Promesa y juramento
Hebreos 6
13Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, juró por sí mismo, porque no había otro superior a él por quien jurar;
14y dijo: "Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa."
15Abraham esperó con paciencia, y recibió lo que Dios le había prometido.
16Cuando los hombres juran, lo hacen por alguien superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no hay más que discutir.
17Pues bien, Dios quiso mostrar claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el juramento.
18De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado.
19Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco. Es una esperanza que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial,
20donde antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando él a ser así Sumo Sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.
Sufrimientos de los israelitas en Egipto Éxodo 1
1Estos son los nombres de los israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia:
2Rubén, Simeón, Leví, Judá,
3Isacar, Zabulón, Benjamín,
4Dan, Neftalí, Gad y Aser.
5Los descendientes de Jacob sumaban en total setenta personas. José ya estaba en Egipto.
6José y sus hermanos, y todos los de esa generación, murieron;
7pero como los israelitas tenían muchos hijos, se multiplicaron de tal manera que llegaron a ser muy poderosos. El país estaba lleno de ellos.
8Más tarde hubo un nuevo rey en Egipto, que no había conocido a José, y que le dijo a su pueblo:
9"Miren, el pueblo israelita es más numeroso y más poderoso que nosotros;
10así que debemos tramar algo para impedir que sigan aumentando, porque puede ser que, en caso de guerra, se pongan de parte de nuestros enemigos para pelear contra nosotros y se vayan de este país."
11Por eso los egipcios pusieron capataces encargados de someter a los israelitas a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés, que el faraón, rey de Egipto, usaba para almacenar provisiones.
12Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban. Así que los egipcios les tenían mucho miedo.
13Los egipcios esclavizaron cruelmente a los israelitas.
14Les amargaron la vida sometiéndolos al rudo trabajo de preparar lodo y hacer adobes, y de atender a todos los trabajos del campo. En todo esto los israelitas eran tratados con crueldad.
15Además, el rey de Egipto habló con Sifrá y Puá, que eran parteras de las hebreas, y les dijo:
16--Cuando atiendan a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo del recién nacido. Si es niña, déjenla vivir, pero si es niño, ¡mátenlo!
17Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no hicieron lo que el rey de Egipto les había ordenado, sino que dejaron vivir a los niños.
18Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les dijo:
--¿Por qué han dejado vivir a los niños?
19--Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias --contestaron ellas--. Al contrario, son muy robustas y dan a luz antes de que nosotras lleguemos a atenderlas.
20-21De esta manera el pueblo israelita seguía creciendo en número, y cada vez se hacía más poderoso. Además, como las parteras tuvieron temor de Dios, él las favoreció y les concedió una familia numerosa.
22El faraón, por su parte, ordenó a todo su pueblo: "Echen al río a todos los niños hebreos que nazcan, pero a las niñas déjenlas vivir."
Nacimiento de Moisés Éxodo 2
1Un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu,
2la cual quedó embarazada y tuvo un hijo. Al ver ella que el niño era hermoso, lo escondió durante tres meses;
3pero, no pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó un canastillo de junco, le tapó todas las rendijas con asfalto natural y brea, para que no le entrara agua, y luego puso al niño dentro del canastillo y lo dejó entre los juncos a la orilla del río Nilo;
4además le dijo a una hermana del niño que se quedara a cierta distancia, y que estuviera al tanto de lo que pasara con él.
5Más tarde, la hija del faraón bajó a bañarse al río y, mientras sus sirvientas se paseaban por la orilla, vio el canastillo entre los juncos. Entonces mandó a una de sus esclavas que se lo trajera.
6Al abrir el canastillo y ver que allí dentro había un niño llorando, la hija del faraón sintió compasión de él y dijo:
--Este es un niño hebreo.
7Entonces la hermana del niño propuso a la hija del faraón:
--¿Le parece a usted bien que llame a una nodriza hebrea, para que le dé el pecho a este niño?
8--Ve por ella --contestó la hija del faraón.
Entonces la muchacha fue por la madre del niño,
9y la hija del faraón le dijo:
--Toma a este niño y críamelo, y yo te pagaré por tu trabajo.
La madre del niño se lo llevó y lo crió,
10y ya grande se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo adoptó como hijo suyo y lo llamó Moisés, pues dijo:
--Yo lo saqué del agua.
Moisés huye de Egipto
11Cuando Moisés era ya hombre, salió un día a visitar a sus hermanos de raza y se dio cuenta de que sus trabajos eran muy duros. De pronto vio que un egipcio estaba golpeando a uno de sus hermanos hebreos.
12Entonces miró bien a todos lados y, al no ver a nadie por allí, mató al egipcio y lo enterró en la arena.
13Al día siguiente volvió a salir, y vio que dos hebreos se estaban peleando. Entonces preguntó al que maltrataba al otro:
--¿Por qué golpeas a uno de tu propia raza?
14Y aquel hebreo le contestó:
--¿Y quién te ha puesto a ti como jefe y juez entre nosotros? ¿Acaso piensas matarme, como mataste al egipcio?
Al oir esto, Moisés tuvo miedo, pues se dio cuenta de que ya se había descubierto la muerte del egipcio.
15En efecto, en cuanto el faraón supo que Moisés había dado muerte a un egipcio, lo mandó buscar para matarlo; pero Moisés huyó y se fue a vivir a la región de Madián. Allí se sentó cerca de un pozo.
16Reuel, sacerdote de Madián, tenía siete hijas. Aquel día, ellas habían ido al pozo a sacar agua para llenar los bebederos y dar de beber a las ovejas de su padre,
17pero unos pastores vinieron y las echaron de allí. Entonces Moisés se levantó a defenderlas, y dio de beber a las ovejas.
18Cuando ellas volvieron a donde estaba su padre, él les preguntó:
--¿Cómo es que hoy regresaron tan pronto?
19Y ellas contestaron:
--Un egipcio nos defendió de los pastores, luego sacó el agua por nosotras, y les dio de beber a las ovejas.
20Entonces Reuel les dijo:
--¿Y dónde está ese hombre? ¿Por qué lo dejaron solo? ¡Vayan a llamarlo para que venga a comer!
21Y así Moisés aceptó quedarse a vivir en la casa de Reuel. Después Reuel le dio a su hija Séfora como esposa,
22y ella tuvo un hijo al que Moisés llamó Guersón, porque dijo: "Soy un extranjero en tierra extraña."
23Con el correr del tiempo, el rey de Egipto murió. Los israelitas, sin embargo, seguían quejándose y lamentando su esclavitud. Entonces Dios escuchó sus lamentos
24y atendió sus quejas, acordándose de la alianza que había hecho con Abraham, Isaac y Jacob.
25Los vio Dios, y se dio cuenta de su condición.
SALMO 40 (39)
Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío
(Sal 70)
1Puse mi esperanza en el Señor,
y él se inclinó para escuchar mis gritos;
2me salvó de la fosa mortal,
me libró de hundirme en el pantano.
Afirmó mis pies sobre una roca;
dio firmeza a mis pisadas.
3Hizo brotar de mis labios un nuevo canto,
un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos
y pusieron su confianza en el Señor.
4¡Feliz el hombre que confía en el Señor
y no busca a los insolentes
ni a los que adoran a dioses falsos!
5Señor y Dios mío,
muchas son las maravillas que tú has hecho
y las consideraciones que nos tienes.
¡Nada es comparable a ti!
Quisiera anunciarlas, hablar de ellas,
pero son más de las que puedo contar.
6Tú no te complaces en los sacrificios
ni en las ofrendas de cereales;
tampoco has pedido holocaustos
ni ofrendas para quitar el pecado.
En cambio, me has abierto los oídos.
7Por eso he dicho: Aquí estoy,
tal como el libro dice de mí.
8A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío;
¡llevo tu enseñanza en el corazón!
9En presencia de tu pueblo numeroso
he dado a conocer lo que es justo.
¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio!
10No me he quedado callado acerca de tu justicia;
he hablado de tu fidelidad y salvación.
Jamás he ocultado tu amor y tu verdad
ante tu pueblo numeroso.
11Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura!
¡Que siempre me protejan tu amor y tu fidelidad!
12Pues me han pasado tantas desgracias
que ni siquiera las puedo contar.
Me han atrapado mis propias maldades;
¡hasta he perdido la vista!
Son más que los pelos de mi cabeza,
y hasta el ánimo he perdido.
13Señor, por favor, ¡ven a librarme!
Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!
14¡Que sean puestos en completo ridículo
los que tratan de acabar con mi vida!
¡Que huyan en forma vergonzosa
los que quieren hacerme daño!
15¡Que huyan avergonzados
los que se burlan de mí!
16Pero que todos los que te buscan
se llenen de alegría;
que cuantos desean tu salvación
digan siempre: "¡El Señor es grande!"
17Y a mí, que estoy pobre y afligido,
no me olvides, Señor.
Tú eres quien me ayuda y me liberta;
¡no te tardes, Dios mío!
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