el seis de febrero - Hebreos 2, Génesis 46.28-47.31 y Salmo 37

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Importancia de la salvación anunciada

Hebreos 2 1Por esta causa debemos prestar mucha más atención al mensaje que hemos oído, para que no nos apartemos del camino. 2Los mandamientos que Dios dio en otros tiempos por medio de los ángeles, tenían fuerza de ley, y quienes pecaron y los desobedecieron fueron castigados justamente. 3¿Cómo, pues, escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Pues el mismo Señor fue quien anunció primero esta salvación, la cual después confirmaron entre nosotros los que oyeron ese mensaje. 4Además, Dios la ha confirmado con señales, maravillas y muchos milagros, y por medio del Espíritu Santo, que nos ha dado de diferentes maneras, conforme a su voluntad.

Jesús, semejante a sus hermanos

5Dios no ha puesto bajo la autoridad de los ángeles ese mundo futuro del cual estamos hablando. 6Al contrario, en un lugar de la Escritura alguien declara:
"¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
7Por un poco de tiempo lo hiciste algo menor que los ángeles,
pero lo coronaste de gloria y honor;
8todo lo sujetaste debajo de sus pies."

Así que, al sujetarlo todo debajo de sus pies, Dios no dejó nada sin sujetarlo a él. Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sujeto. 9Pero vemos que Jesús, a quien Dios hizo algo menor que los ángeles por un poco de tiempo, está coronado de gloria y honor, a causa de la muerte que sufrió. Dios, en su amor, quiso que experimentara la muerte para bien de todos.
10Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos. 11Porque todos son del mismo Padre: tanto los consagrados como el que los consagra. Por esta razón, el Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12al decir en la Escritura:
"Hablaré de ti a mis hermanos,
y te cantaré himnos en medio de la congregación."
13También dice:
"En él pondré mi esperanza."

Y otra vez dice:
"Aquí estoy, con los hijos que Dios me dio."
14Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. 15De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida. 16Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. 17Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. 18Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.


Génesis 46 28Jacob envió antes a Judá a ver a José, para que viniera a recibirlo a la región de Gosen. Cuando llegaron a Gosen, 29José ordenó que prepararan su carro para ir a recibir a su padre. Cuando se presentó delante de su padre, lo abrazó y estuvo llorando largo rato sobre su hombro. 30Entonces Israel le dijo a José:
--Después de verte personalmente y encontrarte vivo todavía, ¡ya puedo morirme!
31José les dijo a sus hermanos y a la familia de su padre:
--Voy a ver al faraón, para darle la noticia. Le diré que mis hermanos y los parientes de mi padre, que vivían en Canaán, han venido a quedarse conmigo; 32y que han traído sus ovejas y vacas y todo lo que tenían, porque su trabajo es cuidar ovejas y criar ganado. 33Entonces, cuando el faraón los llame y les pregunte en qué trabajan, 34ustedes díganle que siempre se han dedicado a criar ovejas, igual que sus antepasados. Así podrán quedarse a vivir en la región de Gosen, porque los egipcios tienen prohibido convivir con los pastores de ovejas.
Génesis 47 1José fue a darle la noticia al faraón. Le dijo que su padre y sus hermanos habían llegado de Canaán, y que ya estaban en la región de Gosen con sus ovejas y vacas y todo lo que tenían. 2Escogió a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón, para que los conociera. 3Entonces el faraón preguntó a los hermanos de José:
--¿A qué se dedican ustedes?
Y ellos le contestaron:
--Los servidores de Su Majestad somos pastores de ovejas, igual que nuestros antepasados. 4Hemos venido para quedarnos en este país, porque hay mucha hambre en Canaán y no hay pasto para nuestras ovejas. Por favor, permita Su Majestad que nos quedemos a vivir en la región de Gosen.
5Entonces el faraón le dijo a José:
--Tu padre y tus hermanos han venido a reunirse contigo. 6La tierra de Egipto está a su disposición. Dales la región de Gosen, que es lo mejor del país, para que se queden a vivir allí. Y si sabes que entre ellos hay hombres capaces, ponlos a cargo de mi ganado.
7José llevó también a su padre Jacob para presentárselo al faraón. Jacob saludó con mucho respeto al faraón, 8y el faraón le preguntó:
--¿Cuántos años tienes ya?
9Y Jacob le contestó:
--Ya tengo ciento treinta años de ir de un lado a otro. Han sido pocos y malos años, pues todavía no he alcanzado a vivir lo que vivieron mis antepasados.
10Después Jacob se despidió del faraón y salió de allí. 11Y José les dio terrenos en la mejor región de Egipto, para que vivieran allí, tal como el faraón había ordenado. Así su padre y sus hermanos llegaron a tener terrenos en la región de Ramsés. 12Además, José les daba alimentos a todos sus familiares, según las necesidades de cada familia.

Política agraria de José

13En ninguna parte del país había trigo, y el hambre aumentaba más y más. Tanto en Egipto como en Canaán la gente se moría de hambre. 14José recogió todo el dinero que los de Egipto y los de Canaán le habían pagado por el trigo comprado, y lo guardó en el palacio del faraón. 15Cuando ya no había dinero ni en Egipto ni en Canaán, los egipcios fueron a decirle a José:
--¡Denos usted de comer! No es justo que nos deje morir de hambre, solo porque ya no tenemos dinero.
16Y José les contestó:
--Si ya no tienen dinero, traigan sus animales y se los cambiaré por trigo.
17Los egipcios llevaron sus caballos, ovejas, vacas y asnos a José, y a cambio de ellos José les dio trigo durante todo ese año. 18Pero pasó el año, y al año siguiente fueron a decirle a José:
--No podemos negarle a usted que ya no tenemos dinero; además, nuestros animales ya son suyos. Ya no tenemos otra cosa que darle, a no ser nuestras tierras y nuestros propios cuerpos. 19Cómprenos usted a nosotros y a nuestras tierras, a cambio de trigo. Seremos esclavos del faraón y trabajaremos nuestras tierras para él, con tal de que usted nos dé semilla para que podamos vivir y para que la tierra no se eche a perder. ¿Por qué tiene usted que dejarnos morir, junto con nuestras tierras?
20Entonces José compró todas las tierras de Egipto para el faraón, pues los egipcios vendieron sus terrenos, obligados por el hambre. Así la tierra pasó a poder del faraón, 21y los egipcios fueron hechos esclavos en todo el país de Egipto. 22Los únicos terrenos que José no compró fueron los de los sacerdotes, porque el faraón les daba cierta cantidad de trigo; así que no tuvieron que vender sus terrenos, porque comían de lo que el faraón les daba.
23Luego José dijo a la gente:
--Ahora ustedes y sus terrenos son del faraón, pues yo los he comprado para él. Aquí tienen semilla para sembrar la tierra, 24pero deberán darle al faraón la quinta parte de las cosechas; las otras cuatro partes serán para que siembren la tierra y para que coman ustedes, sus hijos y todos los que viven con ustedes.
25Y ellos contestaron:
--Usted es muy bondadoso con nosotros, pues nos ha salvado la vida. ¡Seremos esclavos del faraón!
26Así José puso por ley que en toda la tierra de Egipto se diera al faraón la quinta parte de las cosechas. Esta ley todavía existe; pero los sacerdotes no tienen que pagar nada, porque sus tierras nunca llegaron a ser del faraón.

La última voluntad de Jacob

27Los israelitas se quedaron a vivir en Egipto. Tomaron posesión de la región de Gosen, y allí llegaron a ser muy numerosos. 28Jacob vivió diecisiete años en Egipto, y llegó a la edad de ciento cuarenta y siete años.
29Un día Israel sintió que ya pronto iba a morir. Entonces mandó llamar a su hijo José para decirle:
--Si de veras quieres hacerme un favor, pon tu mano debajo de mi muslo y júrame que harás lo que te voy a pedir. ¡Por favor, no me entierres en Egipto! 30Cuando yo vaya a descansar junto con mis antepasados, sácame de Egipto y entiérrame en el sepulcro de ellos.
--Así lo haré --contestó José.
31--¡Júramelo! --insistió su padre.
José se lo juró, y entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de su cama.


SALMO 37 (36)

Confía en el Señor


1No te enojes por causa de los malvados,
ni sientas envidia de los malhechores,
2pues pronto se secan, como el heno;
¡se marchitan como la hierba!

3Confía en el Señor y haz lo bueno,
vive en la tierra y manténte fiel.
4Ama al Señor con ternura,
y él cumplirá tus deseos más profundos.

5Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
6Hará brillar tu rectitud y tu justicia
como brilla el sol de mediodía.

7Guarda silencio ante el Señor;
espera con paciencia a que él te ayude.
No te irrites por el que triunfa en la vida,
por el que hace planes malvados.

8Deja el enojo, abandona el furor;
no te enojes, porque eso empeora las cosas.
9Pues los malvados serán arrojados del país,
pero los que confían en el Señor
tomarán posesión de él.

10Dentro de poco no habrá malvados;
por más que los busques, no volverás a encontrarlos.
11Pero los humildes heredarán la tierra
y disfrutarán de completa paz.

12El malvado trama hacer daño al hombre bueno,
y le lanza miradas cargadas de odio.
13Pero el Señor se ríe, porque sabe
que al malvado se le acerca su hora.

14Los malvados sacan la espada y tensan el arco
para hacer caer a los pobres y humildes,
¡para matar a los de buena conducta!
15Pero su propia espada se les clavará en el corazón,
y sus arcos quedarán hechos pedazos.

16Lo poco que tiene el hombre bueno
es mejor que la mucha riqueza de los malos.
17Porque el Señor pondrá fin a los malos,
pero sostendrá a los buenos.

18El Señor cuida de los que viven sin tacha,
y la herencia de ellos durará para siempre.
19En épocas malas, cuando haya hambre,
no pasarán vergüenza, pues tendrán suficiente comida.

20Los malvados arderán como hierba seca;
Los enemigos del Señor se desvanecerán como el humo.

21El malvado pide prestado y no paga,
pero el hombre bueno es compasivo y generoso.
22Los que el Señor bendice heredarán la tierra,
pero los que él maldice serán destruidos.

23El Señor dirige los pasos del hombre
y lo pone en el camino que a él le agrada;
24aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor lo tiene de la mano.

25Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al hombre bueno
ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.
26A todas horas siente compasión, y da prestado;
sus hijos son una bendición.

27Aléjate de la maldad y haz lo bueno,
y tendrás siempre un lugar donde vivir.
28Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles;
pero destruye a los malvados
y los deja sin descendencia.
29Los hombres buenos heredarán la tierra
y vivirán en ella para siempre.

30El hombre bueno habla con sabiduría;
el hombre bueno habla con justicia.
31Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios;
¡jamás resbalarán sus pies!

32El malvado espía al hombre bueno,
con la intención de matarlo;
33pero el Señor no dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo declaren culpable.

34Tú confía en el Señor, y obedécelo,
pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia.
¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!

35He visto al malvado, lleno de altanería,
extenderse como un árbol frondoso;
36pero se fue, dejó de existir;
lo busqué, y no pude encontrarlo.

37Fíjate en el hombre honrado y sin tacha:
el futuro de ese hombre es la paz.
38Pero los rebeldes serán destruidos por completo;
el futuro de los malos será su destrucción.

39La ayuda a los hombres buenos viene del Señor,
que es su refugio en tiempos difíciles.
40El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los malvados, y los salva,
porque en él buscaron protección.

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