el ocho de agosto - 2 Corintios 9, 2 Reyes 22.1-23.35 y Nahum 3

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2 Corintios 9 1En cuanto a la colecta para los hermanos en la fe, realmente no es necesario que siga escribiéndoles a ustedes, 2porque ya conozco su buena voluntad. Siempre digo con orgullo a los de Macedonia, que desde el año pasado ustedes los de Acaya han estado dispuestos a ayudar, y la mayoría de los de Macedonia se han animado por la buena disposición de ustedes. 3Sin embargo, les envío a estos hermanos para no quedar mal al sentirme tan orgulloso de ustedes cuando hablo de este asunto. Es decir, para que de veras estén preparados, 4no sea que algunos de Macedonia vayan conmigo y encuentren que ustedes no lo están. Eso sería una vergüenza para nosotros, que hemos tenido tanta confianza en ustedes; por no hablar de la vergüenza que sería para ustedes mismos. 5Precisamente por ello me ha parecido necesario pedir a estos hermanos que vayan a visitarlos primero, y que los ayuden a completar la colecta que ustedes habían prometido. Así, la colecta de ustedes estará dispuesta como una muestra de generosidad, y no como una muestra de tacañería.

Exhortación a la generosidad

6Acuérdense de esto: El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha. 7Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. 8Dios puede darles a ustedes con abundancia toda clase de bendiciones, para que tengan siempre todo lo necesario y además les sobre para ayudar en toda clase de buenas obras. 9La Escritura dice:
"Ha dado abundantemente a los pobres,
y su generosidad permanece para siempre."
10Dios, que da la semilla que se siembra y el alimento que se come, les dará a ustedes todo lo necesario para su siembra, y la hará crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran cosecha. 11Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente. Y la colecta que ustedes envíen por medio de nosotros, será motivo de que los hermanos den gracias a Dios. 12Porque al llevar esta ayuda a los hermanos, no solamente les llevamos lo que les haga falta, sino que también los movemos a dar muchas gracias a Dios. 13Y ellos alabarán a Dios, pues esta ayuda les demostrará que ustedes obedecen al evangelio que profesan, al evangelio de Cristo. También ellos honrarán a Dios por la generosa contribución de ustedes para ellos y para todos. 14Y además orarán por ustedes con mucho cariño, por la gran bondad que Dios les ha mostrado a ustedes. 15¡Gracias a Dios, porque nos ha hecho un regalo tan grande que no tenemos palabras para expresarlo!


Reinado de Josías en Judá
(2  Cr 34.1-2)

2 Reyes 22 1Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante treinta y un años. Su madre se llamaba Jedidá, hija de Adaías, y era de Boscat. 2Los hechos de Josías fueron rectos a los ojos del Señor, pues siguió en todo la conducta de David, su antepasado, sin desviarse de ella para nada.

Se encuentra el libro de la Ley
(2  Cr 34.8-33)

3En el año dieciocho del reinado de Josías, el rey envió al templo del Señor a su cronista Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulam. Le dijo:
4--Ve a ver a Hilquías, el sumo sacerdote, y dile que reúna el dinero que ha sido llevado al templo del Señor y que los porteros han recogido de entre la gente, 5y que lo entregue a los encargados de las obras del templo del Señor, para que ellos a su vez paguen a los que trabajan en la reparación del templo, 6es decir, a los carpinteros, maestros de obras y albañiles, y también para que compren madera y piedras de cantería para reparar el templo. 7Dile también que no les pida cuentas del dinero que se les entregue, porque actúan con honradez.
8Hilquías, el sumo sacerdote, le contó a Safán, el cronista, que había encontrado el libro de la Ley en el templo del Señor; y le entregó el libro, y Safán lo leyó. 9Después Safán fue a informar de esto al rey, y le dijo:
--Los siervos de Su Majestad han fundido la plata que había en el templo, y la han entregado a los encargados de reparar el templo del Señor.
10También informó Safán al rey de que el sacerdote Hilquías le había entregado un libro, y lo leyó Safán al rey. 11Al escuchar el rey lo que decía el libro de la Ley, se rasgó la ropa, 12y en seguida ordenó a Hilquías, a Ahicam, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Micaías, a Safán, el cronista, y a Asaías, oficial del rey:
13--Vayan a consultar al Señor por mí y por el pueblo y por todo Judá, en cuanto al contenido de este libro que se ha encontrado; pues el Señor debe estar muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no prestaron atención a lo que dice este libro ni pusieron en práctica todo lo que está escrito en él.
14Hilquías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, fueron a ver a la profetisa Huldá, esposa de Salum, hijo de Ticvá y nieto de Harhás, encargado del guardarropa del templo. Huldá vivía en el Segundo Barrio de Jerusalén, y cuando le hablaron, 15ella les contestó:
--Esta es la respuesta del Señor, Dios de Israel: 'Díganle a la persona que los ha enviado a consultarme, 16que yo, el Señor, digo: Voy a acarrear un desastre sobre este lugar y sobre sus habitantes, conforme a todo lo anunciado en el libro que ha leído el rey de Judá. 17Pues me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi irritación con todas sus prácticas; por eso se ha encendido mi ira contra este lugar, y no se apagará. 18Díganle, pues, al rey de Judá, que los ha enviado a consultar al Señor, que el Señor, el Dios de Israel, dice también: Por haber prestado atención a lo que has oído, 19y porque te has conmovido y sometido a mí al escuchar mi declaración contra este lugar y sus habitantes, que serán arrasados y malditos, y por haberte rasgado la ropa y haber llorado delante de mí, yo también por mi parte te he escuchado. Yo, el Señor, te lo digo. 20Por lo tanto, te concederé morir en paz y reunirte con tus antepasados, sin que llegues a ver el desastre que voy a acarrear sobre este lugar.'
Los enviados del rey regresaron para llevarle a este la respuesta.
2 Reyes 23 1Entonces el rey mandó llamar a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, para que se reunieran con él. 2Luego el rey y todos los hombres de Judá, y los habitantes de Jerusalén, y los sacerdotes, los profetas y la nación entera, desde el más pequeño hasta el más grande, fueron al templo del Señor. Allí el rey les leyó en voz alta todo lo que decía el libro de la alianza que había sido encontrado en el templo del Señor. 3Luego el rey se puso de pie junto a la columna, y se comprometió ante el Señor a obedecerle, a poner en práctica fielmente y con toda sinceridad sus mandamientos, mandatos y leyes, y a cumplir las condiciones de la alianza que estaban escritas en el libro. Y todo el pueblo aceptó también el compromiso.

Reforma de Josías
(2  Cr 34.3-7)

4Entonces el rey ordenó a Hilquías, sumo sacerdote, y a su segundo sacerdote y a los porteros, que sacaran del templo del Señor todos los objetos del culto de Baal y de Aserá y de todos los astros del cielo, y los quemó en las afueras de Jerusalén, en los campos de Cedrón, y llevó luego las cenizas a Betel. 5Después quitó de sus puestos a los sacerdotes que los reyes de Judá habían nombrado para que quemaran incienso en los santuarios en lugares altos que había en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén, y a los sacerdotes que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los planetas y a todos los astros del cielo. 6Sacó fuera de Jerusalén la imagen de Aserá que estaba en el templo del Señor, la quemó en el arroyo Cedrón hasta convertirla en ceniza y luego la esparció sobre la fosa común. 7También derrumbó las habitaciones dedicadas a la prostitución entre hombres, que era practicada como un culto en el templo del Señor, donde las mujeres tejían mantos para la diosa Aserá.
8Después ordenó que vinieran todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó todos los santuarios en lugares altos, desde Gueba hasta Beerseba, donde esos sacerdotes habían quemado incienso, y derribó los altares de los demonios que había en la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, situados a la entrada de la ciudad, al lado izquierdo. 9Pero los sacerdotes de los santuarios en lugares altos no iban al altar del Señor en Jerusalén, sino que comían pan sin levadura con sus compañeros sacerdotes.
10Josías también profanó el quemadero que había en el valle de Ben-hinom, para que nadie quemara a su hijo o a su hija como sacrificio a Moloc. 11Quitó los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, los cuales estaban a la entrada del templo del Señor, junto a la habitación de Natán-mélec, el encargado de las dependencias, y quemó también el carro del sol. 12Además derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la parte alta de la sala de Ahaz, y los altares que Manasés había construido en los patios del templo del Señor; los destrozó y arrojó sus escombros al arroyo Cedrón.
13El rey profanó también los santuarios paganos que había al oriente de Jerusalén, en la parte sur del monte de los Olivos, los cuales había construido Salomón, rey de Israel, para Astarté, diosa aborrecible de los sidonios; para Quemós, ídolo aborrecible de los moabitas, y para Milcom, ídolo aborrecible de los amonitas. 14También hizo pedazos las piedras y los troncos sagrados, y llenó de huesos humanos los lugares donde habían estado. 15En cuanto al altar y al santuario pagano de Betel, que fueron construidos por Jeroboam, hijo de Nabat, que hizo pecar a los israelitas, Josías los destrozó hasta hacerlos polvo, y les prendió fuego; y le prendió fuego también a la representación de Aserá.
16Cuando Josías regresó y vio los sepulcros que había en la colina misma, mandó que sacaran los huesos que hubiera en ellos, y los quemó sobre el altar, profanándolo. Así se cumplió la palabra del Señor trasmitida por el profeta que había anunciado esto. 17Luego preguntó:
--¿Qué monumento es ese que veo allá?
Los hombres de la ciudad le respondieron:
--Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que Su Majestad ha hecho con el altar de Betel.
18Entonces Josías ordenó:
--Déjenlo así. Que nadie toque sus huesos.
Así se respetaron sus restos y los del profeta que había venido de Samaria.
19En cuanto a todos los edificios de los santuarios paganos que había en Samaria, y que los reyes de Israel habían construido provocando la ira del Señor, Josías los eliminó e hizo con ellos lo mismo que había hecho en Betel. 20Después mató sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios paganos que allí había, y sobre ellos quemó huesos humanos. Después regresó a Jerusalén.

Josías celebra la Pascua
(2  Cr 35.1-19)

21El rey ordenó a todo el pueblo que celebrara la Pascua en honor del Señor su Dios, según estaba escrito en el libro de la alianza. 22Nunca se había celebrado una Pascua como esta desde la época de los caudillos que gobernaron en Israel, ni en todo el tiempo de los reyes de Israel y de Judá. 23Fue en el año dieciocho del reinado de Josías cuando en Jerusalén se celebró aquella Pascua en honor del Señor.

Devoción de Josías

24Josías eliminó también a los brujos y adivinos, a los ídolos familiares y a otros ídolos, y a todos los aborrecibles objetos de culto que se veían en Judá y en Jerusalén. Lo hizo para cumplir los términos de la ley escritos en el libro que el sacerdote Hilquías había encontrado en el templo del Señor. 25No hubo ningún rey, ni antes ni después de él, que como él se volviera al Señor con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a la ley de Moisés.
26A pesar de ello, el Señor siguió enojado, pues todavía estaba enfurecido contra Judá por todas las ofensas con que Manasés le había provocado. 27Por eso dijo el Señor que iba a apartar de su presencia a Judá, como había apartado a Israel, y que iba a rechazar la ciudad de Jerusalén que había escogido, y el templo en el que había dicho que residiría su nombre.

Muerte de Josías
(2  Cr 35.20-27)

28El resto de la historia de Josías y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 29En su tiempo, el faraón Necao, rey de Egipto, se dirigió hacia el río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías le salió al encuentro; pero en Meguido, en cuanto Necao lo vio, lo mató. 30Sus oficiales pusieron su cadáver en un carro y lo llevaron desde Meguido a Jerusalén, donde lo enterraron en su sepulcro. La gente del pueblo tomó entonces a Joacaz, hijo de Josías, y lo consagraron como rey en lugar de su padre.

Reinado de Joacaz en Judá
(2  Cr 36.1-4)

31Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, y era de Libná. 32Pero sus hechos fueron malos a los ojos del Señor, igual que los de sus antepasados. 33El faraón Necao lo tuvo preso en Riblá, en la región de Hamat, para que no reinara en Jerusalén, y obligó al país a pagar un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. 34Además, el faraón Necao puso como rey a Eliaquim, hijo de Josías, en lugar de su padre, y le cambió el nombre y le puso Joaquim, y a Joacaz lo tomó y lo llevó a Egipto, donde murió.
35Joaquim entregó a Necao la plata y el oro que este exigía, para lo cual tuvo que imponer una contribución a la gente del país. Y cada uno pagó en plata y en oro el impuesto que se le calculó, para entregárselo al faraón Necao.


Nahum 3 1¡Ay de ti, ciudad sanguinaria,
llena de mentira y violencia;
tu rapiña no tiene fin!
2¡Chasquido de látigo,
estruendo de ruedas!
¡Galopar de caballos,
carros que saltan!
3¡Carga de caballería!
¡Brillo de espada,
resplandor de lanza!
¡Miles de heridos,
montones de muertos!
¡Cadáveres sin fin!
¡La gente tropieza con ellos!
4Y todo por culpa de las prostituciones
de esa ramera llena de gracia y hermosura,
maestra en brujerías,
que con sus prostituciones y hechizos
embaucaba a pueblos y naciones.

5El Señor todopoderoso afirma:
"Aquí estoy contra ti:
te voy a levantar el vestido hasta la cara,
para que las naciones te vean desnuda
y los reinos vean tu vergüenza.
6Y echaré suciedad sobre ti;
te cubriré de deshonra y haré de ti un espectáculo.
7Todos los que te vean
huirán de ti diciendo:
'¡Nínive está destruida!
¿Quién le tendrá compasión?
¿Dónde hallar quien la consuele?'
8¿Acaso eres tú mejor que Tebas,
la ciudad junto al río Nilo,
rodeada de muchas aguas,
con el río por barrera y el agua por muralla?
9Etiopía y Egipto eran su fortaleza sin límite;
los de Fut, los libios, eran sus aliados.
10Sin embargo, Tebas fue llevada al destierro;
sus niños fueron estrellados
en las esquinas de las calles;
sobre sus nobles echaron suertes
y sus caudillos fueron encadenados.
11También a ti te van a emborrachar;
aturdida, te esconderás
buscando refugio de tu enemigo.
12Todas tus fortalezas son como higueras
cargadas de higos tiernos,
que caen, si la sacuden,
en la boca de quien los come.
13Tu ejército parece formado de mujeres;
las puertas del país
están abiertas para el enemigo;
el fuego ha destruido tus cerrojos.
14Prepara agua, para que puedas resistir el sitio;
refuerza tus defensas.
Métete en el lodo,
pisa el barro,
toma el molde de tus ladrillos.
15Allí te consumirá el fuego,
y la espada, como langosta,
te exterminará por completo.
¡Multiplícate como las langostas!
¡Multiplícate como los saltamontes!
16Tus comerciantes se hicieron
más numerosos que las estrellas del cielo.
(La langosta cambia de piel y vuela.)
17Tus guardianes son como langostas;
y los encargados de reclutar tus tropas
son como nubes de insectos:
cuando hace frío, se posan en las paredes;
cuando sale el sol, se van; nadie sabe dónde.

18"¡Cómo duermen tus pastores,
oh rey de Asiria!
Tus oficiales descansan,
tus tropas andan dispersas por los montes
y no hay quien las reúna.
19¡No hay remedio para tu herida;
tu llaga es incurable!
Todos los que oyen de tu desgracia
aplauden de alegría,
pues, ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?"

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