para dar el toque de guerra contra ustedes. Por consiguiente, israelitas, no peleen contra el Señor, el Dios de sus antepasados, porque no vencerán."
13Jeroboam había ordenado que sus tropas de retaguardia dieran un rodeo y atacaran por detrás, de modo que el grueso del ejército de Jeroboam quedó frente al de Judá, mientras que la retaguardia atacaba por detrás. 14Cuando los de Judá miraron hacia atrás, se dieron cuenta de que los atacaban por el frente y por detrás. Entonces invocaron al Señor, y los sacerdotes tocaron las trompetas. 15Y cuando los de Judá lanzaron el grito de guerra, Dios derrotó a Jeroboam y a todo Israel frente a Abiam y Judá. 16Los israelitas huyeron de los de Judá, porque Dios los entregó en manos de estos. 17Abiam y su gente les hicieron una gran matanza, en la que cayeron quinientos mil soldados escogidos de Israel. 18Así los israelitas fueron humillados en aquel tiempo, mientras que los de Judá se mostraron fuertes, porque se apoyaron en el Señor, Dios de sus antepasados.
19Abiam persiguió a Jeroboam y le arrebató las ciudades de Betel, Jesaná y Efraín con sus respectivas aldeas. 20Jeroboam no pudo recuperar su poderío mientras vivió Abiam. Finalmente el Señor lo hirió, y Jeroboam murió. 21Entre tanto, Abiam se afirmó en el poder. Tuvo catorce esposas, veintidós hijos y dieciséis hijas. 22El resto de la historia de Abiam y de todo lo que hizo en su vida, está escrito en el comentario del profeta Iddo.


SALMO 76 (75)

Dios, el vencedor

1Dios es conocido en Judá;
su nombre es famoso en Israel.
2Su templo está sobre el monte Sión,
en Jerusalén;
3allí rompió las armas de guerra:
escudos, espadas, arcos y flechas.

4¡Tú eres glorioso, oh Dios!
¡Eres más grandioso que las montañas eternas!
5Los más valientes fueron despojados;
los más fuertes nada pudieron hacer;
¡durmieron su último sueño!
6Ni aun moverse pueden el carro y el caballo
cuando tú, Dios de Jacob, los amenazas.

7¡Tú eres terrible!
¿Quién puede estar en pie delante de ti
cuando se enciende tu furor?
8Desde el cielo das a conocer tu juicio;
la tierra tiene miedo y se queda quieta,
9oh Dios, cuando te levantas para hacer justicia
y salvar a todos los oprimidos de este mundo.

10El enojo del hombre se convierte en tu alabanza;
¡aun su más mínimo enojo se convierte en tu corona!
11Hagan ustedes promesas al Señor, su Dios,
pero cúmplanselas.
Ustedes, que rodean al que es digno de temor,
¡tráiganle ofrendas!
12Pues él quita la vida a los gobernantes
y causa temor a los reyes del mundo.

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